La historia de Francisco de la Torre Jr. da para varios libros o una serie de televisión. La vida de este cubano, que ha sido atleta de alto rendimiento en más de una disciplina, bartender, sonidista, camarógrafo, explorador, aventurero y corresponsal de guerra, ha oscilado entre la tragedia y el éxito, aunque si algo la ha caracterizado ha sido la voluntad para vencer cada obstáculo con el fin de lograr sus sueños.
Su padre, Francisco de la Torre Pérez (1952-1978), es considerado como el mejor sablista de todos los tiempos en Cuba. Fue sexto en la lid por equipos en los Juegos Olímpicos de Múnich ’72 y un año más tarde él ocupó el noveno puesto en el ranking del orbe. En la cita estival de Montreal ’76 alcanzó el quinto lugar en la competencia colectiva y fue séptimo a nivel individual, resultados que lo colocan en la cumbre de esta disciplina dentro del país. Además de ello, fue monarca centroamericano y panamericano.
“Mucha gente no sabe que mi papá fue muy buen estudiante, pues logró compaginar su carrera deportiva con sus estudios de Licenciatura en Periodismo. Llegó a ser incluso seleccionado como el atleta ejemplar de la Universidad de La Habana en los años 1975 y 1976”, nos contó en exclusiva su hijo, quien nació en La Habana el 18 de junio de 1978 y desgraciadamente jamás llegó a conocerlo.
El 11 de mayo de ese mismo año, su padre y su tío fueron a pescar, con la intención de celebrar de forma adelantada el Día de las Madres junto a sus respectivas esposas, quienes ya contaban con nueve meses de embarazo. Sin embargo, aquel día ninguno de los dos regresó, pues murieron ahogados en el mar.
“Siempre me hablaron mucho de mi papá, del gran atleta que fue. También tuve cerca sus cosas: el sable, la chaqueta, las fotos, y eso de alguna forma me motivó a dedicarme al deporte e intentar emular sus resultados”, relata el vástago del estelar atleta, quien actualmente vive en Alemania.
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A temprana edad, Francisco Jr. empezó en la natación, pero cuando tenía nueve años, un accidente de motocicleta le provocó una lesión que lo alejó de las piscinas y lo acercó a la esgrima, especialidad que comenzó a practicar en el centro escolar Ciudad Libertad.
Tras ganar el nacional de la categoría 11-12 fue captado para la EIDE, aunque poco más tarde vino la caída del campo socialista y todo cambió. “Era un tiempo difícil y muchos de nosotros nos fugábamos para buscar comida y otras tantas cosas, hasta que un día me cogieron y me expulsaron de la escuela”, contó.
De vuelta a Ciudad Libertad, en noveno grado Francisco volvió a ganar el evento doméstico del 13-14 y le ofrecieron regresar, pero él no estaba dispuesto a volver y se mantuvo entrenando fuera durante un tiempo, hasta que llegó a la ESPA provincial.
Una vez allí, volvió a vencer en el evento de Cuba y fue ascendido a la selección juvenil que entrenaba en el Cerro Pelado. En ella permaneció durante cuatro años y confiesa que disfrutó mucho, aunque eventualmente hubo un suceso que frustró su carrera.
“Se acercaba el primer Mundial de sable, torneo que acogió La Habana y para el cual yo había sido seleccionado. Casualmente, justo en ese tiempo me llamaron para el Servicio Militar (SM) y, cuando le comenté la situación a mi entrenador, Guzmán Salazar, él me dijo que me presentara en la previa y que más adelante ellos me sacarían para poder competir en la lid, pero eso nunca pasó. No sé quién fue el culpable, pero no pude participar en dicho evento y eso me decepcionó”.
A lo anterior se sumó otro hecho que ya le había golpeado. Resulta que, desde los 12 años, Francisco siempre estuvo en la cima del escalafón de Cuba para asistir a los Mundiales de Cadetes. Sin embargo, por razones que nunca llegó a conocer o entender, jamás participó en esas justas. Esto último, sumado al problema con su liberación del SM y las discrepancias con su preparador, provocó que abandonara la esgrima.
“Después que decidí dejar la esgrima y salí del servicio, empecé en el triatlón. Ahí estuve dos años, durante los cuales logré colocarme entre los mejores de mi categoría y hasta clasifiqué al evento panamericano que se organizó en Varadero, en el cual terminé tercero de mi grupo de edad y gané una medalla de muchísimo valor en aquel momento”.
