Pasaban los minutos de la noche del 24 de noviembre de 2004 y casi todos los integrantes del club Portland San Antonio festejaban otro triunfo más en la Liga Asobal, la primera división del balonmano español. El único miembro de la entidad que no celebró el éxito ante Teucro, por 29-23, fue el portero titular Vladimir Rivero Hernández.
El cubano, nacido el 22 de enero de 1971 en Pinar del Río, no se presentó en ese partido. Tampoco acudió a recoger el video para estudiar a su rival de turno. Acostumbrado a llamar a su hija más pequeña varias veces al día, ese miércoles no existió comunicación alguna entre ambos. Todo pintaba muy raro y los directivos del equipo estaban preocupados hasta la saciedad, pues, para colmo, no cogía las llamadas telefónicas.
Los principales responsables del conjunto notificaron a la Policía Municipal y a la Guardia Civil, cuyos agentes se movieron hasta la vivienda de Rivero, en calle Comunidad de Cataluña, en el barrio de Barañáin, Pamplona. Entraron y, aproximadamente a las 11 y 30 de la noche del miércoles 24 de noviembre de 2004, fue hallado el cuerpo sin vida del balonmanista de 33 años, en la cama del dormitorio.
Falleció solo en su piso. La autopsia indicó que murió por un aneurisma en la arteria aorta, sufrido mientras dormía. El presidente de la institución, José Ignacio San Miguel, y el médico del plantel, Javier Aquerreta, explicaron que la muerte le sobrevino durante la noche del martes al miércoles o en la madrugada de este último día, según recogió el diario El Mundo el 25 de noviembre de 2004.
El doctor Aquerreta afirmó que el guardameta nunca había presentado ningún problema en las revisiones médicas practicadas en los cuatro años que sirvió al Portland. «Es imprevisible, ha tenido mala suerte», dijo, según publicó El Periódico de Aragón.
Quisieron los dioses del balonmano que el segundo y último título liguero del Portland San Antonio llegara en 2005, la misma temporada que el cubano comenzó y, por desgracia, no pudo concluir. En esa campaña los antonianos soñaron con el campeonato, más que todo porque lo necesitaban para brindar en honor al hermano muerto.
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Tres meses antes de que Vladimir tocara el cielo, Atenas celebró sus segundos Juegos Olímpicos. En más de una ocasión, el pinareño aseguró que entre sus anhelos deportivos estaba competir bajo los cinco aros, algo que no consiguió mientras perteneció al equipo de Cuba, con el que fue internacional en numerosas ocasiones.
Vladimir confió en Hungría para asistir a las Olimpiadas de Atenas. A ese país europeo llegó en 1997 gracias a un acuerdo aprobado por las autoridades deportivas de la isla y permaneció hasta 2001, jugando en cuatro contiendas con tres clubes —luego se vinculó al handball español, con Portland San Antonio. Su esposa era ciudadana de esa nación.
En 2004 adoptó la nacionalidad húngara, fue incluido en la preselección nacional, pero finalmente el seleccionador Laszlo Skaliczky no lo convocó entre los elegidos que terminaron en la cuarta posición en la capital griega. ¿El motivo? Dicen que el moreno de casi dos metros tenía desavenencias con el técnico magiar.
En definitiva, el cubano apenas representó a Hungría en dos choques internacionales, hace dos décadas.
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Casi tres semanas después de su deceso, su cuerpo todavía permanecía en Pamplona, en el tanatorio Irache, a la espera de ser repatriado a La Habana, de acuerdo a un artículo del sitio lomasbalonmano.com. Cerca de 7 mil euros era el costo del traslado. En el mismo material aparecieron declaraciones de la vicecónsul de Cuba en Madrid, de nombre Aidé, quien dijo que el único motivo por el que se habían dilatado los trámites fue por la falta de un documento, recibido en la tarde del 13 de diciembre de 2004.
«Hace diez minutos me llegaron los documentos que faltaban para la repatriación. Nos mandaron el certificado sin legalizar por el Tribunal Superior de Justicia de Navarra, y faltaba el trámite de que fuera legalizado por el Ministerio de Justicia y el de Asuntos Exteriores, y esos trámites requieren tiempo. Hoy me ha llegado el último papel y mañana mismo enviaré toda la documentación al tanatorio de Pamplona para que puedan ir sacando el billete para repatriar el cuerpo», explicó Aidé.
El artículo añadió que con la llegada de ese último documento, le correspondía al tanatorio comenzar las gestiones finales del traslado del cadáver con la contratación de la línea de avión. Luego de indagar por aquí y por allá, no pudimos confirmar que el cuerpo de Vladimir Rivero Hernández fuera enviado a Cuba.
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