McDonald’s y otros restaurantes de EEUU operan en Cuba desde hace décadas (Aquí una verdad poco conocida)

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Restaurante McDonald’s en la base naval de Guantánamo. Foto tomada de El Economista.

En un archipiélago donde la Revolución ha marcado el rumbo político desde 1959, la presencia de símbolos del capitalismo estadounidense parecía impensable. Sin embargo, un reciente trabajo periodístico publicado por el periódico español El Economista, recuerda una realidad que no muchos conocen y que desafía las percepciones tradicionales sobre la relación entre Cuba y Estados Unidos: la existencia de restaurantes de cadenas norteamericanas en territorio antillano, aunque bajo circunstancias muy particulares.

La paradoja de Guantánamo

Según documenta El Economista, «en la isla de Cuba hay un McDonald’s, solo uno, aunque los cubanos no tienen acceso a él». Esta afirmación, que podría sonar contradictoria, encuentra su explicación en la compleja situación geopolítica que rodea a la Base Naval de Guantánamo, instalación militar en poder de Estados Unidos desde el final de la Guerra Hispano-Cubano-Norteamericana en 1898.

El mencionado trabajo periodístico destaca que este McDonald’s, ubicado dentro de la base estadounidense, «obviamente, está al margen de las leyes cubanas (e incluso de las estadounidenses)», lo que crea una situación jurídica única donde las restricciones comerciales que rigen en el resto de la Isla simplemente no aplican.

El acceso a este establecimiento está estrictamente limitado, pues «solo pueden entrar al McDonald’s los militares estadounidenses, el personal de la base y algunos extranjeros visitantes, siempre que sean autorizados», excluyendo completamente a la población cubana del acceso, tanto al restaurante como a la propia base militar.

Un poco de historia

La instalación militar de EEUU no forma parte de la República de Cuba, debido al tratado de 1903, por el cual Cuba arrendaba la Bahía de Guantánamo a Estados Unidos, por el tiempo que lo necesitasen, sin cláusula de rescisión del acuerdo.

Sobre este tema, según un texto publicado por el portal Cubadebate, dos años antes los cubanos se habían visto «obligados a aceptar un apéndice en la Constitución de la República, si deseaban poner fin a la ocupación militar estadounidense que desde 1899 vivía el país, luego de la intromisión norteamericana en la guerra contra la metrópoli española». Dicho documento era la Enmienda Platt, que «otorgaba a Estados Unidos la potestad de intervenir en Cuba cuando lo considerase necesario, y forzaba a la isla a vender o arrendar terrenos para el establecimiento de bases navales y carboneras».

Dicho artículo refiere que especialistas han indicado que el convenio firmado dos años después, no puede ser asumido como válido, «al tratarse de un acuerdo efectuado bajo coerción».

«La conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho de Tratados, celebrada en Viena en 1969, aprobó una Declaración sobre la Coacción Militar, Política o Económica en la Celebración de Tratados, en la cual condena “el recurso a la amenaza o al uso de la presión en todas sus formas».

«El caso de la base naval estadounidense en Guantánamo coincide plenamente con esas definiciones, y también con lo que prevé el artículo 42 de la IV Convención de La Haya (1907), que “considera un territorio como ocupado ilegalmente cuando se encuentra colocado bajo la autoridad o control efectivo del ejército enemigo”, explica Cubadebate.

En 1934 fueron derogados, en su mayoría, los elementos dispuestos por la Enmienda Platt, pero lo relacionado con las bases navales y carboneras quedó asegurado gracias al llamado Tratado Permanente, firmado ese propio año.

La base donde operan estos restaurantes se encuentra en el centro de una disputa territorial de larga data. Como documenta el artículo, «la Base Naval de la Bahía de Guantánamo, que tiene una extensión de 117,6 km2 y un perímetro de 28,5 kilómetros, sigue siendo reclamada por Cuba, que no da validez al tratado de 1903».

Para el gobierno cubano, «el territorio de la base, con su tristemente célebre prisión militar, es parte del municipio de Caimanera, en la provincia de Guantánamo». Mientras que «Cuba considera la instalación como territorio ocupado, los estadounidenses se niegan a abandonarlo bajo ningún concepto».

Una expansión comercial progresiva

La llegada del McDonald’s no fue un evento aislado, sino parte de una expansión comercial gradual que comenzó en los hace alrededor de 40 años. El Economista detalla que «en la década de los 80 se estableció en Guantánamo una tienda de helados Baskin-Robbins y no sería hasta principios de 1986 cuando llegó el McDonald’s a Guantánamo».

Esta presencia comercial se ha intensificado considerablemente con el paso del tiempo, documentando una expansión que incluye múltiples cadenas reconocidas internacionalmente.

La diversidad de establecimientos presentes en la base es sorprendente. Según El Economista, «en 2002 abrió un restaurante Subway, dos años después se inauguró un establecimiento que incluía un KFC y un A&W junto a la bolera, además de un Pizza Hut Express y un restaurante Windjammer».

La oferta gastronómica no se detiene ahí. El artículo menciona que «hay también una cafetería que dispensa café de la firma Starbucks y otro local combinado de KFC y Taco Bell», creando un verdadero ecosistema comercial estadounidense en territorio cubano.

Modelo de operación militar

Estos establecimientos operan bajo un modelo particular. Como explica la investigación, «la mayoría de los restaurantes de la instalación militar son franquicias que pertenecen al Departamento de la Marina, que se encarga de operarlos», lo que los convierte en operaciones militares más que en empresas comerciales tradicionales.

El propósito de estos negocios trasciende lo meramente comercial. El Economista señala que «las ganancias de estos restaurantes se utilizan para apoyar las actividades de los militares estadounidenses, el personal de servicio y sus familias, en cuestiones de moral, bienestar y recreación».

La presencia de estos establecimientos adquiere dimensiones más complejas cuando se considera el contexto de la prisión militar. El Economista sugiere que «existe la creencia de que a los detenidos que cooperaban con las autoridades se les daba como recompensa una comida en McDonald’s», aunque reconoce que «todo lo que tiene que ver con estas cuestiones es siempre particularmente hermético para Estados Unidos».

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