F(r)icciones: Recordarán mi nombre (La vida en serie de un asesino)

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Foto tomada de Tinta Roja (Policiales).

Lo que sigue son fragmentos del diario de Franco Gieri, compañero del asesino serial Cayetano Santos Godino, el Petiso Orejudo. Ambos estuvieron presos en el Penal de Ushuaia, Tierra del Fuego, Argentina. Esta prisión se conocía como “La Cárcel del Fin del Mundo”. Allí estuvo Godino desde 1923 hasta su fallecimiento en 1944.

Las páginas del diario de Gieri recogen algunos días y hechos de la vida de Godino. El documento, en su versión original, es mucho más extenso. En este caso solo se extrajeron aquellos pasajes (correspondientes a los años 1927 y 1944) que hablan sobre el Petiso Orejudo…

ABRIL 12

Que vinieron ayer noche, los doctores, a la celda del Petiso, con dos cantinillas de pulpa de fruta y se la hicieron beber. “Prepárese, Cayetano —dijo el sargento cuando los médicos se fueron— que mañana le cortan las alas”. Y allí se echó unas risas el sargento, ese que le dicen Toro, por lo fuerte y la de trompadas que da, ché… No sé si el Petiso también se echó a reír, pobre, que va a perder esas orejas grandísimas donde se le esconde el crimen y la locura, así como dijo un científico de esos importantes, que había que rajarle las orejas para curarlo. De eso hablaron los otros ayer, perros, en la hora de recreo, inflados de tanto caldo de carne vieja, tirados en el piso, y todos se reían del Petiso, pobre, con su cantinilla de jugo en la esquina del patio, agachado en el solejar. Y Toro vigilándolo: “Petiso, de ahora a luego, solo sorbitos de pulpa”, y le dejaba un puñetazo. “Pará, cabrón, soltá”, y se quedaba en su esquina, agarrado a la pulpa, con la cara entre las orejas. Yo tenía ganas de darle de barras al Toro y escupirle su hocico paraguayo, pero entonces vendría la guardia y me daría de palos y baldes de agua fría para todo el mes. Además creo yo que al Petiso nada le importa y por eso se sonríe allí en su esquina, a los pies del Toro, y toma su pulpa con su boca grande entre sus orejas malas. Pobre, mañana no las tendrá.

ABRIL 13

Estaba saliendo el sol cuando se llevaron al Petiso. Pasó frente a mi celda y lo vi por el flequillo de la puerta, con la cabeza gacha. No dijo nada, pobre. Calló, como aquí eso es lo mismo que gritar. Lo poco que salió de su boca se lo escuché una tarde, en la cocina: “Franco —me dijo— yo no vine loco a este fin del mundo, me pusieron loco aquí. Decíme a qué niño no le gusta jugar con fuego y castigar a otros niños. Hice mis cosas malas, pero ché, fuera hay gente peor que nosotros”. Yo no sé medirlo bien, al Petiso, porque el crimen en mí es deseo de mujer, de la Leticia, la hija del patrón, de la Rosita, que se me fue debajo de las manos sin darme ni cuenta. Descanse en paz. Pero el Petiso no sé, con eso que dicen de que mataba niños, les quemaba las ropas puestas y los párpados con cigarros encendidos. Supe que una vez metió un clavo en la cabeza de un chico todavía vivo. Quizá esté loco el Petiso, quizá sí que deben cortarle las orejas para sacarle lo malo y los demonios de adentro. A lo mejor ya luego luego no hace más cosas de esas, como aquella que por aquí cuentan, que un día, hallándose feliz, metió cien puñaladas a una yegua.

 ABRIL 17

Cuatro días sin ver al Petiso ni en la comida ni el recreo. Ayer escuché a Santino decir que le habían cortado un trozo de mente y que seguro seguro el Petiso se muere o se queda tonto. Ayer noche puse el oído a ver si lo sentía, y nada. En su celda solo entran los enfermeros y los doctores dos veces al día, que le preguntan cosas, pero yo no oigo la voz del Petiso, pobre. Yo creo que está muerto ya pero los sargentos no lo dicen, perros, para que no se nos suba el miedo, porque luego luego puede ser cualquiera de nosotros el próximo a quien le corten las orejas.

ABRIL 20

Hoy por fin el Petiso volvió al patio. El Toro lo llevaba de cerca, por débil el otro. A todos se nos prendió una mueca cuando lo vimos, al Petiso, más flaco, pero todavía tiene orejas. Ahora las tiene más chicas y pintadas de rojo, no sé, todavía no entiendo qué le hicieron y tal que es una verdad eso que dijo Santino y le cortaron la mente, porque pasó al lado mío y ni cuenta. El Toro lo puso al solecillo, otra vez con la cantinilla de pulpa, sin beberla. Yo creo que lloraba.

SEPTIEMBRE 26

Todos en el Penal saben que el Mago le tiene ojo y ganas puestos al Petiso y que los sargentos dejan al Mago metérsele en la celda, algunas veces, porque el otro les paga cosas que no sé. Ya sé muy poco de las tristezas del Petiso, porque me cambiaron de celda por un codazo que le di al Toro, PERRO, y me echaron en el hueco luego de partirme la cara y los dientes. Yo igual ando más triste que el Petiso porque estoy más viejo y ya ni pienso en la Rosita ni en la Leticia, aunque a veces rezo a sus almas así como me enseñó el cura, señor Laredo. No sé si el Petiso reza, pero debería hacerlo a ver si un dios le mata al Mago que lo goza y lo golpea cuando le da la gana. Yo mataría al Mago, pero estoy viejo, a mí solo me queda fuerza para tirarme a morir.

NOVIEMBRE 3

Cacho, uno de los protegidos del Mago, es el cuidador del gato ese al que le dicen Botas o Montero o Titán según quien lo llama para echarle sobras o acariciarlo. Yo lo llamé solo una vez, le dije Leticia y por ese nombre respondió. Yo no sé cómo lo llama el Petiso, pero he visto que el gato va y se le mete entre las piernas y le ronronea y se encrespa. Y el Petiso, pobre, ríe una de esas pocas veces que se le ha visto. Cuando los demás presos lo ven acariciar al gato y ser feliz, todos recuerdan aquella otra vez en que la alegría del Petiso se cobró la vida de una yegua. “Yo sé bien que sos un mierda que mata animales —le dijo Cacho la otra tarde—. Si le tocás un pelo a Titán ni el Mago te salva”.

NOVIEMBRE 16

Ayer murió el Petiso en una agonía tremenda y sangrando, pues los perros al final le cayeron a patadas hasta partirle el estómago, el espinazo, no sé. Lo llevaron a la enfermería y ya no volvió. Los médicos dirán otra cosa luego, que algo le andaba mal al Petiso y lo escribirán para que conste pero es mentira, y yo lo pongo aquí para salvar todo lo que ha de morir. Como yo, como Botas o Montero o Titán o Leticia, ese gato difunto que, con su muerte, se cobró también la del Petiso.

P.D: La columna Fricciones recesará durante algún tiempo. Por ahora, te dejamos todos los trabajos sobre los asesinos en serie… (Si quieres leer todas las Fricciones, debes seguir este enlace).

F(r)icciones: La paz, la carne fresca

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F(r)icciones: Matar como silbar

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