Poco más de un mes estuvo en la ESPA Nacional la santiaguera Danieska Carrión García, hasta su ascenso al equipo nacional de judo en octubre de 1996. Su camino hasta el conjunto cubano no fue nada fácil, le negaron dos veces la entrada a la EIDE y por un tiempo renunció a continuar sobre los tatamis. Cuando niña subía al techo de su casa a través de un árbol, miraba al cielo, y le pedía a Dios ser una estrella en el deporte y algún día competir en los Juegos Olímpicos.
Un clima diferente al de Cuba y falta de oxígeno por encontrarse a numerosos metros sobre el nivel del mar, fueron algunas de las condiciones naturales que rodearon su primera competición y su primer título en el extranjero, en un evento acontecido en México, en 1997. En ese entonces, la santiaguera no se imaginaba que al año siguiente repetiría el color de esa medalla en un evento de mucho más nivel.
1998, Campeonato Mundial juvenil, Cali, Colombia, así, por ese orden, se refiere Danieska inicialmente a la justa universal que le remueve recuerdos especiales. Mucho sacrificio, mucho llanto, mucho dolor, pero logró esa presea de oro que era uno de sus sueños cuando comenzó a percatarse de que en el judo podría ser grande, tal y como pedía en el techo de su hogar cuando pequeña. Campeona en 48 kg, junto a sus compañeras Leyén Zulueta y Zaimaris Calderón.
Cuatro combates efectuó en ese certamen y en la final chocó ante una adversaria japonesa. Contaba con una preparación sólida gracias a una base de entrenamiento de un mes y medio en Panamá. Asegura que la nipona apenas pudo hacerle algo preocupante y enfocó su pelea en ataques sucesivos que provocaron el desgaste de su rival. Sin rodeos, “yo estaba sumamente segura de que sería campeona mundial antes de mi primer enfrentamiento”.
Después de ese evento se le complicó bastante poder mantenerse en 48 kg, categoría que representaba desde los 14. A finales de 1998, cuenta Carrión que le ganaba a Zaimaris, monarca universal juvenil en 52 kg, y los combates con Legna Verdecia eran cerrados. “Los entrenadores Ronaldo Veitía y Javier Rodríguez, esposo de Legna, me sancionaron durante tres meses por no poder estabilizar el peso sobre 48 kg. Pero la realidad es que Javier no me quería en 52 porque estaba Legna. Él siempre la protegió, te lo digo yo, siempre evitó que le hicieran sombras”.
En enero de 1999 cumplió la sanción. Afirma que su cuerpo estaba agotado por bajar de peso, pues le negaron combatir en 52 kg. Tendría que salir de la selección nacional si no continuaba en su división de siempre. Rodríguez decidió darle baja del conjunto cubano en abril por la misma razón de meses atrás.
Retornó a Santiago de Cuba y en noviembre de ese año la promovieron como invitada al equipo, en 52 kg, pero presentó graves problemas de salud que obligaron su hospitalización. Se trataba, supuestamente, de una infección en los riñones. Recibió más de 30 inyecciones, y poco tiempo después supo en una operación que sus órganos reproductivos estaban un tanto afectados.
“Después de recuperarme, me botaron del Cerro Pelado peor que a un perro. Veitía me mandó un mensaje con la santiaguera Yaritza Abel: decía que yo no podía continuar en el Cerro Pelado, además de unas palabras bien horribles”.
En mayo de 2000 se desarrolló el Campeonato Nacional de judo y su padre, Mariano Carrión, conversó con Ronaldo, quien luego de varios minutos le dijo que en noviembre Danieska podía presentarse en el equipo nacional como invitada en 48 kg. Eso hizo, aunque reconoce que reapareció en una forma deportiva que no era la deseada. Con mucha voluntad y sacrificando horas extras en los entrenamientos, la indómita posteriormente volvió a escalar podios mundialistas.
A pesar de todas esas dificultades y situaciones evitables que mencionaste, conseguiste ser medallista de bronce en los certámenes del orbe de Múnich 2001 y Osaka 2003.
