Jennifer Almeida, de «Amanecer feliz» a Jenn All Singer: «Para mí es natural ser multifacética, no me limito»

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Jennifer Almeida en varias de sus facetas artísticas. Imagen: Cubalite.

Hay muchas facetas en la vida de Jennifer Almeida. Primero fue Jenny, de Amanecer Feliz, ahora es Jenn All Singer. Canta, dirige, actúa. “Para mí es natural ser multifacética, yo soy géminis y no sé si tenga que ver con eso o con las ganas de vivir, de hacer, de experimentar, con los talentos que uno tiene. Para mí es algo que sale natural. No tengo ni un color preferido, ni una película, canción o animal favorito; el mundo es demasiado bonito y tienes tantas cosas distintas que ofrecer como para estar limitándote de esa manera y, partiendo de esa filosofía de vida, yo no me limito”.

Así comenzaba nuestra conversación con esta artista que se coló durante siete años, cada mañana, en los hogares cubanos. Le enviamos un cuestionario muy sencillo para que nos contara su historia.

Jennifer Almeida nació en el Cerro, un barrio habanero con una diversidad muy grande, donde vio peleas de gallo, una parroquia…

“Yo comencé a estudiar música con ocho años en la escuela Paulita Concepción. Estudié canto coral, pero desde los siete estaba cantando en un coro que se llamaba Serafín, de la Schola Cantorum Coralina, y luego con nueve pasé por La Colmenita. Yo formé parte de la generación que estrenó la Cucarachita Martina”.

Durante su infancia formó parte de La Colmenita. Foto tomada de su perfil en Instagram (jenn_all_singer).

De esta etapa ha dicho en su perfil en Instagram “fui tan feliz de abejita del bulto como de Reina de Corazón”.

Al pedirle que nos contase una anécdota de pequeña, dijo: “siempre cuento cuando me caí de una tarima, en los ensayos con La Colmenita, y me fracturé la clavícula. Me llevaron al Hospital Fructuoso Rodríguez y regresé con un yeso que me cubría todo el pecho y una mano que no podía usar. Estaba llorando y se acercó Tin Cremata, el director; vino a consolarme, a ver si me dolía mucho y yo le dije que no lloraba por el dolor, sino por no poder actuar. Eso a él le llamo la atención, le sorprendió mucho y me dijo que sí podía. Al día siguiente actué así, con el brazo roto, pero en el próximo no, me dolía mucho”.

Aunque a Jenny le molesta que la hagan elegir su preferida, entre todas las facetas de su vida, lo cierto es que la música siempre ha estado presente. “Mi primer recuerdo musical es de una grabadora Philips y la música de Michael Jackson. Yo estaba en el corral y recuerdo que me gustaba mucho esa música, me gustaba lo que provocaba en mí y bailaba agarrada al corral. Dice mi abuela, quien me cuidaba, que yo era tan disciplinada que cuando se me caía un juguete fuera del corral yo sabía saltar, lo recogía y volvía a entrar”.

Su carrera también comenzó por la música. “La primera vez que hice las pruebas para entrar en Paulita Concepción quería estudiar piano, lo había visto por la televisión. Cogí la cuarta plaza, pero no me dieron la oportunidad de ingresar, y cuando mi mamá llegó a casa llorando, le dije que no se preocupara, que yo volvería a hacer las pruebas y entraría. De adulta recuerdo ese momento porque a veces reacciono de una manera más dramática cuando me dicen que no, pero en esta carrera nos dicen que no todos los días y, sin embargo, de niña tenía esta determinación. Es importante recordar estas emociones puras que traemos de la infancia.

“Después de estudiar canto coral, pasé a dirección coral en el Conservatorio Amadeo Roldán. Al mismo tiempo, hice las pruebas para entrar en la Escuela Nacional de Arte (ENA) por actuación, aprobé y quise estudiar las dos cosas a la vez. Me dijeron que eso no lo había hecho nadie y yo no iba a ser la primera. Lo mismo me pasó luego en el ISA y me volvieron a decir lo mismo. Yo pasé por el ISA con el perfil de dirección de orquesta sinfónica”.

A partir de aquí comenzamos a entender lo que ha significado para esta versátil artista que la hagan elegir entre sus pasiones. No le gusta escoger entre sus facetas, no le gustan las limitantes. “Es algo a lo que me niego y alguna vez me ha afectado: he tenido algún conflicto interior como si yo estuviera mal por saber hacer tantas cosas, sin embargo, miro a mi alrededor y veo tantos que cada vez más van por ese camino; artista 360, creo que le llaman. Creo que eso es lo que siempre he sido”.

