«After Life», una joya oculta para salvar a Netflix de la simpleza

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Cuando Netflix comenzó a pisar fuerte en esto de las series, allá por 2013, año en que House of Cards se convirtió en su primer gran éxito, esa plataforma de streaming fue atrayendo cada vez más público hasta convertirse en la número uno a nivel mundial.

Paralelamente a su popularidad, los contenidos exclusivos de la empresa mantuvieron un nivel bastante alto durante esos primeros años, aunque eventualmente empezaron a entrar en ese amplio menú nuevas propuestas que, si bien les consiguieron mucha más audiencia, también implicaron un bajón de calidad bastante notable a nivel general.

Sin embargo, tampoco es que Netflix haya perdido todo el glamur. De eso dan prueba sus excelentes series documentales y shows de ficción como The Crown, Ozark, Orange Is The New Black, Stranger Things, Black Mirror, BoJack Horseman

También entre las producciones que han escapado a la reciente oleada “simplona” de la plataforma, está After Life, protagonizada y escrita por Ricky Gervais. Salió en 2019 y hace poco acaba de cerrar su tercera y última temporada.

La historia gira en torno a Tony, un tipo que ha perdido a su esposa como consecuencia del cáncer y desde entonces vive hasta el cuello en una espiral de depresión que lo llevó a intentar un suicidarse y asumir luego una forma muy radical de enfrentarse al día a día.

Que Gervais es genial lo sabemos, pero aquí queda claro en cada escena. Su ácido sentido del humor, el mismo que lo ha caracterizado en obras como Extras, The Office o en su rol de presentador en los Globos de Oro, es puesto en función de darle más matices a un tipo roto y sin ganas de vivir, cuyas únicas válvulas de escape son su perro y los chistes que suelta en el tono más serio posible.

Lo otro es que Tony es un personaje con el que casi todos podemos sentirnos identificados. En un primer nivel, uno lo asocia con el proceso de duelo, pero, con el paso de los minutos, el adulto-con-dos-dedos-de-frente que habita en nuestro interior empezará a verse reflejado en ese millón y medio de responsabilidades que debemos asumir, incluso cuando no sabemos cómo: la pérdida de los padres, la frustración profesional, la ansiedad social, la banalidad generalizada y la necesidad de ponerse en el lugar del otro, por difícil que parezca a veces.

Claro que la risa no falta, aunque igual que sucede con series como Los Simpson, aquí la carcajada suele venir acompañada de lecciones que pueden no ser demasiado complejas por sí solas, pero que cuando se perciben como parte del viaje de Tony hacia una nueva vida, más allá de la muerte de su mujer, resultan muy valiosas.

Igual, el llanto no es algo de lo que extrañarse aquí. Por muy borde que suene generalmente, Tony es un tipo de buen corazón e irá reconectando con esa parte de sí mismo durante el proceso de sanación interna que atraviesa durante las tres temporadas.

Si algo debe quedar claro es que After Life no es una serie para ver de una sentada, aunque es algo muy factible teniendo en cuenta que solo tiene 18 episodios de aproximadamente media hora cada uno. El tema es que su tono, a medio camino entre la comedia y el drama personal, puede no resultar ideal para cualquier momento o estado de ánimo. Eso sí, cuando nos sentamos frente a la pantalla a disfrutarla, cada instante es un lujo y queda claro que en Netflix existe material del bueno para decir que la televisión de calidad aún es posible.

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