Probablemente muy pocos jóvenes ahora tengan idea de quién es Rubén Cuesta Palomo, conocido en el mundo artístico como Kandyman. Quizás no sepan que este hombre, nacido en Santiago de Cuba en 1976, fue uno de los pioneros del reguetón cubano, pues, pudiera decirse que desde su rincón en el oriente comenzó a catapultarlo —directa e indirectamente— hacia el fenómeno que es hoy.
“Mi inspiración llega de que yo viví en el barrio de Altamira, con muchos morenos con dreadlocks y rastas, fumando yerba y escuchando la música de Jamaica que entraba por esa parte del país. Allí amanecías y te dormías con esos ritmos, y de ahí vengo yo como artista”, declaró en una reciente entrevista, en donde también añadió que se nutrió de las influencias panameñas y puertorriqueñas para crear su propio sello.
Su carrera empezó a temprana edad, como él mismo cuenta, y fue uno de los primeros en usar el ragga y el dancehall jamaiquinos en sus composiciones, creando así el primer sonido único de «cubatón» a principios de la década de 2000. Más adelante conectó con Baby Lores y otros artistas, quienes empezaron a «pegarse» entonces, y por ahí vinieron featurings importantes de la talla de Una loca como tú.
Sin embargo, a pesar de la revolución que gestó sin ánimo ninguno de convertirse en líder ni caudillo, Rubén, quien pegó temas como Señor oficial (versión de un tema de Eddy Dee), El pru, La cosita, El chinito y otros tantos que las personas iban pasando de casete en casete, terminó minimizado por la censura y el fatalismo geográfico.
“La capital de mi país produce su propia música, pero tienen el monopolio de la promoción, por eso cuando tienen que eliminarte lo hacen. Todavía estoy esperando que llegue un reguetonero cubano a negar lo que yo digo”, expresó en una ocasión.
“Cuando haces una revolución, tú no disfrutas del pastel, sino los que vienen detrás. Por eso tengo que decir bien alto que fui yo y la gente de Santiago los que empezamos esto, no los capitalinos”, dijo en otra conversación publicada en 2017.
“No obstante, todo habanero de mi época sabe que allá me fue bien y me ayudó gente como Alexander, el de Gente de Zona. Sin embargo, yo era oriental y no convenía. En la EGREM, una directiva me dijo que yo no iba a triunfar, y cuando le dije que había otros iguales que yo, que estaban triunfando, me contestó: ‘vete pa’ Santiago, mijo’”, reveló en ese propio diálogo.
Las sanciones a nivel mediático, más su radicalismo con varios colegas de profesión y la deslealtad de otros, hicieron que Cuesta llegara a ser bastante olvidado en Cuba. Poco a poco, muchos que una vez quebraron sus caderas al ritmo de su dembow, lo borraron del “disco duro”.
Resignado a esa suerte de ostracismo que vivió aquí durante casi una década, este showman, que ya cuenta 46 años en sus costillas, emigró hacia Estados Unidos en 2017, luego de hacer una gira por Puerto Rico también.
Al otro lado del Atlántico continuó su tirantez con los promotores cubanos, quienes, según él mismo ha declarado, “no me pueden ver porque creen que les voy a joder su negocio”.
“Desde que llegué a Miami me he subido en tarimas, he hecho conciertos y me han realizado sabotajes, diciéndome que no puedo cantar, que no hay dinero para mí. Los colegas me tienen pánico”, contó.
Sin embargo, Kandyman, quien cambió su nombre artístico en 2019 (colocó una «K» al inicio, en lugar de una «C»), debido a su vínculo con Kobalt Music Group, ha dicho que él hace música como un estilo de vida y no para competir. Se ha definido más como artista de causa que como creador comercial.
Para él, el éxito de muchos de sus compatriotas de ahora no es una razón de recelo. No obstante, dijo una vez que no escucha a reguetoneros cubanos de hoy “porque no tienen flow”.
Cuando el sueco Michel Miglis organizó el primer Cubatonazo, fundamentalmente con cantantes de Santiago de Cuba y algunos otros exponentes destacados del país, Rubén estuvo allí como el primero. Pese a ello, una vez establecido en el país de las barras y las estrellas, si bien participó en una de las ediciones, luego le fue negada la vuelta al movimiento que él mismo inició.
Una opinión generalizada sobre este artista santiaguero, entre personas que se mueven en ese mundillo: es tildado de loco por sus posturas políticas y su filosofía de vida, por tanto, no desean que su presencia les eche a perder las ganancias.
“Desde los 12 años era un delincuentillo, marihuanero, prostituto y todo eso, pero me estoy retirando porque entendí que si seguía en ello no iba a durar tres días. Yo tengo un historial más viejo. No vengo de la pepillez, de la cadena y esas cosas. No crecí con esa lujuria. Mi estilo de pensamiento es budista y no creo en lo material, ni en el sufrimiento. Mi única cadena es de plata y es un recuerdo de mi mamá”, explicó.
De acuerdo con sus propias palabras, actualmente se está produciendo un filme titulado La Caliente, el cual servirá para contar su verdadera historia y la de otros cantantes que han compartido con él dentro de la música urbana a lo largo de varias décadas.
Por ahora, sigue publicando temas y confiesa que en su mente no hay dolores ni sueños, que no quiere nada de lo que tienen los demás. Una de sus aspiraciones es regresar algún día a su tierra natal para pasar las tardes pescando en su querida Santiago de Cuba.
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