“Al mismo tiempo que estudiaba música, estaba en talleres y en grupos de teatro de aficionados. Una de las personas que me enseñó mucho de actuación cuando yo apenas tenía 14 años fue Jazz Vilá. En esa época él era apenas un adolescente, tenía 17 años y ya estaba armando un grupo de teatro en el Cerro y yo formé parte. Ahí hicimos obras como La casa de Bernarda Alba o Frida, que son dramáticamente bien complejas. También tomé clases con José Antonio Rodríguez, el fallecido actor”.

Pese a este saber hacer en varias materias, “la vida te va marcando caminos. Antes yo no tenía esa pregunta muy clara, pero la vida me llevó por el camino de tener que vivir fuera de mi  país y me di cuenta de que había apostado más por la música, pero no porque la actuación no me interesara o fuera menos importante en mi vida, sino porque era mucho más difícil entrar en la televisión siendo cubana, e incluso conseguir un representante sin haber hecho nada. Hablo por mi experiencia y la de otros colegas”.

No obstante, en su tierra natal fue la actuación la que la acercó a nuestras pantallas.

“Mis primeros papeles fueron con La Colmenita, pero en la televisión lo primero que se conoció fue Amanecer feliz, el programa infantil de Buenos Días, que fue lo primero que hice. Ahí era como una especie de conductora-cuenta-cuentos-actriz, pero también escribía el guion. Empecé en el 2006, era muy jovencita, aunque ya estaba graduada. Ya había cantado con Arnaldo y su talismán durante un año. Estaba formando mi coro Estrellitas, también de la Schola Cantorum Coralina.

Jennifer Almeida se inició en el arte a través del mundo de la música. Foto tomada de su perfil en Instagram (@jenn_all_singer).

“En Amanecer feliz estuve por más de siete años, hasta que vine a estudiar a España y por eso no seguí, pero creo que hubiera continuado muchísimo tiempo, pues era un programa al que le ponía bastante amor y entrega, debido a que tenía una gran responsabilidad al dirigirme a la familia cubana. El espacio no solo lo veían los niños, y sabía que iba a marcar la infancia de muchos, como otras personas marcaron la mía, y esos son recuerdos que se llevan para toda la vida. Sentía que tenía el compromiso de aportar cosas positivas, educativas, de evolución, de crecimiento”.

De esta etapa nos compartió dos anécdotas bien distintas.

“Llevaba menos de una semana al aire y me fui a un Círculo Infantil que quedaba cerca del ICRT porque quería saber si los niños ya me conocían. Yo soy así, rápida de pensamiento, tan rápida de acciones que soy impaciente. A veces pienso que el mundo va lento para cosas que yo pensaría que debían estar sucediendo de forma más rápida. Sé que es algo en lo que tengo que trabajar personalmente y ya lo estoy haciendo con la madurez, pero cuando tienes 17 años, que era la edad que yo tenía en ese entonces, no te pones ningún tipo de límites. Me fui a ese Círculo Infantil, entré al jardín donde estaban los niños jugando y esperé a ver si me reconocían por iniciativa propia. Al inicio no me reconocieron, pero cuando empecé a hablar y les dije quién era, algunos me reconocieron. Eran muy pequeños, pero recuerdo uno que se me quedó mirando fijamente, con tanta admiración… tenía unos ojos tan bonitos, fue tan tierno; eso era lo que yo necesitaba ese día y siempre lo voy a recordar.

“Esto te lo estoy contando y me estoy conmoviendo otra vez”. Se emociona, se le nota en la voz.

Amanecer feliz lo veían muchos abuelitos y hubo un día en que, mientras grababa, el teléfono no paraba de sonar. Era alguien insistente y la periodista que cogió la llamada me dijo que había una persona mayor que quería hablarme. Le respondí. Era un abuelito que me dijo que veía el programa todos los días, pero yo estaba haciendo un cuento y en su casa se fue la luz. Quería saber cómo terminaba el cuento. A mí eso me sensibilizó muchísimo, y si era importante para él, debía serlo para mí. Le hice el cuento completo por teléfono. Eso me marcó muchísimo”.

