Pocos minutos después del fiasco, en la zona mixta, dicen que Orlando Ortega soltó una frase dura de digerir para cualquiera que la pronuncie. Afirmó que quería “desaparecer de este planeta”. La severidad consigo mismo la provocó un resultado totalmente fuera de planes. Al Campeonato Europeo de atletismo en pista cubierta, celebrado en la ciudad escocesa de Glasgow en los tres primeros días de marzo pasado, el cubano naturalizado español llegó como número uno del escalafón europeo en la joven temporada y muchas expectativas de terminar primero.
Concluida la final de los 60 m/v, el domingo 3 de marzo, en la pista del Emirates Arena cruzó primero la meta el chipriota Milan Trajkovic (7.60 segundos). Orlando no fue ni segundo ni tercero. Como subtitular quedó el francés Pascal Martinot-Lagarde (7.61 segundos) y tercero entró el también galo Aurel Manga (7.63 segundos). A una centésima quedó el artemiseño de la medalla de bronce y el cuarto lugar obtenido prácticamente fue el acabose para él. No es criterio del autor, sino que sus declaraciones posteriores eso dieron a entender, muy claramente.
Refiriéndose al fracaso en la carrera, dijo que fue un golpe muy duro asociado a problemas personales, vinculados con el atletismo. También dijo que no tenía que ver con la Federación Española. La gravedad de su asunto la sentenció así, como un legionario herido, “es importante hasta el punto de que ahora mismo puedo decir que no sé si seguir”. En el atletismo, se refería a seguir en el atletismo.
Más adelante planteó que tras el desencanto, tocaba intentar arreglar las cosas, sentarse en su casa y pensar qué haría con su vida. Al final de esa frase, aseguró “…pero igual no está en el atletismo”. Parecía decidido en sus palabras y en su futuro. En aquel momento, cuando leí sus declaraciones, me sonó increíble que saliera de la boca de Orlando Ortega —27 años y subcampeón olímpico— una supuesta retirada prematura de su hábitat. Quise creer que todo fue consecuencia de un brusco sobresalto. La combinación perfecta de miedo, inquietud e incertidumbre invita a la autoflagelación.
Después del 3 de marzo Ortega pensó mucho. Comenzó a arreglar las cosas, a poner sus ideas en orden y a reencontrarse, más que todo. Comprendió más pronto de lo que imaginamos que aquellas frases severas del 3 de marzo no fueron más que un calentón y merecían salir de su radar. Cuatro días después de la fatal jornada en el Europeo, decidió dejar de entrenar con su padre y sumarse a la disciplina del preparador Antonis Giannoulakis, técnico del chipriota Trajkovic, el campeón en Glasgow.
Lo que oyó de Trajkovic sobre su entrenador fue suficiente para trasladarse hacia Chipre casi una semana después de quedar cuarto. La última carrera del vallista antillano fue precisamente la del 3 de marzo. Lleva sin competir dos meses y 13 días, pero la pausa este sábado tendrá su fin.
En la segunda parada de la Liga de Diamante será la reaparición de Ortega y su debut al aire libre este año. Shangai abrirá una nueva puerta en su carrera profesional, nadie lo duda, principalmente después de lo expresado en Escocia, al calor de la derrota. Entre los inscritos está Trajkovic, el jamaicano Omar McLeod y Sergey Shubenkov, así que el reto no será nada fácil. Orlando, en 2016, ganó el trofeo diamantino.
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