¿Qué fue de…? Jorge Salfrán, el slugger de equipos capitalinos que luego se convirtió en pastor

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La fe y el deporte son dos elementos que parecen haber surgido juntos. Desde los antiguos Juegos Olímpicos, consagrados al gran Zeus, muchos atletas han elegido enfocar sus vidas hacia algún credo que les sirva de guía y soporte para lidiar con las tensiones que traen los días en el alto rendimiento.

Ese fue el camino elegido por Jorge Salfrán Vergara, notable por sus actuaciones en el béisbol cubano y, a la vez, destacado feligrés, que desde su retiro decidió conjugar el amor por el deporte de las bolas y los strikes con su labor como ministro de la iglesia.

Su historia comienza en Santiago de Cuba. Allá nació en 1963 este muchacho, a quien la pelota le llegó casi por obra y gracia del ADN. Resulta que, durante los años 50, su padre fue un trotamundos del diamante y jugó en ligas de México y Nicaragua, e incluso llegó a probarse en el nivel AAA de los Estados Unidos.

El mismo Salfrán contó en una entrevista que coleccionaba camisetas de todos los equipos en que estuvo su papá. Siempre el viejo le traía de regalo una versión mini de su uniforme, y él, orgulloso hasta la médula, las guardaba como preciosos tesoros.

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El tiempo pasó y se mudaron a La Habana, en donde, a la altura de 1985, ya Jorge se había convertido en un atleta con gran futuro, prospecto de los equipos capitalinos. Sus condiciones llamaron la atención de Pedro Chávez, entonces manager de Industriales, quien decidió sumarlo a la plantilla para la siguiente temporada. En su debut jugó 23 partidos y solo conectó 5 hits en 32 turnos oficiales. No obstante, ese curso supo lo que era ser campeón frente a los Vegueros, luego de que Agustín Marquetti decidiera el choque final con aquel memorable cuadrangular frente a Rogelio García.

Al año siguiente fue movido a los desaparecidos Metropolitanos y pudo tener algo más de rodaje competitivo en el tramo 1987-88. Al finalizar su segunda campaña volvió con los Azules, con quienes se mantuvo en esa y en otras dos más, hasta que en en 1991 regresó a los Gladiadores y disputó otros siete campeonatos hasta su retiro en 1999.

La mejor temporada de este jardinero que bateaba a la derecha fue la de 1995-96, cuando logró conectar hasta 106 indiscutibles (compiló promedio de .411) y terminó empatado en el liderato en hits con el cienfueguero Reemberto Rosell, bateador famoso por su gran tacto.

A lo largo de más de una década en el máximo nivel del béisbol en Cuba, Jorge sumó 847 inatrapables en 2848 turnos oficiales, válidos para promediar un notable average ofensivo de .297, obtenido en una época en que el nivel de la Serie Nacional era inmejorable. Este indómito convertido en habanero sumó, además, 931 carreras producidas (415 anotadas y 516 empujadas), así como 102 bambinazos, 170 dobles y 12 triples.

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Si es cierto que tenía bastantes habilidades con el madero, también es justo decir que los ponches fueron siempre su punto débil. En su mejor campaña, Salfrán también encabezó con 51 la casilla de los “cafés” recibidos, la misma cifra que el pinareño Daniel Lazo. En total, durante todo su recorrido se quedó “con la carabina al hombro” en 574 ocasiones, mientras que solo logró ser transferido en 232. Aunque conformó algunos elencos nacionales, quizás pudo ser tenido en cuenta en más ocasiones.

Su fe no fue jamás un impedimento para él. Así lo manifestó cada vez que fue interrogado en torno a este tema. En una entrevista ofrecida en 2000 a Daily Press, confesó que sus compañeros siempre aceptaron sus creencias, a pesar de que muchos de ellos tenían otras completamente diferentes.

Después de abandonar los terrenos como jugador, Salfrán comenzó a unir sus dos grandes pasiones. Además de desempeñarse como pastor, a inicios de este siglo promovió la creación de una liga de béisbol amateur para jóvenes cristianos. El torneo se dividió en varias partes: primero la invernal, entre octubre y diciembre; luego la regular, que se disputaba de febrero a julio, y al final, un juego de estrellas que se realizaba en julio.

Aunque muchos le dijeron que hubiera tenido posibilidades de jugar en Grandes Ligas, él nunca quiso irse de Cuba para jugar en Estados Unidos. No obstante, después de colgar los spikes, la vida lo llevó a ese país, por donde realizó un recorrido en 2000. Durante ese tiempo visitó varias congregaciones y aprovechó para compartir en clínicas de pelota y hablar sobre la calidad de ese deporte en nuestro país.

En 2006, fue contratado por los Arizona Diamondbacks para que trabajara como instructor de bateo en su academia de República Dominicana. Paralelamente, se vinculó con la organización Meeting God In Baseball, de la cual se convirtió en director para Latinoamérica en enero de 2012.

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