Primera película filmada en Cuba: director francés, bomberos actores y un ¿incendio?

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Alrededor de un minuto dura Simulacro de incendio, que ha pasado a la posteridad como la primera película filmada en Cuba. Con esas imágenes tomadas en la mañana del 7 de febrero de 1897 quedó inaugurada la historia del cine en la mayor de las Antillas, dos años después de que los hermanos franceses Louis y Auguste Lumière patentaran el cinematógrafo, aparato que ofrecía la posibilidad de grabar y proyectar imágenes en movimiento.

El galo Gabriel Veyre, representante de la Casa Lumière, fue quien trajo tal invento hacia Latinoamérica. Exhibió algunos materiales en México y luego llegó a La Habana, donde no quiso únicamente poner varios materiales a consideración del público y entonces decidió filmar algunas escenas de la vida cotidiana.

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En Simulacro de incendio aparece un carretón de caballos del que luego descienden dos hombres que llevan consigo una manguera; otros suben después por una escalera hacia la parte superior de una edificación.

Ese «ajetreo» tuvo, como era lógico, una historia detrás. La escena transcurrió en la Estación Central de Bomberos del Comercio de la Ciudad de La Habana, ubicada en las inmediaciones de las calles Prado y San José. La grabación partió de una voz de salida a bomberos que estaban de guardia. Más adelante se vio un carro de auxilio, un carrete y una bomba de agua desde la toma situada en la entrada del cuartel. Las personas que aparecieron no eran actores, sino los propios bomberos en sus maniobras habituales.

En la Enciclopedia Digital del Audiovisual Cubano resaltan que, además del público curioso que se dio cita en el lugar de la filmación, también estuvo una afamada actriz española. María Tubau, una de las grandes de la escena ibérica en aquella época, se presentó por esos días en el teatro Tacón con la comedia Divorciémonos y antes había expresado su deseo de participar en el rodaje.

Veyre y la madrileña incluso estuvieron hospedados en el mismo hotel y se dice que allí ambos podrían haber hablado sobre la presencia de la mujer en la cinta. Algunas fuentes explican que la filmación se produjo para “complacer un caprichoso deseo” de la artista, quien quería presenciar alguna actividad que llevarían a cabo los bomberos, situación que aprovecharía el francés para captarla con el dispositivo que traía consigo.

El cortometraje se estrenó a los pocos días (se conoce que en 1903 fue colocado nuevamente en cartelera ante el reclamo de varios espectadores). En la première participaron miembros del cuerpo de bomberos y cierto sector, digamos, descontento, pues la famosa hispana no apareció en ninguna imagen.

En los periódicos de la época catalogaron como “cortísima” la obra. Otros críticos le notaron cierto matiz político de apoyo al régimen español. Hubo quien manifestó que la pieza había aumentado la rivalidad existente entre los dos cuerpos de bomberos de La Habana: los del Comercio y los Municipales, quienes luchaban por llegar primero a los incendios.

En cuanto al apartado técnico, la Revista Cine Cubano aludió al “primitivo equipo tomavistas” que usó Veyre, el cual poseía una cadencia de 16 fotogramas o cuadros por segundo, y contaba con una manivela que debía manipularse cuidadosamente pues determinaba la apertura del lente.

Por último, el periódico La Lucha, en su edición del 8 febrero de 1897, publicó la siguiente nota que resume, en menos de 150 palabras, el inicio de la cinematografía en Cuba:

A las diez y media de la mañana de ayer domingo, se presentó en la Estación Central de los Bomberos del Comercio, la notable actriz señora María Tubau de Palencia, manifestando deseos de presenciar un enganche del material del mismo, y habiendo indicado el director del Cinematógrafo Lumière que reproduciría un simulacro de incendio, de efectuarse en un espacio de tiempo muy breve, dispusieron los Sres. Granados y Zúñiga, Jefes del Cuerpo, llevarlo a efecto, saliendo el material de guardia, bomba, carretel y carro de auxilio, dando una vuelta y tomando la bomba la caja de agua situada en la puerta de dicha estación. Se tendieron dos mangueras, se empalmaron las escaleras, subiéndose uno de los pitones a la azotea en el término de “un minuto”, que es el tiempo que emplea aquel aparato fotográfico para obtener las “vistas de movimiento”.

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