“Recuerda que en 1999 apenas estuve dos meses en el equipo nacional, el resto permanecí sancionada y de baja por el peso corporal. Al año siguiente me operaron y me incorporé en noviembre a la selección. En 2001, en mi primer Mundial de mayores, participé con sólo nueve meses de preparación ininterrumpida. Lloré mucho, me sentía en desventaja, creí que no podría lograr algún metal, porque mis compañeras sí acumulaban varios años consecutivos en el conjunto.
“Tuve que combatir seis veces. En mi tercera pelea perdí con la leyenda Ryoko Tamura, pero después gané por el bronce. Le agradezco mucho al profesor Becali. En 2013 mi peso estaba en 49 kg, para poder perder un kilogramo era una agonía tremenda, apenas comía, vomitaba mucho, no quiero ni acordarme. Era una cosa horrible. Menos de una semana antes del Mundial de Osaka, Veitía se enteró de que yo estaba pasada y ese hombre me dijo de todo, simplemente porque me pasé 200 gramos más de lo que él previó.
“En el primer combate me dijo muchas cosas, parecía que estaba en mi contra, el video está ahí, yo lo tengo. No me podía concentrar. Perdí ese combate por un shido, tiré a mi rival dos veces, pero tenía en contra a todos los árbitros. Mi compañera Leyén me apoyó mucho, me exigió que levantara el ánimo. Te cuento esto con ganas de llorar. Después gané los restantes cinco desafíos y terminé con mi segundo bronce, pero me quedó un dolor grande por no llegar hasta el título”.
En los Juegos Panamericanos de Santo Domingo 2003 te proclamas campeona. En el combate por el oro se te vio superior a la canadiense Carolyne Lapage.
“Le estaba apretando la cabeza a la canadiense, quedaba poco para la conclusión del tiempo de osae-komi, y mi entrenador me tenía sofocada. Yo era la que estaba peleando, yo sabía cómo hacer las cosas, y más ganas que yo de ser campeona no tenía él. Afortunadamente le regalé el oro a mi país.
“Detrás de casi todas esa medallas en el primer nivel hay historias muy tristes que contar. Ser deportista implica esfuerzos extras, pero yo, Danieska Carrión, sé lo que es el maltrato dentro del escenario deportivo. Sin embargo, estoy muy feliz, vi todas esas adversidades como pruebas de la vida que superé”.
En 2003, al concluir una gira por Asia, aprovechó una última parada en México, antes de regresar a Cuba, y abandonó la selección nacional de judo. En pocos días se encontraba en territorio de Estados Unidos, donde vivió en diferentes estados hasta 2010. En 2006 le ofrecieron una beca deportiva en Puerto Rico, pero la rechazó, al encontrarse trabajando en Texas con el cubano Israel Hernández, doble medallista olímpico de bronce.
También laboró durante un año y medio en el Centro Olímpico de Entrenamientos, en Colorado Springs, hasta que se trasladó a Hawai con su expareja, también judoca. Tras varios años en el país norteño, se mudó a Puerto Rico hace una década, entre otros intereses, porque deseaba estudiar.
Matriculó en la universidad y terminó un bachillerato en Ciencias Sociales, con una especialidad en Psicología. También completó una Maestría en Educación Física, con una especialidad en Entrenamiento Deportivo, y otra en Psicología.
“En un momento pensé retornar a las grandes competiciones de antes, pero terminó pesando más la enseñanza deportiva. Aunque estuve en una fundación y competí a nivel de país, pues no tenía la ciudadanía aún. Cuando la recibí, tenía 30 años, y ya estaba vinculada a la enseñanza. También, cuando llegué a Puerto Rico, practiqué lucha olímpica y gané un torneo, Copa Esparta. Pero mi salud no era la más idónea para continuar en el deporte. Por eso me dediqué enteramente al estudio y luego a educar”, explica la santiaguera de 40 abriles, quien reside ahora en Estados Unidos.
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