El pasado 15 de febrero, Yadira Silva retuiteó un mensaje del periodista deportivo Fernando Moreno: “El tenis de mesa se originó en Inglaterra a finales del siglo XIX; en Juegos Olímpicos la pelota alcanza una velocidad arriba de 100 km/h y se le dan dos golpes por segundo. Según la NASA es el deporte más difícil”. “Para los que dicen que es fácil el tenis de mesa”, escribió en ese entonces la matancera nacionalizada mexicana en 2004. Más difícil, probablemente, sea disputar tres Juegos Olímpicos de forma consecutiva (2008, 2012 y 2016), pero esto último, lógicamente, vende menos que el dato sobre la velocidad de la pelota. Esto último también vende menos que el hecho de que algo lo asegure la NASA.
Pudieron haber sido cuatro olimpiadas al hilo, pero la también matancera, Daniela Fonseca, se interpuso en la ruta de Yadira rumbo a Tokio. Hace poco más de tres meses, en el Clasificatorio Latinoamericano con sede en Rosario, Argentina, la joven antillana la derrotó en siete sets, luego de más de una hora de partido, y aseguró su cupo hacia la urbe japonesa.
Le quedaba todavía la posibilidad de avanzar en el doble mixto, junto a su compañero Marcos Madrid. Ambos cayeron en las semifinales ante la pareja conformada por la cubana de 18 años y Jorge Moisés Campos, quienes luego obtendrían su boleto tras vencer en la final a los chilenos Paulina Vega y Juan Lamadrid. “Me siento tranquila, en paz porque di todo, luché hasta el final, no claudiqué, creí en mí”, publicó en su cuenta en Twitter.
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Un año atrás, la web oficial del gobierno mexicano celebraba el aniversario doce del debut de la primera tenimesista de ese país en unas olimpiadas. Veintidós años tenía cuando perdió en la etapa preliminar de Beijing 2008 ante la croata Andrea Bakula, resultado que la colocó en el puesto 64.
En los siguientes Juegos no tuvo que disputar esa ronda, pero fue superada en la primera por la norteamericana Ariel Hsing y finalizó en el escaño 49. Su única victoria llegó en Rio 2016, cuando doblegó a la siria Heba Allejji por 11-2, 11-1, 11-2, 11-4. Luego no pudo vencer a la eslovaca Barbora Balážová, quien, luego de ese triunfo, avanzó a la segunda fase. Silva igualó el escalafón que había ocupado en Londres 2012.
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Comenzó a practicar ese deporte a los diez años, impulsada por su hermano. Durante el tiempo en su tierra natal, participó en la I Olimpiada del Deporte Cubano y se llevó cuatro medallas con solo 16 abriles. Su nombre empezó a sonar entre las principales promesas de esa disciplina en el país.
En una entrevista que ofreció a El Financiero, contó que, en 2003, durante un evento en Cancún, conoció a Roberto Madrigal, quien formaba parte de la selección mexicana. Pronto se hicieron novios y luego él vino a Cuba para casarse con ella. Tiempo después viajaron hacia tierras aztecas y se establecieron en el estado de Tabasco.
Unos meses más tarde nació su hija Yadira. Pensó en dejar el deporte para dedicarse a cuidarla. Recibió la nacionalidad mexicana luego de dar a luz. Durante cuatro años, dijo, no practicó el tenis de mesa de forma constante. Su esposo, quien también es entrenador, se desempeñaba como gastroenterólogo y, gracias a su poder adquisitivo, pudo Silva continuar en el tenis de mesa.
Años después nació Angélica, su segunda hija; ganó el oro en los Centroamericanos y del Caribe de Veracruz; participó en campeonatos mundiales y llegó al puesto 112 del ranking del orbe.
En 2016, durante un conversatorio con jugadores de Quintana Roo, narró: “me despierto muy temprano para preparar a mis hijas para la escuela, preparar la comida, ir por ellas al colegio, cosas de la casa y, posteriormente, a las 9 o 10 de la noche, entrenar y terminar entre medianoche, y no olviden que además estudio, pronto seré nutrióloga, ¿qué tal?, ¿ya se cansaron? porque yo aún tengo cuerda para rato”.
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