Ejercicio casero: Día 4

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Foto tomada de Unsplash

Me paso todo el día viendo porno como si tuviera 14 años. A veces abro una página, escribo dos frases, les doy tres vueltas. A veces escribo cosas que hacen mejor, no sé, que por lo menos no me obligan a pensar demasiado, me obligan a sentir. Me paso el día fregando platos, escuchando música, haciéndome café, durmiendo solo, me paso el día en cosas encantadoras. Estoy enjaulado y les estoy cogiendo miedo a las palabras. (Ahora por ejemplo había escrito “le estoy cogiendo miedo a las palabras”, regresé y puse “les”. Así se dice.)

Soy feliz frente a situaciones graves. Me dan cosquillitas en el estómago como los cigarros que planifico, a los que les doy vueltas con la mano mientras está el café. Días antes del virus, por ejemplo, iba en una ambulancia y al lado mío una niña de un año que había caído por una escalera. Tenía un morado en medio de la cara. El padre parecía de 18 años y la madre de 16. Estaban muy nerviosos. La madre iba cargándola en los brazos, envuelta en el pañal, menuda, linda; la niña iba cerrando los ojitos, tenía el sueño de un trauma encefálico. El médico había dicho que no podía dormirse y la ambulancia tardaba demasiado hasta el hospital. El padre sostenía las manitas de la niña, las apretaba, le decía nena, no duermas, por favor, y le cantaba; la madre sostenía las ganas de llorar. Yo estaba al lado, mi niño también iba en la ambulancia y estaba bien: un poco de catarro. Tuve esa sensación insoportable de felicidad y luego miré afuera porque tenía ganas de romperme en pedazos de lágrimas y no podía.

Hoy he estado todo el día con un párrafo y también tengo ganas de romperme. O de que el texto se me escriba solo, que yo nada más tenga que firmarlo. Pero nada. Les doy vueltas a las frases, reacomodo, las borro, las devuelvo, busco pornografía y me acotejo en mi soledad. Si no escribo no siento. Pero mientras no escribo, como sé que tengo que hacerlo, tengo esa cosquilla nerviosa de placer. Maldito oficio. Ya oscureció. Se me cierran los ojos. Me canto solo para no dormir.

P.D: Si quieres leer las anteriores entradas, puedes hacerlo aquí.

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Jesús Jank Curbelo
Jesús Jank Curbelo (La Habana, 1991). Padre de Ignacio en 2014. Graduado de Periodismo en 2016. Ha publicado Los Perros (novela, Guantanamera, 2017) y textos en revistas y antologías en dos o tres países. Guionista de espacios dramatizados para RadioArte (2013–2015). Reportero y columnista del diario Granma (2015–2018). Reportero en Periodismo de Barrio y columnista en El Toque.
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