Gracias a su rendimiento en esa disciplina, fue seleccionado para integrar, junto a la también exesgrimista Ivón Carballo, el plantel nacional de pentatlón moderno.
“Nosotros dos fuimos los primeros pentatletas oficiales de este país. Se acercaban los Juegos Panamericanos de Winnipeg 1999 y teníamos marcas que nos hacían pensar en ganar alguna medalla. Sin embargo, alguien dijo que, como no teníamos experiencia internacional, no debíamos competir en esa justa y así pasó, desgraciadamente”.
Por aquel tiempo, Francisco estudió un técnico medio en Contabilidad y Finanzas y luego empezó su Licenciatura en Cultura Física, carrera que dejó a medias, pues se marchó del país antes de graduarse.
Su partida comenzó a gestarse con una misteriosa carta y un paquete que le enviaron desde Suiza. “Me asombré porque en ese momento no conocía a nadie que viviera allá. El texto comenzaba con un ‘Hola, Panchito…’, que era el apodo que usaban todos en mi familia. Cuando seguí leyendo, me enteré de que me la envió Víctor Hugo, un hermano de mi papá que se había ido cuando yo era muy pequeño y vivía en Ginebra. En su mensaje me ofrecía su ayuda y me contó sobre mi familia paterna que tenía en Cuba, con la cual nunca tuve contacto hasta ese entonces.
“Gracias a aquella carta decidí conocer a mi abuelo paterno, que se llama igual que yo, y también a mis otras dos tías y tíos. Descubrir esa nueva familia fue algo increíble.
“Mi tío me había ofrecido su ayuda, incluso con una posible salida del país, pero, como yo quería seguir en el deporte y estaba ilusionado con el pentatlón, no hice mucho caso a eso. Sin embargo, al suceder lo de Winnipeg decidí irme de Cuba”.
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De la Torre salió del país el 2 de octubre de 1999 con rumbo a Ginebra, Suiza. Marchó con un contrato de trabajo en el sector de la cultura. Al llegar allí, empezó nuevamente con la esgrima y se mantuvo así durante poco más de un año, hasta que debió lidiar duramente con la vida del emigrante.
“Al final tuve que dejar aquello porque se terminó mi tiempo de visado y debí modificar mis prioridades. Me fui hacia Ávila, España, donde me dijeron que estaban dándole papeles a los extranjeros que conseguían un contrato de trabajo. Allí vivía un amigo de mi primo que me ofreció una plaza para poder obtener mis documentos”.
En ese lugar pasó meses viviendo con una familia dominicana que tampoco fue de gran ayuda. Le tocó dormir también en estaciones de trenes y otros sitios similares porque lo dejaban fuera de la casa cuando llegaba tarde del trabajo.
Tras sobrevivir a aquel lapso tan incómodo, a la hora de presentar los papeles le negaron la solicitud para el contrato, sin embargo, tuvo la posibilidad de mudarse a un piso compartido en Madrid, ciudad donde se vinculó a un club de esgrima que le permitió seguir entrenando. Además, se desempeñó como profesor de niños, contador y secretario.
En la capital española, un amigo le ofreció unirse a un show de esgrima sobre zancos. Aquello gustó tanto que se ganaron un contrato, por lo cual comenzó a compaginar el trabajo del club con las giras por discotecas de todo el país con aquel espectáculo.
“Llegó un punto en que se me venció el visado y, como ni en el club, ni con los zancos me daban la posibilidad de un contrato fijo, solo me quedaba la opción de quedarme a vivir allá como ilegal o casarme con una europea para obtener un estatus migratorio favorable”.
No obstante, el destino quiso que comenzara un romance entre él y su compañera de piso alemana. El vínculo fructificó de tal manera que ambos decidieron oficializar su unión y eso ayudó a Francisco a mejorar su situación.
A la altura de 2003, la pareja se fue a vivir a Bonn, Alemania. Allá, él empezó a estudiar el idioma local mientras trabajaba en la construcción. Después tuvo la buena fortuna de llegar a un bar cubano que recién abría y se quedó como coctelero.
