En Cubalite le hemos dedicado no pocas líneas a las queridas Aventuras, ese espacio que, durante la semana, entretenía a buena parte de la familia. Entre todas las producciones que salieron al aire en esa franja ya desaparecida, hay una que destacó particularmente, por tratarse de una propuesta distinta a lo que se había visto hasta la fecha. Shiralad: el regreso de los dioses es el nombre de la maravillosa historia, que, recién el pasado 19 de abril cumplió 30 años de haberse convertido en una de las experiencias televisivas más inolvidables para los cubanos.
A propósito de este aniversario, Héctor Noas, actor que encarnó al personaje de Mercurio —y que por estos días también es noticia gracias a su aparición en la serie Montecristo junto a William Levy—, publicó las siguientes palabras en su perfil oficial de Facebook:
“Shiralad ha pasado a ser parte de ese patrimonio televisivo que debemos rescatar y cada cierto tiempo, revisitar, porque a 30 años de su estreno y cuando la tecnología nos lo ha puesto todo tan fácil, sigue sorprendiendo su altísimo nivel en cada categoría. Todos nos preguntamos cómo pudimos hacer algo así en pleno Período Especial, donde ni agua teníamos prácticamente y no existían los efectos especiales. Hay una sola respuesta: el talento y el amor de cada uno de los que estuvimos ahí, dándolo todo sin pedir nada a cambio. Todavía quedaban valores sobre el sacrificio que el arte demanda. Gracias, José Luis Jiménez (director y guionista de la serie), por tu fuerza, amor y persistencia que rayaba en la terquedad. Por eso lo logramos y hoy los amantes de la serie seguimos celebrando”.
Fantasía y ciencia ficción “made in Cuba”
Según contó en una entrevista de 2019 el ya desaparecido Chely Lima, creador de la idea original del show, la génesis de Shiralad tuvo sus orígenes en la primera mitad de los 80 del siglo pasado.
“La idea era que alguien pudiera viajar a otro planeta y tropezarse con las huellas tecnológicas de viajeros de su futuro, que al mismo tiempo formaban parte del pasado remoto de aquel lugar; toda una hipótesis que ponía patas arriba las relaciones entre tiempo y espacio. Poco a poco fueron apareciendo personajes que tomaban sitio en la trama: la princesa rebelde, que debe convertirse en varón a los ojos de su pueblo para poder heredar el trono; el viejo guerrero que la entrena; una astronauta terrícola que acaba siendo su consejera; un cronista que recoge la historia real; un cíber que se sacrifica por el ser humano al que protege.
“Yo hablaba con ellos cuando estaba solo, los soñaba, los iba detallando de pies a cabeza. Fueron emergiendo también las ciudades de aquel planeta tan parecido a la Tierra: la Ciudad Roja de Arehé, la Ciudad Blanca sacerdotal, la Ciudad Verde de los Flautistas Comedores de Cañalápizu, entre otras”, contó Chely, quien además confesó que estudió mucho sobre civilizaciones desaparecidas, ovnis y paradojas espacio-temporales, además de “beber” de grandes escritores del género, como J.R.R. Tolkien o Ursula K. Le Guin.
Lo que empezó como una novela terminó tomando otro camino. Eventualmente, a finales de los 80, Alberto Serret convenció a Lima de adaptarlo para la televisión. Ahí entró José Luis Jiménez, amigo de ambos de sus años en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, para colaborar en el desarrollo argumental. Luego se les uniría Iliana Prieto como asesora literaria. Juntos modificaron y enriquecieron la trama para hacerla más cinematográfica y despojarla un poco del tono violento y sumamente erótico que tenía en su versión original.
“Serret y yo logramos visitar unas tres o cuatro veces las locaciones donde se grababa la serie. A estas alturas sigo sin saber cómo el equipo de producción —que hizo un magnífico trabajo— pudo sobrevivir a problemas que iban desde la imposibilidad surrealista de conseguir un clavo hasta no tener nada que comer en todo el día. El director, los actores y la totalidad del equipo hacían magia, segundo a segundo, y en el intertanto iban enflaqueciendo hasta parecer que estaban todos muy enfermos. Sé que, por suerte, el resultado de tantos esfuerzos se reflejó de maravilla en la pantalla, pero cuando la serie empezó a pasar por televisión, Serret y yo ya no estábamos en Cuba, y no pudimos ver más que unos pocos fragmentos que alguien subió (mucho) tiempo después a YouTube”, narró Lima.
El audiovisual, que tuvo 60 episodios de media hora de duración, estaba ambientado en un planeta ficticio, muy similar a la Tierra en su etapa medieval occidental. Por un lado, existían luchas por el poder en la ciudad-estado de Istajar, en donde el viejo rey Dom, sin descendencia masculina, invistió como nueva regente a su hija Arejé, disfrazada de hombre.
Paralelamente, llegaron a este lugar los “extranjeros” Nefertiti y Mercurio, dos astronautas terrícolas que, a ojos de los locales, fueron vistos como nuevas encarnaciones de los Dioses Mansos. Así, la princesa, renombrada como Arak, debió pasar por diferentes pruebas para recuperar el trono arrebatado por los opositores; mientras, los “visitantes” intentaron buscar una forma de volver a casa y, a la vez, de salvar el planeta de una inminente destrucción.
