Yeisser Ramírez tiene hoy 34 años, nació en Guantánamo y ama la esgrima. Este verano, durante los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, se convirtió en el primer esgrimista cubano en representar a Estados Unidos en una cita estival.
En la urbe nipona, el antillano compitió en espada. En la justa individual, superó la ronda de 64 luego de vencer al suizo Michele Niggeler (15-6), pero después quedó eliminado en dieciseisavos ante el ruso Sergey Bida (15-2). Más tarde, en la lid colectiva, él y sus compañeros, Jake Hoyle y Curtis McDowald, quedaron fuera en su primera aparición durante la ronda de 16, al ser superados por Japón (45-39).
Sin embargo, y aun cuando esas derrotas no fueron algo particularmente feliz, Ramírez debió sentirse sumamente contento luego de todas las vicisitudes que pasó para poder defender la bandera de las barras y estrellas en un torneo tan importante como el de los cinco aros.
De acuerdo con USA Fencing, todo comenzó para este “Zorro caribeño” a los once años, cuando fue captado para comenzar a aprender un deporte que, en ese momento, no le interesaba demasiado. Para él, primero estaban el boxeo, el voleibol, el baloncesto y hasta el karate, así que pasó de largo ante la oportunidad.
El tema es que su papá, quien sí sabía lo que podía representar aquello para su futuro, fue en contra de la voluntad de Yeisser y terminó cambiándolo de escuela, incluso, con tal de que no tuviera más opción que practicar la esgrima.
Cuando inició su recorrido, con el florete y no con la espada, allá por 1998, narra que solo tenía un par de zapatos. “Tengo que mantenerlos limpios para ir a la escuela”, le explicó en su momento al profe, quien, como única alternativa, le sugirió que probara a ver cómo se desenvolvía sin calzado sobre los pies. Y así estuvo practicando, literalmente descalzo, durante seis años más, algo que le ayudaría en su desempeño en el futuro.
Aquel no había sido el único problema. En una entrevista publicada por Sports Illustrated, Ramírez contó que el equipamiento que tenían allá era viejo y estaba en bastante mal estado, tanto, que en una ocasión un compañero suyo murió como consecuencia de un contacto en el pecho que terminó atravesándolo.
A pesar de todo, el muchacho siguió haciendo lo que mejor sabía hasta que, en 2004, lo ascendieron al equipo nacional de Cuba. En esa ocasión pudo disfrutar, finalmente, de su primer par de zapatos nuevos, creados para practicar ese deporte. Eso sí, su costumbre de dejarlos siempre impolutos quedó como una suerte de mantra que contribuía en su concentración.
Una vez en la élite de la esgrima cubana, explicó que se autoimpuso un régimen de prácticas que incluía dos sesiones de entrenamiento diarias, situación que lo agotaba enormemente, pero terminó dándole la razón cuando, un año después de llegar a La Habana, fue elegido para participar junto a otros espadistas en el Campeonato del Mundo que se celebraría en Leipzig, Alemania.
Sin embargo, un día, su padre, Francisco, le dio la noticia de que se había ganado “el bombo” (así llaman popularmente en nuestro país al Programa Especial de Migración Cubana). Una década antes, sin hacer comentario alguno, se había inscrito en la lista para la “lotería” y ahora les llegaba la oportunidad de irse a vivir a Estados Unidos. Luego de aquella novedad, decidió no asistir al evento mundial.
Como el guantanamero era miembro de la principal escuadra del país, tardó dos años en ser “liberado” por las autoridades deportivas y reunir el dinero para el papeleo.
En 2007 aterrizó en Nueva York, en donde lo recibieron unos familiares. Allí se enteró de la existencia de la Fundación Peter Westbrook, administrada por un exmedallista olímpico, quien se dedicaba a ayudar a personas desfavorecidas a practicar la esgrima. En esa entidad le consiguieron trabajo, le dieron los accesorios necesarios y lo asociaron a un preparador.
Siete años más tarde, Yeisser se convirtió en monarca nacional estadounidense en la modalidad de espada, algo que difícilmente imaginó cuando, de niño, veía a los grandes atletas cubanos y del mundo por televisión en su provincia natal.
La ciudadanía le llegó en 2015 y eso le permitió asistir a la cita del orbe de ese año, realizada en Moscú, la cual significó su debut en competiciones internacionales de ese tipo.
Llegar a Río de Janeiro 2016 fue imposible, debido a las regulaciones del COI que estipulan un lapso de tres años para poder competir por otra nación luego de hacerse ciudadano de la misma. Pese a ello, continuó esforzándose y en abril de 2021 fue seleccionado para integrar el plantel que viajó al magno evento organizado en la capital japonesa.
Precisamente durante su intervención en las olimpiadas, Ramírez y sus compañeros se volvieron virales, pues organizaron una protesta contra el restante miembro del equipo, Alen Hadzic, quien ha recibido hasta tres acusaciones de abuso sexual.
Para demostrar su descontento por la presencia de este en el representativo estadounidense, y también en nombre del elenco femenino, el cubano, Hoyle y McDowald llevaron mascarillas de color rosa como rechazo a tal sujeto, que ha sido catalogado por otros atletas como una “amenaza indirecta” para el representativo patrio. De las imágenes y su significado se hicieron eco varios medios de comunicación y muchísimos usuarios en redes sociales.
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