Mientras trabajaba en ese último sitio, de la Torre Jr. se inscribió en el Club Olímpico y reavivó por enésima ocasión su romance con la esgrima. De vuelta al sable, llegó a ser subcampeón regional en par de oportunidades y captó la atención del entrenador de la selección nacional, pero, como no tenía pasaporte de ese país, no pudo sumarse a la escuadra, aunque sí fue invitado a entrenar con ellos y el coach le habló sobre la posibilidad de ir a la cita estival de forma independiente. Eso no se concretó, pues competir de tal manera en las olimpiadas requería hacer un sacrificio demasiado grande para él.
“Llevaba tres años sin ver a mi familia en Cuba y para lograr mi sueño de ir a la Olimpiada tenía que renunciar a mi nacionalidad, lo cual implicaba que la federación cubana me sancionara por otros ocho años sin poder entrar al país, debido a que yo había pertenecido a una selección nacional allá. Al final decidí no sacrificar mi parte cubana y dejar la esgrima por completo para poder regresar a ver a mi madre y mi abuela”.
Dos años después de vivir en Bonn, se separó de su esposa y se fue a Colonia con la idea de estudiar algo relacionado con el mundo audiovisual. Ahí logró entrar en una escuela privada en donde cursó solo tres meses de la especialidad de sonidista, pues la matrícula era demasiado cara y su trabajo en bares no le daba para pagar también la renta compartida y el resto de sus necesidades básicas.
Poco después tuvo la suerte de encontrar un instituto más barato, regresó a los estudios y se graduó de sonidista en el 2006. Gracias a este diploma tenía la posibilidad de trabajar también detrás de cámaras, lo cual le supuso una nueva oportunidad.
Más adelante se vinculó a Karsten Dross, esposo de una amiga suya establecida en Colonia, quien le ofreció un puesto de asistente de cámara. “Con él me mantuve hasta 2010 aproximadamente. No fue un trabajo fijo, pues yo seguía en los bares, que siempre me permitieron cubrir mis necesidades. Colaboraba con él dos o tres veces por semana hasta que empecé a grabar y editar mis propias cosas y eso permitió que nos convirtiéramos en socios”.
Después de terminar esa relación de trabajo, Francisco obtuvo su primer empleo como camarógrafo oficial en una empresa alemana. En ese sitio duró otro par de años hasta que decidieron no renovarle el contrato.
Al cerrar su etapa con aquella compañía, hacia finales de 2013, él y su pareja, una chica italiana, se enteraron de que iban a ser padres en medio de una situación extremadamente complicada. Ambos se encontraban desempleados y, para colmo, Karsten, el ex socio de de la Torre Jr., se había negado a pagarle el dinero de un trabajo que habían hecho juntos. Como solución, él tuvo que regresar a la gastronomía, aunque también envió varios currículos a diferentes firmas con la esperanza de continuar su rol como realizador.
“Volví a trabajar nuevamente en el bar y logré contactar con el jefe de producciones externas de N-TV, canal de televisión perteneciente al RTL Group, la compañía de televisión, radio y productora más grande de Europa. Este señor me dijo que me daría la oportunidad de empezar a prueba como utility y yo le dije que mi única condición era que no iba a ser recadero, ni le llevaría café a nadie. Por suerte, la cosa me fue bien y logré tener algo estable, aunque aún estaba lejos de las cámaras que tanto me gustaban”.
Paralelamente, la productora Shine Germany contactó a Francisco para otra entrevista de trabajo. Allí le explicaron que buscaban camarógrafos que tuvieran las aptitudes necesarias para acompañar al explorador y documentalista Richard Gress en la nueva temporada de su show, Lo salvaje y yo: Las aventuras de… (Die Wildnis und Ich: Die Abenteuer des…). De los 150 que asistieron ese día, él fue elegido como tercera opción, por detrás de otros dos profesionales con más recorrido.
“El objetivo de la serie documental era filmar a comunidades que no hubieran tenido contacto con la civilización moderna. El primer viaje fue a Sumatra (Indonesia) y allí el camarógrafo tuvo una crisis nerviosa que obligó a Richard a filmar casi todo por él mismo. Luego, en su segunda salida, a Botswana, otro cámara tampoco dio la talla y entonces me llamaron a mí.
“El problema es que conmigo había reservas porque era extranjero y no sabían si podría comunicarme con el protagonista, Gress. Sin embargo, fue él mismo quien dio el visto bueno tras conversar conmigo durante dos horas. Su aceptación fue tal, que se negó a seguir si yo no iba como su camarógrafo”.
