El cubano, bronce olímpico por España, que se convirtió en político

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Joan Lino Martínez. Foto tomada de Marca.

Cuba se precia de tener en su historia deportiva a grandes saltadores, tanto de altura como triplistas y de longitud. Iván Pedroso, Yoelbi Quesada, Javier Sotomayor, Yargelis Savigne, Yoel García, Yamilé Aldama, Niurka Montalvo e Ioamnet Quintero son algunos de los nombres más ilustres, a los cuales se suman los aún activos Juan Miguel Echevarría, Yordan Díaz, Lázaro Martínez y Pedro Pablo Pichardo.

Una de las figuras que logró cosechar varios éxitos gracias a su talento y voluntad, todo ello bajo la bandera de otro país, fue Joan Lino Martínez, quien logró nada menos que un bronce olímpico en la modalidad de salto largo en los Juegos de Atenas 2004.

Aquel 26 de agosto, en el estadio olímpico de la capital griega, la competencia de los estirones en la categoría masculina tenía como principales candidatos a los estadounidenses Dwight Phillips y John Moffitt, además del vigente monarca, el cubano Pedroso. También estaban el británico Christopher Tomlinson, el jamaicano James Beckford, el ghanés Ignisius Gaisah y el español Yago Lamela.

No obstante, en esa lista se encontraba Martínez, quien, en los años 90, había comenzado a despuntar como uno de los saltadores más prometedores de la Isla. Él, nacido en enero de 1978 en La Habana y graduado de Cultura Física en la universidad “Manuel Fajardo”, se hizo atleta luego de que un profesor lo descubriera en… una parada de guaguas. Curtido en una de las etapas más difíciles de toda la vida en nuestro archipiélago, los retos no le eran algo ajeno.

Después del 2000 se casó con una española y se fue a vivir a tierra ibérica, sitio en donde demoró un poco en regresar al deporte activo. Durante ese lapso, nació su primera hija y él comenzó sus papeles para nacionalizarse en su nuevo hogar.

Si bien pudo empezar a entrenar y recibió ayuda de los directivos del deporte, avalado por registros competitivos que incluían una marca de 8.19 metros, Joan Lino vivió esos años con mucha incertidumbre. Los papeles que oficializarían su derecho a defender los colores de la llamada Madre Patria, tardaban más de lo esperado y la olimpiada ateniense de 2004 se acercaba rápidamente.

Pero el destino y los trámites con el gobierno quisieron que, a solo un par de meses de la cita estival, el atleta recibiera su acreditación que le reconocía como un español más y, por tanto, validaba su participación en el magno evento del deporte mundial.

A Atenas arribó con un montón de esperanzas, pero consciente de que una medalla representaba quizás la aspiración más descabellada de su vida. Pese a ello, jamás se desanimó y se presentó el 24 de agosto a las clasificatoria, en donde ocupó el tercer puesto en el primer grupo, gracias a un salto de 8.10 metros.

Un par de días después, Joan hizo historia frente a las decenas de miles de presentes en el estadio y también ante los millones que vieron por televisión ese espectáculo. Todo el tiempo estuvo por detrás de Philips, ganador con un gran esfuerzo de 8.59 metros, pero durante la sexta ronda, Moffitt llegó hasta los 8.47 m y superó los 8.32 m del cubano-español, que hasta entonces le habían mantenido en posición de colgarse la presea de plata.

Cierto es que aquella noche no estuvo exenta de polémica, pues el estirón de Martínez fue protestado por británicos y jamaicanos, quienes alegaron que el recién nacionalizado había cometido foul. No obstante, los encargados de impartir justicia analizaron el sitio durante largo tiempo y jamás vieron huellas en la banda de plastilina, por lo cual determinaron que la medalla del oriundo de La Habana era válida.

Al año siguiente rozó el bronce mundial en Helsinki, pues, con su salto de 8.24 m se quedó a solo un centímetro del finlandés Tomi Evilä. Mientras, Gaisah, de Ghana (8.34 m) concluyó en el segundo puesto y el título volvió a ser para el estelar Philips (8.60 m).

No obstante, en el mismo 2005 llegó a desquitarse de aquel amargo momento en la cita del orbe, pues no sólo se convirtió en monarca del Campeonato Europeo de Atletismo en Pista Cubierta, sino que también registró su mejor salto de por vida (8.37 metros), que le sirvió para imponerse al rumano Bogdan Tarus (8.14 m) y al ucraniano Volodimir Ziuskov (7.99 m), los otros dos ocupantes del podio.

Compitió cinco años más hasta su retirada definitiva en 2010. Tras su adiós, se dedicó a entrenar a otras figuras y, eventualmente, se vinculó al mundo de la política, en sus inicios como miembro de la candidatura madrileña para los Juegos Olímpicos de 2016.

Tras el fracaso de aquellas olimpiadas “a la española” (todavía se recuerda el risible discurso de Ana Botella, esposa del expresidente Aznar, y su tristemente memorable “A relaxing cup of café con leche in Plaza Mayor”), Joan Lino fue parte de un programa conjunto del Comité Olímpico Español y la Obra Social La Caixa, cuyo objetivo era ayudar a la inserción laboral de exatletas.

En 2018 volvió a ser noticia cuando se sumó al partido Ciudadanos como parte de los independientes que integrarían las listas electorales de cara a los comicios de 2019, además de asesorarlos en algunos aspectos de la campaña.

Por ese entonces, declaró en exclusiva a El País: “me he dado cuenta de que para cambiar las cosas hay que estar en los sitios, hay que hacerlo desde dentro. Para cambiar el deporte, para cambiar la educación, hay que mojarse, y por eso estoy aquí”.

Hace algunos años, según reflejaba su perfil de LinkedIn, se desempeña como Técnico deportivo en el Ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes, en la capital del país ibérico. Entre otras cosas, es un confeso hincha del Atlético de Madrid, equipo con el que ha expresado un alto grado de identificación, pues para él ese club “representa el sufrimiento en la vida, año a año el Atleti nos demuestra que la vida de color de rosa es para pocos”.

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