Puede ser que hasta el año pasado nunca hubiera sentido que alguna de sus pasiones fuera determinante, pero llegó la pandemia. “Me di cuenta de que podía estar tiempo sin actuar, sin sentir que me faltaba el aire, sin embargo, cuando llevo tiempo sin hacer música, sí siento como si me faltara el aire. Ahí vienen las depresiones, los cuestionamientos existenciales. Yo estoy entrenada, tengo una disciplina de la música clásica, que es la que se enseña en Cuba, y con la actuación siembre tuve un acercamiento más de disfrute. Lo estricto ya me lo imponía la música. Son puntos de partida distintos.

“Sobre la pandemia hemos sentidos muchas cosas en común, nos hemos alimentado con las emociones colectivas de los demás, porque estamos viviendo un proceso que nos unía a nivel mundial, y eso es muy poderoso tanto positiva como negativamente. El regalo maravilloso del 2020 fue el tiempo que se nos dio y una de las cosas que hice a nivel profesional fue abrir mi canal de YouTube porque esa plataforma se ha convertido en la nueva televisión. Mi programa de televisión ya no es Amanecer feliz, ahora es mi canal Jenn All, que es mi nuevo nombre artístico, y ahí van a ver mi música como compositora. Además de análisis musicales, de programas de televisión, he hablado con artistas como Alain Pérez o Cimafunk; he invitado a artistas cubanas, apoyo el empoderamiento femenino, conduzco debates encaminados hacia la música y el arte”.

Esto no le es ajeno. En Cuba había hecho conducción y presentación de programas como Cuerda Viva, galas de nominados a los Premios Lucas y “otras de la televisión que se hacían en el Teatro Mella”.

En la telenovela Bajo el mismo sol (2010), interpretó a “La negra”, un personaje complejo, negociante, de bajo mundo. “La Negra no entiende la homosexualidad, ni respeta la ancianidad, porque no le enseñaron eso en su casa. Ella aprendió todo en la calle”. Estuvo, además, en Flores con Patricia, en Tras la huella y en programas del Canal Educativo. Como actriz ha hecho de todo. “También teatro musical con mi coro escénico Estrellitas”.

“En 2019 había retomado mi carrera como cantautora. Antes, en 2012, había lanzado Ofrenda, mi primer CD, producido por Silvio Rodríguez como resultado de un concurso que convocó en las oficinas Ojalá para musicalizar poemas de Rubén Martínez Villena. Ese fue mi primer álbum, una producción muy grande, y desde entonces no me había metido en el estudio a producir mis temas, esta vez con mis textos. Grabamos en Cuba mi videoclip Rota, con Charles Cabrera; lo pusieron solo un día en los Lucas.

“De momento estoy sola como artista independiente y eso hace que no pueda hacer mucho más porque necesito un equipo de trabajo para impulsar todo esto, pero tengo mucho material. Como compositora tengo mucho que decir”.

Sobre el 2020, nos dice: “en lo personal, fue un año muy difícil y muy necesario. Necesitaba un break y lo había decidido justo antes de la pandemia, pero la pandemia me dio más tiempo del que imaginaba. Necesitaba estar con mi familia, llevaba tiempo sin estar con ellos. Estuve viviendo con mi mamá, con mis hermanas. Necesitaba sanar muchas heridas, enfrentar demonios, cosas que uno carga en su mochila y que, por falta de tiempo y dedicación a una misma, va dejando y piensa que está bien, pero cuando toca enfrentarlas, cuando empiezas a indagar, te das cuenta de heridas que existen sin sanar, de preguntas sin respuestas, de gente a la que perdonar…

“Es un trabajo muy intenso, que dura toda la vida. Una vez que me puse a hacerlo, salió la depresión, la ansiedad y me di cuenta de que personas como yo, luchadoras, optimistas, con deseos, pueden caer muy bajo desde el punto de vista emocional. Fue una gran enseñanza que quiero también transmitirle a la gente: que se cuiden, que saquen tiempo para sí mismos; no es sacar turno para la peluquería, es sacar tiempo para lo que tienes en el interior. Eso era algo que yo creía que hacía y no, porque siempre tenía una meta profesional, pero antes de todo tiene que estar el bienestar propio, el hecho de sentirse a gusto con la vida, más allá de lo que uno haga, de su pareja, de su familia. Esa ha sido una enseñanza del 2020. Quizás si la escribiera me saliera más bonito, pero el mensaje es ese: quererse de verdad, con sus demonios, que no son perfectos, pero están ahí. Hay que hacer cosas solo para uno, que le llenen el alma”.

Por eso en su carrera ha habido música, actuación, canto lírico, teatro musical, dirección coral, animados… ha hecho siempre lo que la llena de vida.

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