Patricia… Digo ese nombre sin miedo, pero con la garganta seca; con una punzada en la costilla falsa, tal como ella, a quien todo un año le escribí en las libretas el nombre con minúscula para empezar a olvidarla por el comienzo. Por perra, por quererme tanto y al mismo tiempo odiar hasta mis tendones. Por eso, y porque para sacarla de adentro sufrí sangrías lentas durante meses que recuerdo todavía con un dolor físico.
Entonces la veo hace poco, de paso desde la otra acera, un día de estos tantos años después de su dictadura sobre mi cuerpo, y entiendo, todavía, por qué me enamoré de ella. Ahora, cuando ya no me suena raro decir que fue la primera mujer en mostrarme el rito de la sangre, aquella noche en su casa, bien tarde, bajo el foco sobre el espejo me mostró en la taza de baño un medusario rojo en un mundo amniótico: universo de coágulos. Esa noche Patricia me enseñó por qué no confiaba en las íntimas Mariposa, y cómo tenía que usar dos juntas en los primeros días para no mancharse la cara interior de los muslos. Y supe más, porque en lo adelante, en aquellos cuatro meses de tanto y nada, aprendí solo a cambiarle la almohadilla, y cómo despegar el papel adhesivo, desplegar las alillas y sujetarlas al blúmer como si la íntima hubiera estado allí siempre, entre las piernas de Patricia, bajo su vulva enferma. Y ella, que era reina y hada, y a la par un demonio súcubo, disfrutaba mi servidumbre, y esos otros detalles míos, como aplicarle pasta lassar en los bordes irritados de su pubis…
Después me dejó como se dejan a los hombres tontos sin recursos ni métodos. Y estuve yo todavía tanto tiempo luego deseando poner de nuevo una funda de algodón en la intimidad de Patricia, que no pude desde entonces dejar de admirar la liturgia menstrual en mis otras damas. Ah, Pati, desde mis veranos tímidos hasta el hombre de ahora que no tiene miedo… Me da igual que sepas cuánto y cómo te recuerdo. Tú me enseñaste todo lo que no aprendí de mi madre.
Nota: Este es el primer trabajo de Me iré con ellas, una nueva columna del autor. Antes, nos había regalado F(r)icciones.
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