La poco conocida presencia de un cubano en la historia de «La sociedad de la nieve»

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El viernes 13 de octubre de 1972, el vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya que cubría la ruta Montevideo-Santiago de Chile cayó accidentalmente en la cordillera de los Andes. Luego de un error de los pilotos, el avión modelo Fairchild Hiller FH-227 chocó contra el filo de una montaña y se estrelló contra la gélida faz del glaciar Las Lágrimas, ubicado a 3570 metros sobre el nivel del mar.

De las 45 almas que viajaban a bordo de aquel chárter, divididas en cinco tripulantes y 40 pasajeros, 13 murieron inmediatamente. Otras cuatro fallecieron esa primera noche como consecuencia de las heridas y el atroz frío andino. Más adelante, perdería la vida otra docena de supervivientes luego de un alud de nieve, y finalmente solo 16 llegaron a ser rescatados luego de más de 70 días de dura subsistencia en la cima del mundo sudamericano.

El relato de estos terribles sucesos y del posterior milagro que significó la salvación del grupo, está contado magistralmente en el libro de 2009, La sociedad de la nieve, del uruguayo Pablo Vierci, autor que recogió los testimonios de las 16 personas que lograron vivir para contarla.

Recientemente el relato del accidente de los Andes alcanzó fama mundial tras el estreno en cines (9 de septiembre de 2023) y posteriormente en Netflix (4 de enero de 2024) del filme titulado igual que el libro de Vierci. Dirigido por el español Juan Antonio García Bayona (estilizado como J. A. Bayona), la cinta recibió el aplauso del público y la crítica, y también se llevó 12 premios en la última gala de los Premios Goya (10 de febrero) y fue nominada a los Oscars 2024 (10 de marzo) en las categorías de Mejor Película de Habla no Inglesa y a Mejor Maquillaje y Peluquería.

De pronto La sociedad de la nieve se convirtió en un fenómeno global que dejó a pocos al margen de este maravilloso relato lleno de humanismo. Sin embargo, en la película, por razones lógicas, se omitió una pequeña parte de la historia sucedida durante aquellos días en los Andes, la cual involucra al mismísimo José Martí.

El hecho en cuestión tuvo lugar en la noche entre el 22 y el 23 de diciembre, días 71 y 72 que pasaron en aquella odisea los últimos “náufragos” del vuelo 571. Así puede leerse en el capítulo 10 del libro de Vierci, donde aparecen las confesiones de Ramón Mario Sabella, conocido como Moncho, quien en los días del accidente tenía 21 años.

Al relatar sus vivencias como parte de esta inusual sociedad que salió adelante gracias al sacrificio y la amistad de sus integrantes, Sabella recuerda con gran emoción el día en que llegaron los dos helicópteros que iniciaron las labores de rescate.

“El 22 de diciembre, cuando escuchamos en la radio que Nando (Parrado) y Roberto (Canessa) habían llegado a Los Maitenes, fue la mayor celebración a la vida que pueda imaginar. Con la placa de hongos olvidada habíamos descubierto la penicilina. Como sabíamos que venían a buscarnos nos preparamos para el encuentro. Al rato, tras una espera angustiante, empezamos a escuchar el ruido de los helicópteros que estaban llegando desde abajo, subiendo por el valle del este. Los dos helicópteros se aproximaron al glaciar donde estaba el fuselaje, pero como no podían posarse, unos andinistas se arrojan a la nieve y automáticamente corro hasta uno de ellos y lo abrazo. Era Sergio Díaz, que a su vez me abraza fuerte, llorando, y repite estremecido «¡Están vivos, están vivos!»”, reveló Ramón a Vierci.

Debido a la enorme turbulencia imperante en la zona, los vehículos no pudieron llevarse a todos los sobrevivientes ese día. Para ayudar a quienes se quedarían hasta el 23 de diciembre, bajaron de las aeronaves Sergio Díaz, Osvaldo Villegas y Claudio Lucero, miembros del cuerpo chileno conocido como Socorro Andino (especializado en la búsqueda y rescate en montañas y zonas de difícil acceso) y también el enfermero José Bravo.

Con la caída de la noche, Villegas, Lucero y Bravo se refugiaron en una carpa de alta montaña, mientras que Díaz, quien a la medianoche celebraría un nuevo cumpleaños, decidió pernoctar junto a los demás muchachos en el fuselaje del avión que durante semanas les había servido de “hogar”. Precisamente en ese tiempo, la casualidad quiso que el Apóstol hiciera acto de presencia en la forma de sus célebres Versos Sencillos.

“Sergio nos decía que medio mundo nos estaba esperando, que había una verdadera conmoción, pero nosotros no podíamos entender de qué estaba hablando. Cuando advirtió que había cosas que no podíamos comprender, con mucha agudeza intentó por otra vía, para conectarnos a la vida por intermedio de la música y la poesía. Fue entonces que repetimos, durante horas, el poema de José Martí que nos enseñó esa noche, el que nunca más olvido, y cada tanto acude a mi memoria y recito para mí mismo, porque Sergio no lo dijo de casualidad, nos estaba expresando, por pura intuición, el mejor resumen de lo que habíamos vivido: Cultivo una rosa blanca / en junio como en enero / para el amigo sincero / que me da su mano franca / y para el cruel que me arranca / el corazón con que vivo / cardo ni ortiga cultivo / cultivo una rosa blanca”, confesaría años después Moncho.

Sabella y sus 15 compañeros de La sociedad de la nieve vivirían hasta la publicación del libro de Vierci, pero Sergio Díaz no. El rescatista murió súbitamente a los 50 años, el 18 de marzo de 1975, y sus cenizas fueron esparcidas justo en la cordillera en donde había trabajado tanto tiempo.

Maricruz, hija de Sergio, al enterarse de la construcción de un monumento conmemorativo a propósito de los 50 años del incidente de los Andes —eventualmente situado en el barrio montevideano de Carrasco—, llamó al sobreviviente Roberto Canessa para pedirle de favor que en algún sitio incluyeran los versos de …la rosa blanca que su papá recitaba con tanto cariño.

Al final el deseo de la hija de Díaz no se cumplió, pero de alguna forma aquel poema numerado como el XXXIX de los Versos Sencillos continuó viviendo en el recuerdo de aquellos hombres que compartieron con su padre la fría noche de 1972 en la que él celebró sus 48 años.

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Un comentario

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  1. Hermoso reportaje, nuestro apóstol es universal
    . gracias

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