
Los atletas cubanos son conocidos mundialmente por su talento para deportes como el béisbol, la lucha, boxeo, voleibol, atletismo o judo. También en otras disciplinas como baloncesto, tiro deportivo o canotaje, los resultados de unos pocos exponentes le han ganado más prestigio a esa cantera que es la Mayor de las Antillas.
Por otra parte, hay competiciones en donde resulta extremadamente raro hallar presencia de un oriundo de la Isla. Tal es el caso del fútbol americano, práctica surgida en Estados Unidos en 1869 y convertida en referente mediático gracias al campeonato de la National Football League (NFL) fundada en 1920.
En 1982 comenzó la carrera del cubano más célebre que haya pisado los estadios de la NFL. Aquel año, Luis Sharpe, nacido en La Habana el 16 de junio de 1960, fue elegido por los Cardinals, equipo que por entonces tenía su cuartel general en San Luis, Misuri.
Sharpe se convertiría en uno de los placadores (tackle) del elenco y durante 13 temporadas portó el número 67 en la espalda. Fue pieza clave de la línea ofensiva de la franquicia, que luego pasaría por Phoenix y se establecería finalmente en Arizona en 1994.
Su debut con los Cardinals fue tan bueno que esa temporada sus compañeros lo eligieron como el MVP de la campaña, mientras que el gremio de Escritores Profesionales de Fútbol Americano de Estados Unidos (PFWA, por sus siglas en inglés), lo seleccionó dentro del Equipo de Novatos de la NFL.
A lo largo de su carrera en la liga, el habanero se caracterizó por ser un tackleador muy dominante y un especialista en proteger el lado ciego de su quarterback contra los ataques de los alas defensivas y apoyadores rivales. Los especialistas lo describieron como un jugador muy rápido a pesar de medir 1.96 metros y pesar 124 kilogramos.
Aunque siempre jugó en equipos con pésimos resultados, sus méritos individuales lo llevaron a participar tres veces en el Pro Bowl (1987, 1988 y 1989), el juego de estrellas de la NFL, e integrar el Segundo Equipo All-Pro en otra oportunidad (1990).
En total, disputó 189 partidos, todos como titular, y sumó hasta 6 fumbles, jugada consistente en ganar posesión del ovoide luego de que el portador anterior haya sido incapaz de retenerlo.
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Luis Ernesto Sharpe Jr. era bastante joven cuando llegó a vivir en Detroit, Michigan, con su familia.
“Tenía 6 años cuando llegué (…) y ser inmigrante me hizo diferente. “La transición a una cultura e idioma diferentes (del español al inglés) fue difícil. Me molestaban, me hablaban mal y me perseguían a diario”, reveló en 2024 durante una entrevista para el sitio web Freep.
Estudió en la escuela primaria Jeffries y luego en la secundaria Southwestern, donde empezó a interesarse en el fútbol americano, deporte en el que era seguidor de los Lions de Detroit y de sus ídolos, Mel Farr, Altie Taylor y Steve Owens.
Su talento para dicha disciplina le ganó una beca completa para estudiar en UCLA y jugar en los Bruins. No obstante, nunca terminó su carrera en Ciencias Policiales, pues la abandonó en el ‘82 después de firmar por los Cardinals, cuando aún le quedaban 16 créditos para graduarse.
En paralelo a su exitoso recorrido como atleta profesional, Sharpe libró una larga batalla contra las drogas. En cierto momento, se describió a sí mismo como un “adicto funcional”.
“Siendo joven y tonto, y sin saber lo que sé hoy, muchos jugadores de la época consumían sustancias, y el estilo de vida con mujeres, la notoriedad, etc. Es fácil dejarse llevar por cosas que no se deben. Así que ahí fue donde empezó mi problema de adicción, al principio de mi carrera en la NFL”, confesó en una entrevista de 2022.
Después de su retiro, todo empeoró y Luis fue arrestado y encarcelado en varias oportunidades, al punto de pasar alrededor de una década en prisión. Por esos años recibió dos disparos, fue golpeado severamente en la cárcel y una de sus hijas murió en un incidente vinculado con los estupefacientes.
A pesar del enorme daño que se hizo a sí mismo y a su familia, Luis entró en varios centros de rehabilitación pero falló en mantenerse alejado de ese “veneno”.
En 1995 fue seleccionado para actuar en el filme Waiting To Exhale, protagonizado por Angela Basset, Whitney Houston, Loretta Devine, Lela Rochon, Wendell Pierce, Gregory Hynes y Denis Haysbert. Según refiere la página web del podcast Sharpe Talk Show, el cual creó junto a su hija Rebeka, el cubano filmó todas sus escenas drogado.
Luego de mil tribulaciones, en 2013 fue liberado de su último encarcelamiento. Aun así, tardó cuatro años más en volver a estar sobrio por completo, un objetivo en el cual lo ayudó la fe cristiana.
Con el tiempo, Sharpe y su familia se convirtieron en embajadores de Hall of Fame Health, una organización afiliada al Salón de la Fama del Fútbol Americano Profesional, mediante la cual buscan ayudar a las personas afectadas por el abuso de sustancias.
Después de ocho años redimido y alejado de las sustancias que tantos problemas le causaron a él y a los suyos, este extraordinario deportista y ser humano murió de un ataque al corazón el pasado 11 de julio en Michigan, tal como informó entonces su esposa, Tameka Williams-Sharpe.
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