Pesista cubano fumó marihuana para forzar su retiro (aquí su dolorosa historia)

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Arley Méndez era una de las esperanzas chilenas en Tokio 2020. Foto: Reuters.

El sueño de Arley Méndez era ser medallista olímpico. Desde que en 2013 abandonó la delegación cubana luego de participar en el Campeonato Panamericano de Halterofilia con sede en Santiago de Chile, había trabajado con esa meta fija en su mente. Sin embargo, a inicios del verano de 2021, un comunicado del Comité Olímpico Chileno (COCH) parecía indicar que el objetivo del artemiseño podría no cumplirse en Tokio.

El 30 de junio de ese año, el sitio web oficial del COCH publicaba lo siguiente: “…el deportista Sr. Arley Méndez Pérez fue notificado por la International Testing Agency (ITA) de un control de dopaje de ‘Resultado Analítico Adverso’, arrojando positivo por cannabis”.

Según reportes posteriores, el dopaje del atleta había sucedido durante el Campeonato Sudamericano de Cali, Colombia, torneo en el cual ganó la medalla de oro en los 81 kilogramos y, de paso, consiguió su boleto para el gran evento del cuatrienio.

Afortunadamente, la sanción aplicada por la ITA a Méndez fue de treinta días, o sea, del 29 de junio hasta el 28 de julio de 2021, por lo cual esta no significó un impedimento para la participación del cubano-chileno en la cita estival.

Finalmente, Arley viajó a la tierra del sol naciente para competir en sus primeras olimpiadas y, una vez allí, se inscribió para competir en los 81 kilos, cuya justa quedó programada para el sábado 31 de julio en el Foro Internacional de Tokio. Sin embargo, el día señalado, él no mostró el nivel de otras ocasiones y quedó muy lejos de las preseas, tras completar un levantamiento de solo 160 kilogramos en el arranque y fallar tres veces sobre 190 en el ejercicio de envión.

Un análisis superficial del “caso Méndez” podría decretar que la cadena de sucesos que llevaron a su fracaso en los Juegos Olímpicos estuvo condicionada, fundamentalmente, por su indisciplina y poco compromiso con el deporte que había comenzado a practicar muchos años antes en Cuba. Sin embargo, y aunque parte de lo anterior podría ser cierto, también resultó ser consecuencia de una crisis que no llegó a la palestra pública hasta pasado un tiempo.

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A la altura de 2021, el palmarés de Arley era fabuloso: campeón mundial absoluto en las ediciones de Anaheim, Estados Unidos (2017) y Ashgabat, Turkmenistán (2018) con respectivos totales de 378 y 369 kg en las divisiones de 85 y 89 kilogramos, por ese orden. Además de esos triunfos, había sido subtitular del orbe en la categoría juvenil en Lima, Perú (2013; 85 kg), doble rey continental en esa misma etapa en 2012 y 2013 y también fue dueño de varios cetros en lides continentales y suramericanas. Por todo eso, el oriundo de San Cristóbal era uno de los grandes favoritos para subir al podio en Tokio 2020.

Lo que muy pocos sabían, más allá de su carta de presentación, era que este hombre, nacido el 31 de diciembre de 1993, cargaba, además de la barra, un calvario de lesiones que estaban mermando su rendimiento desde mucho antes. En una entrevista concedida al sitio La Tercera, el joven contó que al certamen planetario de Turkmenistán llegó con una hernia discal en las vértebras L4 y L5. Allí, empeñado en competir a toda costa, terminó lastimándose también la rodilla izquierda.

Un año después, mientras estaba preparándose en Cali, Colombia, sintió que su situación se agravaba, pero finalmente él y su entrenador, el búlgaro Georgi Panchev, decidieron que había que aguantar hasta llegar al cercano torneo que tendrían en Guatemala. En tierra chapina se llevó el oro, pero el costo fue una fractura en su tibia derecha.

“Tenía un cototo en la pata, levantado a la altura del hueso. Se me inflamaba de líquido óseo. El dolor era inmenso, imagínate. A mí lo que me da rabia es que ahí me citan a una reunión y me hacen quedar como que soy un indisciplinado. De que yo no quería entrenar, que ya yo quería irme de las pesas. Y la verdad, sí. De las pesas no quería saber nada. Porque me estaban maltratando demasiado”, confesó en agosto de 2021

Luego de semejantes dificultades, su participación en los Juegos Panamericanos de Lima 2019 fue cancelada y entonces pensó en dejar pasar también las olimpiadas tokiotas, para poder recuperarse y estar en forma de cara a París 2024.

Al conocer la idea del forzudo, un grupo de autoridades deportivas, que incluyó a Miguel Ángel Mujica, presidente del COCH, Juan Carlos Aburto, presidente de la Federación Chilena de Levantamiento de Pesas, el profesor Panchev y Ronald Salinas, gerente técnico de la Federación, se reunió con él para analizar la situación.

“Empezaron a hablar de que yo era un malagradecido con el profe, porque le había faltado el respeto porque no asistía a los entrenamientos, a lo cual yo les dije ‘ya, listo, no voy a competir. Me voy a retirar’. Y me dijeron: ‘si te quitan el Proddar (Programa de Becas para Deportistas de Alto Rendimiento), no vas a tener plata’”.

Ante la amenaza de quedarse sin esa ayuda económica, con la cual no solo mantenía a su esposa e hijo, sino también a parte de su familia en Cuba, Méndez optó por seguir sacrificándose y volver a la palanqueta. Las consecuencias, todas negativas, fueron un resultado discreto en el Mundial de Pattaya, Tailandia (2019) —ganó el grupo D con pobre marca total de 325 kilos—, problemas en la espalda y el inicio de dificultades con los elementos técnicos del deporte.

No ayudó el bloqueo facetario en la espalda y mucho menos la notificación de que lo sacaban del Proddar. Luego, la llegada del coronavirus detuvo todo y le dio un año más para intentar regresar a un estado de forma medianamente decente.

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En 2021 participó en una justa en República Dominicana antes de viajar a Colombia, sitio en donde los dolores y la incomodidad para realizar los ejercicios lo llevaron a probar la marihuana.

“Una semana en Cali estaba decepcionado y tomé la marihuana. ¿Qué atleta hace eso 48 horas antes de medirse? Lo hice adrede para irme al carajo”, confesó a RedGol a finales de julio.

Atrás quedaron cuatro años de vivir oculto de las autoridades migratorias chilenas; los esfuerzos por ser reconocido como un atleta de nivel en un país ajeno; la nacionalización por gracia en 2017, con 27 votos del Senado a su favor, y un trabajo como ayudante en una panadería. Más lejos en el tiempo estaban sus comienzos como pelotero y judoca en el barrio Fierro, la captación para la EIDE y las clases con el profe Félix Machín Gallo, el hombre que le enseñó a perfeccionar la técnica.

Después de su mal rato en Tokio, Arley Méndez confirmó ante la prensa lo que muchos temían: “tomé la decisión de retirarme del levantamiento de pesas, del deporte. Voy a dedicarme a otras cosas (…) Yo me iba a retirar hace tiempo, ¿pero sabes lo que pasa?: tengo familia y tengo que alimentarla. Este es mi trabajo. Me gusta competir, pero estoy sufriendo mucho. El deporte me está haciendo mal”, fueron las palabras que reflejó en su momento la publicación deportiva española AS.

Tiempo después de aquella afirmación, el otrora aspirante a todos los títulos y luego forzado al retiro temprano por las duras circunstancias de la vida, comenzó a ofrecer clínicas de levantamiento de pesas en su país de acogida.

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