#checkpoint: «Desktop Dungeons»: explorar mazmorras y construir un pueblo

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La historia de este videojuego parte de una premisa sencilla: un grupo de sobrevivientes crea una pequeña base en una zona bien inhóspita. Captura de pantalla realizada por el autor de este texto.

A esta altura es un poco absurdo discutir el impacto de Dungeons & Dragons (1974) en la cultura popular. No importa si nunca lo has jugado o escuchado sobre él, pero es bastante probable que alguna vez hayas visto una película, leído un libro, o jugado un videojuego que bebió o se inspiró de alguna forma en la obra de Gary Gigax y Dave Arneson. Son tantas las mutaciones y subproductos que han surgido del juego de mesa, que a veces es difícil seguirles la pista; aun así, es fácil notar cuándo algo emana esencias provenientes de Dungeons & Dragons. Ese es el caso de Desktop Dungeons (2013, QCF Design), un roguelike con elementos de puzzle, que toma como base la parodia para sumergirnos en un mundo de fantasía cargado de lugares comunes.

La historia parte de una premisa sencilla: un grupo de sobrevivientes crea una pequeña base en una zona bien inhóspita. En un inicio son solo humanos. Poco a poco se suman nuevas razas y liberas distintas clases. La mayoría de las misiones o aventuras parten de la taberna, que funciona como la puerta a territorio inexplorado. De ahí en adelante toca adentrarse en las mazmorras, explorar y encontrar nuevas criaturas a las que enfrentar o dispuestas a unir fuerzas con nosotros, ya sea por intereses económicos o motivos que no quedan muy claro.

El humor es una de las mayores virtudes de Desktop Dungeons. Pese a unos compases iniciales bastante serios, más adelante el juego comienza a tomar un tono satírico. El taxidermista está formado por múltiples pedazos de dudosa procedencia, uno de los primeros enemigos es una cabra asesina, los vampiros son unos capitalistas despiadados que solo piensan en chupar dinero, y de ahí en adelante, cada cuadro de diálogo o interacción está marcada por el humor. Los hechizos están escritos justo como se pronuncian, los objetos mundanos tienen descripciones mundanas; nada escapa: es un mundo fantástico construido sobre la concepción de cuán ridículo se puede llegar a ser a la hora de crear el lore de un universo.

Desktop Dungeons estuvo por años en desarrollo, y si vemos cómo lucía en un inicio y lo comparamos con su apariencia actual, podemos apreciar una diferencia brutal. De hecho, recientemente publicaron una nueva versión con gráficos 3D: Desktop Dungeons: Rewind (2023, QFC), que en teoría no cambia mucho el contenido, pero aun así vale la pena. Sus desarrolladores, que después de 10 años continúan mejorando la obra, han buscado distintas formas de exprimirle ganancias, lo cual tiene todo el sentido del mundo; no trabajas más de una década en un mismo videojuego solo por amor al arte.

La mecánica principal se halla en la exploración de unas mazmorras estáticas, donde debemos descubrir a los enemigos, derrotarlos para subir de nivel y asesinar al boss del calabozo. Todo muy clásico excepto por dos giros interesantes. El primero está en que la exploración de zonas desconocidas nos permite recuperar vida (al igual que a los enemigos) y maná, por lo que descubrir por completo el mapa, o hacerlo sin eliminar rivales, no es aconsejable. El segundo giro tiene vínculos con el tema de la experiencia y subir de nivel: quienes más experiencia aportan son los adversarios más fuertes (si tenemos nivel 4, los que tienen 5, 6, o superior), pero derrotarlos es bien difícil, por lo que debemos buscar formas ingeniosas de hacerlo, o no lograremos vencer al boss. Es por ello que el juego está etiquetado dentro de la categoría puzzle: subir de nivel es un quebradero de cabeza.

No importa cuántas horas le dediques a Desktop Dungeons, siempre descubres cosas nuevas de forma muy casual. Captura de pantalla realizada por el autor de este texto.

Los calabozos se generan aleatoriamente y, aunque algunos poseen una estructura predeterminada, nunca enfrentamos los mismos retos. Esto tiene como inconveniente que a veces se vuelvan un poco más difíciles debido a la generación, pero tampoco es algo terrible. Lo terrible es no tener idea de cuál es la raza o clase adecuada para enfrentar un nivel específico, o si necesitamos un objeto que aún no hemos descubierto para poder salir victorioso; esos son los momentos donde Desktop Dungeons te deja desnudo y un poco frustrado. No obstante, siempre puedes adentrarte en mazmorras ya completadas solo para ganar dinero y mejorar las condiciones del reino; tal vez solo necesitabas una mejor herrería.

Los dioses son otros elementos que pueden cambiar el estilo de juego en una partida. Si de pronto encontramos un altar, y entendemos que puede traer algunos beneficios, adorar ese dios puede ser una buena idea. Sin embargo, estamos condenados a actuar bajo sus reglas hasta que terminemos el nivel o, de lo contrario, sufriremos castigos y un incremento en las estadísticas de los enemigos.

No importa cuántas horas le dediques a Desktop Dungeons, siempre descubres cosas nuevas de forma muy casual. A veces estás explorando las diferentes tiendas, unas infames máquinas expendedoras, en busca del amuleto ideal para esa partida, y ¡pum! de la nada, encuentras una piedra filosofal a la venta. No te ofrece ninguna ventaja, pero sabes que debes comprarla y volver a casa, sin importar nada más; es el tipo de objetos que seguramente atraerá a una nueva clase de guerrero, o te permitirá tener un nuevo gremio vinculado a tu poblado. Y en efecto, unos transmutadores te abordan al regresar, te preguntan sobre la piedra y establecen su pequeña base de operaciones. La buena noticia es que ahora, con su presencia, tienes acceso a unos manuscritos que te permiten transmutar objetos, una nueva ventaja para afrontar una dificultad ascendente.

Desktop Dungeons es el clásico juego que abres para dedicarle unos minutos y refrescar antes de continuar con otra tarea, y bien te funciona como coffee break o termina arrastrándote por horas en la búsqueda de una maldita bruja. Puedes pasar meses sin jugarlo y cuando lo retomas, no has olvidado nada, todas las reglas y estrategias siguen ahí en tu cerebro. Es como pasar una temporada lejos del hogar, y al regresar, esa distancia fortaleció los vínculos con tu espacio o, en este caso, la capacidad para saber cuál es el próximo paso en el calabozo. Honestamente, es de los pocos juegos que no deseo ganar, prefiero que esté ahí eternamente, ya sea para desternillarme de la risa o pasar horas buscando la solución óptima.

Trailer:

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