El 4 de julio de 2014 nació la primera hija de Francisco, Asia Sofía. Aunque en principio quiso quedarse para verla crecer, el deber como profesional lo llevó a seguir adelante con su trabajo. En agosto partió rumbo al Amazonas brasileño junto a Richard. Ambos, con sus mochilas, brújula y un teléfono con 100 horas para el mes, se adentraron en una aventura inolvidable.
Machete en mano se abrieron camino entre la selva hasta que encontraron a la primera tribu. Durante dos meses se alimentaron de hierbas, insectos y otros tantos manjares salvajes mientras buscaban a los últimos jaguares de la Amazonia.
“Hubo miedo a veces, pero fue una experiencia muy bonita. Finalmente encontramos a los animales, los filmamos y compartimos con cuatro diferentes etnias que jamás habían visto a gentes como nosotros”.
Después de Brasil, había un viaje a Papúa Nueva Guinea, pero a priori Francisco no era el elegido para ir. Sin embargo, el profesional que iría a ese recorrido renunció por miedo a los caníbales de la zona, motivo por el que Gress volvió a contactarlo y se fueron juntos durante otro par de meses.
“Viajamos 42 horas en avión. Luego de aterrizar seguimos hacia las montañas en camión. La primera tribu nos estaba esperando con lanzas, flechas y martillos. Logramos acercarnos gracias a los cigarros que llevábamos y pudimos conversar con varios de ellos, incluida la bruja, quien nos confesó que antiguamente habían practicado el canibalismo, aunque ya lo habían dejado atrás. No obstante, nos comentó que sus ‘vecinos’ sí seguían comiéndose y momificando a las personas que tenían problemas con ellos.
“Allá pasamos casi todo el tiempo comiendo insectos, gusanos, hojas y hortalizas. Jamás vimos un turista ni nada parecido, salvo en la capital, Port Moresby. No obstante, fue una experiencia muy enriquecedora”.
De vuelta a N-TV, el cubano comenzó como camarógrafo freelancer en 2015. A partir de entonces dejó la gastronomía y se dedicó por completo al audiovisual. Aún se mantiene vinculado a esa empresa, en donde se ha especializado en noticias de última hora y magazines. No obstante, ha hecho también videoclips y trabajos para otros clientes.
A inicio de 2022 estuvo en Inglaterra pasando un curso para poder desempeñarse como corresponsal de guerra. Solo un mes después, mientras se encontraba en Mallorca con su reportera, comenzó la guerra entre Rusia y Ucrania y lo llamaron para irse a Bruselas a cubrir lo que sucedía en el Parlamento Europeo. Dos días más tarde de llegar allí fue enviado directamente hacia territorio ucraniano.
En ese lugar estuvo, primero, desde marzo hasta abril. Recorrió Lviv y Odesa. En mayo volvió y fue a Jarkiv, Bucha y otras ciudades. Más adelante, en su tercer viaje, entró por Moldavia, estuvo a solo cinco kilómetros de las tropas rusas, cerca de bombardeos.
“Las guerras no son algo sano, ni bonito. Tratamos de no estar demasiado cerca de las zonas de extremo peligro. Conocí lugares muy bellos y gente amable en todas partes, pero también viví momentos que me chocaron muchísimo. Vi a tantas familias separadas o completamente rotas, a tantas madres de niños pequeños sin techo y huyendo en medio del invierno tan crudo que se vive allí. También sufrí la muerte de un par de colegas que fueron asesinados. La situación es terrible y lo peor es que no se sabe cuándo terminarán las muertes de ambas partes. Tienes que bloquear tus sentimientos en ocasiones para que todo lo que hay a tu alrededor no te afecte demasiado”.
Actualmente, Francisco está separado de la madre de sus dos primeras hijas: Asia Sofía, de ocho años, y Alisa Mia, de cuatro. No obstante, de su nueva relación con otra chica alemana ya espera a una tercera descendiente. Según nos contó, su actual pareja no está de acuerdo con que él se halle en medio del conflicto bélico, pero de la Torre siente que es un deber. Luego de tres viajes a Ucrania, piensa regresar nuevamente.
*Esta entrevista fue publicada en septiembre de 2022-
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