Si un recuerdo jamás escapará de la memoria de quienes la vieron (quizás en más de una ocasión), es el de las aventuras Los Papaloteros. Las sinopsis de esta no hacen justicia a lo que realmente fue, al describirla como la historia de un niño muy pobre que va desde Santiago de Cuba hacia La Habana para ayudar a su familia, en medio de un año tan complejo como 1958. Realmente es una obra de amor, de amistad, de una infancia con las travesuras típicas de la edad, pero con la madurez del momento que les había tocado vivir.
Xavier Mili (Pedrito), Etiane Alfonso (Cutú) y Ariel Fundora (Juanito) fueron los pequeños que marcaron esa página de la televisión cubana. Estos hacían papalotes y en ello veían una vía de escape, para vender y ganarse algún dinero, para jugar y divertirse e, incluso, para burlarse del gobierno de la época y sus prohibiciones.
De Xavier y Etiane mucho se ha hablado; ambos se han mantenido en el mundo del espectáculo, dentro y fuera de Cuba. Sin embargo, Ariel, aunque también en ese mundillo, ha llevado una vida más alejada de los medios.
Este último nació el 20 de agosto de 1978 y desde una edad temprana formaba parte de un grupo de teatro en la Casa de la Cultura Justo Vega, del municipio habanero de Arroyo Naranjo.
Cuando tenía solo 11 años se enroló en una travesía de la cual no alcanzó a imaginar la magnitud. Vía telegrama, su profesora se enteró de la convocatoria para un casting, y cuando él llegó a Mazón y San Miguel había más de 500 niños.
Ese día lo recuerda con detalle. Rememora, por ejemplo, que se hizo de noche y todavía no había logrado entrar a la prueba. De la audición cuenta que le dieron algunos datos del personaje (“no tienes mamá, tu papá es alcohólico y tienes que decirle que suspendiste la prueba de Matemática”). Al momento de la escena, empezó a llorar, con tal miedo, que el director, Eduardo Macías, llamó a su familia no solo para comunicarles que el jovencito había sido aceptado para el papel, sino también para preguntar si había alguna situación de violencia en su casa.
Más de 30 años después de la transmisión de la teleserie, Ariel ha hablado del suceso. Reconoció, en una entrevista concedida a Somos Miami TV, que “hasta el final voy a seguir siendo Juanito Caimán, de Los Papaloteros”.
El éxito de aquella producción ha acompañado a sus personajes por siempre. Mucho tienen que ver en esa cuestión, además de su innegable calidad, las varias reposiciones que ha tenido en la televisión a lo largo de los años.
Anécdotas asociadas a la fama, Ariel conserva muchas; por ejemplo, cuando hicieron una obra de teatro basada en las aventuras, en el teatro Karl Marx, cada semana más de cinco mil personas se daban cita, se agotaban las entradas y los esperaban a la salida. Recuerda tales momentos al estilo de lo que ocurría con las estrellas de rock.
Después de esos tiempos frenéticos, entró a la Escuela Nacional de Arte, en 1994, para estudiar actuación durante cuatro años. Con esos conocimientos y la experiencia previa, en 1999 obtuvo un personaje corto en la telenovela Si me pudieras querer, del director Rafael González. En dicho audiovisual compartió con actores como Mario Balmaseda y Susana Pérez.
A lo largo de su carrera en el mundo del arte estuvo rodeado de grandes como Asseneth Rodríguez, Rogelio Blaín o Corina Mestre. “Yo no me di cuenta de quiénes eran los que me rodeaban”, dijo en la entrevista antes mencionada.
Más adelante, estudió y se graduó en el Instituto Superior de Arte y tuvo entre sus profesores a Carlos Celdrán, destacado dramaturgo y director teatral.
Lo siguiente en su vida se resume en constancia: más de 15 años en el mismo trabajo como animador del Acuario Nacional de Cuba, lugar al cual llegó para buscar cambiar de aires. Considera su labor como algo muy serio, debido al trato con público y con animales. Aunque lleve tanto tiempo, no siente que haga lo mismo de forma cotidiana: se mueve entre lobos marinos, delfines y actuaciones en las que todo cambia. “Si volviera a nacer, haría de nuevo ese trabajo”, declaró.
Ariel dice que sus sellos son Los Papaloteros y el Acuario; quien no lo recuerde por una de las dos, lo reconoce por la otra. No obstante, ha hecho algunos papeles cortos para audiovisuales, siempre respetando su trabajo como animador.
Solo para grabar las aventuras Los tres Villalobos se ausentó un año del Acuario Nacional, pero luego volvió a su puesto. Además, ha participado en algunos capítulos del policíaco Tras la huella.
Recuerdo en 1991 una miniserie titulada el cucu mi se despierta los domingos junto a Jorge Martínez