Es falso. Pero alguien viene y te dice que van a sacar papa, por ejemplo. Y tú sabes que es falso. Y ese alguien te dice que el sobrino del ahijado escuchó esa mañana en la radio provincial que van a sacar papa. Y no te dice cuándo ni dónde pero habla de tal modo que parece que sus propios oídos escucharon la radio esa mañana. Y tú te crees que van a sacar papa.
Esa mañana, esa, por ejemplo, tú estabas a las cinco levantándote para sacar un turno, por ejemplo, en el estomatólogo. Viste salir el sol en la escalera del policlínico con una docena de pacientes que fueron incorporándose. A las siete la enfermera repartió los turnos. Tú eras el siete. A las ocho y media estabas todavía sentado en una de las sillas plásticas de la sala de espera. Y a las once te hicieron el empaste. Así que el tiempo no te alcanzó para escuchar la radio. Ahora son las tres. Por el dentista tienes el día libre en el trabajo. Y alguien dice que sí, que ya es seguro, que van a sacar papa en todos los agros, en todas las bodegas, en las carretillas. Pronto. Te emocionas. Llegas a casa, miras el viandero. Ni papa. Te imaginas cuánta ilusión le va a hacer a tu esposa llegar y tener papa en la cocina. Buscas dinero. Agarras una jaba. Vas al agro. Preguntas. El que atiende te dice que no hay papa. Tú le dices que lo oíste en la radio esa mañana, y tiene que haber papa. Tú no oíste la radio, oíste a alguien que oyó por otro alguien algo que dijo la radio. El hombre te dice que no hay papa. Así que caminas cinco o seis cuadras hasta otro agro. Te dicen que nada. Que han venido gentes preguntando y que van a sacar papa en algún momento. Pero ese momento no es ahora mismo. Dicen que te fijes en los carretilleros.
De vuelta a casa metes la cabeza en todas las carretillas y no hay papa. Estás pensando en que el hombre te dijo (aquel que lo escuchó de boca de alguien) que sí, y que sin embargo no te dijo ni dónde ni en qué fecha. Llegas a casa, guardas el dinero. Llega tu esposa y no le dices nada porque mañana quieres sorprenderla. Luego te acuestas. Agarras el sueño con limpidez. Animado, riendo. Con la celeridad y la confianza en todo lo que va a pasar mañana. Planificado todo. Así, al detalle. Te ves llegando del agro con la jaba llena de papa, la cara de tu esposa. Te ves comiendo papa frita, hervida, rellena, hecha puré, tambor de papa. Como si todo pudiera ser bueno.
Como si ahora tuvieras deseos de dormirte y de despertarte rápido.
Con el salto mortal en el estómago que siente uno cuando se ilusiona.
Y una ilusión es una cosa seria.
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