No hay nada tan cerca de lo real maravilloso como hablar de nobles, caballeros y doncellas de la realeza en Cuba. Aquí, hoy todos somos plebeyos. Sin embargo, mientras la Isla fue colonia española, tuvimos rey y reina. En ese tiempo llegaron desde la península Ibérica duques, marqueses, condes en busca de multiplicar sus riquezas en el Nuevo Mundo; mientras, también estaban los ciudadanos simples que, por contribuir a la Corona, eran favorecidos con tierras y un nuevo estatus.
En la Mayor de las Antillas existen pocos ejemplos de familias nobles. Las distinciones más comunes son los condes, personas a quienes el rey mostraba su gratitud concediéndole determinadas extensiones de tierras (en la actualidad no se otorga ningún beneficio). Algunos de los condados más famosos fueron los de Jaruco, Bayona y Peñalver.
Cuando triunfó la Revolución Cubana en 1959, estos títulos perdieron valor y a muchos nobles les fueron expropiados sus bienes. Todos, en algún momento, terminaron por irse del país a un lugar donde pudieran vivir a la altura de sus apellidos.
La siguiente lista reúne a un grupo de mujeres cubanas que, ya sea por legado o por amor, fueron (son) consideradas miembros de la realeza:
Condesa de Jaruco
Doña Teresa Montalvo y O’Farrill (1771- 1812) es descendiente de una familia noble: hija del primer Conde de Casa Montalvo, nieta del primer Conde de Macuriges y del IV Marqués de Villalta, casta perteneciente a los progenitores de los Condes de Casa Bayona. Teresa realizó varias obras como la creación del Colegio San Francisco de Sales, de La Habana, el término de la construcción de la iglesia de Jaruco y, además, fue fundadora de la ciudad de Nueva Paz.
Condesa de Merlín
María de las Mercedes Beltrán Santa Cruz y Cárdenas Montalvo y O’Farrill (La Habana, 1789 – París, 1852) viajó con sus padres, los condes de Jaruco, a Madrid, cuando apenas era una niña. Al morir su padre y ante la amenaza de la invasión napoleónica, fue a vivir con su familia a casa de su tío, el general Gonzalo O’Farril y Herrera.
Allí conoce a Christophe-Antoine de Merlín, general francés distinguido con el título de conde, y con quien más tarde se casaría. Una vez consumado el matrimonio, la cubana adquirió la denominación de Condesa de Merlín. Pero María de las Mercedes no debe su fama a su dote nobiliaria, sino a su escritura. Se le considera una de las primeras mujeres escritoras de Cuba. La propia Gertrudis Gómez de Avellaneda dedicó unas palabras para admirar su talento: “el estilo de la señora Merlín es en lo general templado, fácil, elegante y gracioso. Se encuentra en sus escritos un juicio exacto y una admirable armonía de ideas”.
Cuando regresó a Cuba, en 1840, escribió Viaje a La Habana, obra por la cual fue acusada de plagiar al afamado novelista Cirilo Villaverde.
Condesa de Convadonga I
Edelmira Ignacia Adriana Sampedro-Ocejo y Robato (Sagua la Grande, 1906- Miami, 1994) estuvo a poco de convertirse en la reina de España. Su historia de amor con el príncipe de Asturias y heredero al trono, Alfonso de Borbón y Battenberg, nos hace pensar en esos cuentos de hadas en los que el noble caballero y la plebeya se enamoran. Ambos se conocieron en Lausana, Suiza, mientras Alfonso era tratado de hemofilia.
Por tradición real, el príncipe debía casarse con un miembro de la nobleza y cumplir la Pragmática Sanción de Carlos III, que regulaba los matrimonios para evitar uniones desiguales. Fiel a su amor, y sin ceder ante las presiones familiares, Alfonso renunció al trono y pasó a ser solo Conde de Covadonga. En 1933 celebró nupcias con Edelmira en la iglesia del Sagrado Corazón Ouchy, en Suiza. A la ceremonia no asistió ningún representante de la Casa Real ni otros invitados amigos del novio.
Sin embargo, este cuento no termina en “vivieron felices para siempre”. Cuatro años después, Edelmira pidió el divorcio alegando que su esposo tenía encuentros con otra mujer.
Plus: Otro ejemplo, igual de célebre por destrozar las tradiciones, fue la unión entre el Rey de Reino Unido, Eduardo III, y la socialité estadounidense Wallis Simpson, para lo cual el monarca tuvo que abdicar de su cargo en 1936.
Condesa de Covadonga II
La otra mujer con quien Alfonso de Borbón mantenía relaciones mientras estaba casado con Edelmira Sampedro y Robato, fue la modelo cubana Marta Esther Rocafort y Altuzarra (La Habana, 1913- Miami, 1993). Cuando el Conde de Convadonga se divorció de su esposa, contrajo matrimonio con Marta, el 3 de julio de 1937 en La Habana. Solo por unos meses, Marta fue la nueva Condesa de Covadonga, pues ese mismo año se divorciaron.
Plus: Uno de los padrinos de la boda fue Fulgencio Batista.
Duquesa de Campo Florido
En 2017, la aristócrata cubana María Elena de Cárdenas y González fue titular en los periódicos españoles tras recuperar el título nobiliario del marquesado de Campo Florido, luego de una pugna judicial con Alicia Alcocer Koplowitz. María Elena también obtuvo los derechos de marquesa de Bellavista y el marquesado de Almendares, este último en un litigio frente a la justicia española y contra Miguel Mariano Freire Gómez, nieto del que fuera presidente cubano.
La marquesa de Campo Florido inició el reclamo judicial en 2014, tras un periodo de recesión de los títulos debido a la desactivación de estos en 1959. En el momento en que la familia de Cárdenas y González se exilió en Estados Unidos, los tíos de Esther Koplowitz rehabilitaron varios títulos nobiliarios en la década de los 60´.
Plus: Miguel de Cárdenas y Peñalver fundó en 1850 el poblado de Campo Florido, en la provincia de La Habana, a 5 kilómetros de Guanabo y a 16 de Guanabacoa. Lo nombró así en honor del marquesado homónimo.
Su Alteza Real, María Teresa de Luxemburgo
Es la Gran Duquesa de Luxemburgo: María Teresa Mestre Batista (1956- ). Su familia, perteneciente a la alta burguesía cubana, abandonó el país y se instaló en Nueva York luego del triunfo de la Revolución Cubana. Pero, ¿cómo una muchacha nacida en Marianao llega a convertirse en la primera soberana latinoamericana de una monarquía europea?
Su historia comienza en la Universidad de Ginebra, donde se licenció en Ciencias Políticas en 1980. Allí conoció a Enrique de Luxemburgo, con quien se casó en 1981, a pesar de las críticas de la Gran Duquesa Carlota, abuela de Enrique. Como en las novelas, el novio le ocultó su verdadera identidad hasta que María Teresa lo supo por azar, cuando quiso sorprenderlo en el aeropuerto y lo vio vestido de traje oficial.
Con el ascenso al trono de su esposo en el año 2000, ella pasó a ser Su Alteza Real, la Gran Duquesa Consorte de Luxemburgo. Actualmente tienen cinco hijos: Guillermo, Félix, Luis, Alejandra y Sebastián.
0 Comentarios