«The English», amor y violencia en el apogeo del salvaje oeste

3 min


0

En noviembre pasado, la televisión nos dio una de las mayores alegrías del año cuando llegó a BBC Two y Amazon Prime Video una de las series más deliciosas de la temporada. Creada a partir de esa vuelta de tuerca que es el western crepuscular o revisionista, The English, protagonizada por Emily Blunt, Chaske Spencer y Rafe Spall, entre otros, se convirtió de inmediato en un show ineludible para quienes apreciamos lo bien hecho.

La historia comienza en 1830, época en que el ejército estadounidense ya había arrasado y sometido prácticamente a todas los nativos. Entonces conocemos a Eli Whipp/Lobo Herido (Spencer), un explorador pawnee que ha servido a los militares para dar caza a otros indios, sobre todo a enemigos históricos de su tribu. A la sazón se suma Cornelia Locke (Blunt), adinerada dama inglesa que llega al no-tan-Nuevo Mundo con la intención de vengarse de David Melmont (Spall), el hombre que mató a su hijo.

Sin embargo, por simple que resulte esta sinopsis, la cosa no va de cubrir, narrativamente hablando, la distancia del punto A al B; o sí, pero no de la manera lineal/cronológica en la que están construidos los relatos de John Ford o Sergio Leone, diferencias aparte.

No obstante, el guion, igual que todas las piezas de las que dispone el escritor y realizador Hugo Blick (The Honourable Woman) es una secuencia que, a pesar de ser confusa a veces, está lo suficientemente bien orquestada como para no significar un problema gordo.

Aquí nos movemos junto a los protagonistas a lo largo de interminables extensiones de tierra, pero también por el tiempo, a través de flashbacks/sideways que ayudan a profundizar más en lo que se cuenta.

Esta versión del oeste, más pesimista y descarnada, nos enseña un panorama repleto de estafadores, ladrones, asesinos y otras “alimañas” que pululan en la inmensa y pobremente explorada geografía norteamericana.

Por contraposición, se inserta una suerte de romance (apto para diabéticos) entre dos personajes opuestos, a la vez que se percibe un tono burlesco y satírico en la narración, increíblemente cruda, de hechos que no por ficticios dejan de reflejar la realidad de un período histórico en donde la ley de la pólvora valía más que la de los hombres.

En muchas de las escenas, marcadas por la maravillosa fotografía del español Arnau Valls (Tarde para la ira, En los márgenes) y las composiciones del argentino Federico Jusid (El secreto de sus ojos), se percibe una suerte de tensión “tarantiniana” que suele verse rota por un disparo, un flechazo o por las líneas brillantemente redactadas —y filmadas también— por Blick.

Si alto es el nivel de la cinematografía, los diálogos son otro punto fundamental. Sinceros y reales, con cero intenciones de sonar efectistas, aunque sí un poco trillados, no fallan en el objetivo de darle sentido al argumento y ayudar a que los personajes se sientan más convincentes.

Dicho esto, hay que hablar de los roles. Más allá de sus identidades bien marcadas, de los variopintos acentos y etnias, cada uno parece colocado milimétricamente para cumplir una función en la historia, por obvio que parezca.

Desde el matón que sale en par de escenas, hasta el gran antagonista que es Melmont (en quien no podemos dejar de notar cierto tufillo al Alfie Solomons de Tom Hardy en Peaky Blinders), todos los caracteres enriquecen notablemente la trama con sus intervenciones y hacen que de este lado nos quede la sensación de estar visitando una suerte de zoológico, habitado por la “fauna humana” del oeste en la primera mitad del siglo XIX.

Entre el elenco, además de los que aparecen en el poster, hay que reconocer el trabajo en escena que realizan Stephen Rhea, Tom Hughes, Nichola MacAuliffe y Ciaran Hinds, da igual si es en un episodio o en los seis que componen esta aventura, cuyo final difícilmente veremos venir.

Anuncios
Anuncios
Anuncios

0 Comentarios

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

× ¡¡¡Contáctanos!!!