Ciertamente, el relato contó con un nivel de complejidad y profundidad bastante insólito para el público de la época, adaptado a producciones mucho más simplonas y “tradicionales”, en lugar de propuestas que apostaran por una construcción de mundo más ambiciosa, integrar muchos personajes y crear un lore que perfectamente daría pie a varias historias dentro de ese universo.
Sin dudas, uno de los elementos más recordados es su tema principal, Dueño de la luz, que, dividido en dos segmentos, cubría la presentación y la despedida del show, y fue compuesto por la conocida dupla de Juan Antonio Leyva y Magda Rosa Galbán, e interpretado por el vocalista Manuel Camejo y la banda Arte Vivo. Todavía hoy es inevitable sentir la emoción cuando suenan las notas de esta canción que fue capaz de resumir el significado de Shiralad.
Dueño de la Luz (Presentación)
Hay valor en los ojos de quien lucha por amor y entrega su corazón.
Honor solo puede hallar el que se guía por un camino hasta el final.
Dueño de la luz, que compartió su mano y su fe por el amor.
Existe un sueño a conquistar y un destino aguardará.
Toda la angustia no sabrá donde llegar….
Dueño de la Luz (Despedida)
Arak, hay una espada que empuñar
Arak, muchas batallas por ganar
Arak, una leyenda a continuar
Arak, el nuevo dios es la amistad…
El elenco incluía a excelentes representantes de la escena cubana, como fueron los casos de Pedro Rentería (Dom), Jorge Perugorría (Jelín), Mirta Ibarra (Layla), Jorge Alí (Atar de Brek), Susana Tejera (Arejé/Arak), Héctor Noas (Mercurio), Mabel Roch (Nefertiti), Julio Alberto Casanova (Bidor), Jorge Cao (Parka) y Francisco Gattorno (Uru).
Hablan otros protagonistas
Hace algún tiempo, Cubalite pudo contactar con Juan Carlos Sánchez Lezcano, quien trabajó entonces en la ambientación del serial y creó muchos de los detalles que luego formaron parte del vestuario de los actores.
Él recuerda que Shiralad se hizo en una etapa en la que todavía no había arreciado el Período Especial, pero que sí coincidió con la realización de los Juegos Panamericanos de La Habana ’91, los cuales significaron un golpe tremendo para los medios, económicamente hablando.
“Desde el principio, en el ICRT nos dijeron que la serie no podría ser producida, pero a pesar de eso comenzamos la filmación. Poco después estuvimos obligados a parar por un tiempo y luego nos comentaron que si el equipo realmente quería seguir adelante, lo hiciera, pero a sabiendas de que no tendrían demasiados recursos para trabajar”, nos contó en una conversación a través de Facebook.
Entre los momentos más difíciles, hubo uno que marcó especialmente a todo el equipo. “Una tarde estábamos filmando en la cantera, localizada por la zona del Peñalver, en el municipio de Guanabacoa. Llegó la hora del almuerzo y, cuando llegó la comida, tuvimos que detener el trabajo por lo que quedaba de jornada. Resulta que los actores que interpretaban a Pablo y Héctor, integrantes de la guardia personal de la princesa Arejé, vomitaron luego de probar lo que nos habían traído para comer: arroz con tetas (con pelo) de puerco. Nunca en mi vida vi algo tan espantoso”, confesó Juan Carlos.
Otra de las historias entrañables vinculadas a la realización fue la de la mascota del elenco: una perra entrenada, que era usada para representar el rol del fantasma de una bruja. El animal, que pertenecía a las Tropas Guardafronteras, estuvo vinculado a Shiralad durante casi los dos años que duró la producción. Según nos cuentan integrantes del equipo, eso posiblemente le haya permitido vivir más años, pues es conocido por todos el riesgo que implica para esos perros trabajar en la detección de drogas y otras sustancias ilegales.
Por otra parte, Ángel Segundo González González, operador de cámara, nos habló sobre la primera escena que se grabó de Shiralad. “Fue en la Iglesia de San Francisco de Paula, que en ese momento no estaba restaurada y era un lugar que servía de almacén, o algo parecido. Recuerdo perfectamente que el momento que tocaba hacer era aquel en que traicionaban al rey y se producía una pelea. Ese día hubo dos heridos como consecuencia de la intensidad de los actores, quienes se batían de una forma tan fuerte y real, que hacían que las espadas se partieran”, relató vía chat.
Las personas que trabajaron en aquella inolvidable serie no dejan de agradecer la oportunidad de ser parte de algo que nunca volvió a repetirse en la historia de la televisión cubana. A pesar de los obstáculos, consideran que la profesionalidad de cada integrante del equipo fue el factor que hizo posible que, en medio de unos años tan complicados, saliera a la luz un material que todavía hoy es admirado.
*Agradecemos a Ariel Portal por su ayuda en la realización de este trabajo.
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Excelente mejor di ho extraordinaria.
La recuerdo con mucho amor.
Gracias al equipo a los actores.
Todos fueron entrañables.
Mk admiración y respeto