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Foto tomada del Diario de Pontevedra.

Hace dos años me suscribí a deccaaudition.com, el blog de Mike Chadwick. Lo encontré en un comentario debajo de un porno en xvideos.com. El título del video: “la puta que tiene tatuada una declaración jurada y acaba con el calvo del IRS”. El video ya no existe. No recuerdo si decía “tatuada”. Quizás decía “gravada” (en aquellos tiempos, yo anotaba cacofonías en las alarmas del celular; se convertían en cacofonías después de traducirlas. Las alarmas sonaban a las diez de la mañana. No recuerdo por qué). El comentario: “Lea sobre la historia del porno filántropo en el siguiente enlace…” (el link estaba dirigido hacia el blog de Chadwick).

El blog de Chadwick no tenía categorías del tipo “deporte”, “cultura”, “política”. En el blog de Chadwick primero vi un banner de Herbalife. Marketing multinivel: Herbalife no sabe quién es Chadwick –ni yo- pero sabe que, por su bien, utiliza a Chadwick. Pensé en las cookies y la política, en las cookies y los desfiles del Primero de Mayo, en las cookies y las tipas que rellenaban las planillas de gente que solicitaba la visa para Estados Unidos. De esas tipas, conocía a Magda, una señorona que tenía un big data enorme sobre todos los que habían requerido su servicio para completar aquellos formularios (se aseguraba de que cada uno la llamase después que lo aceptaran y/o denegaran; luego, triangulaba un par de cuestiones). Un día me confesó que pensaba comenzar un/otro negocio, utilizando esas informaciones que guardaba en el disco duro del XBOX 360 de su nieto. Magda podría predecir, de acuerdo a varias consultas en un Excel, a quiénes le darían la visa y a quiénes no. Le hablé de las cookies, de los anuncios sobre porno en los sitios para descargar series, que a veces te aparecen, porque el sistema (para las personas mayores de sesenta años, Google, el navegador, o lo que sea, debe ser siempre “el sistema”; entiendan eso) detecta que has visitado, digamos, Brazzers, y entonces –como sabe que te gusta (¿a quién no?) el porno– te puede poner, al lado del espacio donde descargarás Narcos, a un hombre con el pene nivel obelisco y una mujer con las más díscolas tetas que podrás ver; debajo, un cartel que diga: “elige tu sexo”.

No sé qué tal le habrá ido a Magda con lo que tenía pensado. O sea, con las cookies.

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El blog de Chadwick. No tenía estructura alguna. Parecía el trabajo final de una asignatura en la que los alumnos, durante el curso, solo habían visto la web en print screen. Pensándolo bien, sí tenía cierta estructura reconocible: Banner de Herbalife + cartel de “skip ad” + “History of philanthropist porn” + “Donate” + “About me”.

La historia del porno filántropo. Filantrópico, mejor.

Esto era lo que traducía el navegador (los corchetes son míos): “1974. Orville Woodbury y Philomena Earving. Philomena Earving y Orville Woodbury [los nombres parecían sacados de un registro civil perdido en la Guerra de Secesión] se filman, con una Super-8, teniendo sexo. Al fondo, se ve un cartel: ‘Si quiere ver más videos así, envíe 100 dólares a [ponen una dirección que el navegador no logra traducir bien]. La recaudación la enviaremos a Vietnam’. Después vendrán: porno para recaudar fondos para los damnificados por el Terremoto de 1985, en Chile; otro para enviar dinero a los protestantes de Tiananmen; el último, para las familias de los fallecidos tras los embates [juro que decía “embates”] del huracán Mitch, en 1998” [Chadwick no pone la edad, pero calculo que, en 1998, Orville y Philomena tendrían más de cincuenta años. Todo eso lo narra Chadwick como si fuese una canción de trabajo, pero el traductor lo devuelve como si quien escribiese hubiera ganado un premio de literatura municipal, de esos en los que te regalan un ramo de flores y un diploma con un WordArt en el encabezado. Nadie es más indolente en el mundo que el presidente de un jurado en un concurso de literatura municipal].

Imagino que la historia del porno filántropo haya tenido cierto impasse después de 1998. Imagino que haya llegado al olvido, pocos años después, con la Ley Patriota. Chadwick no explica eso. No da detalles de lo que ocurre entre 1998 y 2015, año en que un tal Tommy penetraba a un caballo, mientras una tal Tina lo grababa todo con un iPhone. En el costado izquierdo del animal podía leerse “Boko Haram”. Tina se masturbaba mientras buscaba el encuadre perfecto. Tina, con la mano derecha mojada, tratando de desenfocar el fondo, con una de estas aplicaciones que ponen el logo en uno de los extremos del cuadro y no puedes eliminarlo [un hombre arremetiendo contra un caballo, y unos milímetros debajo de las nalgas del hombre, aparece un cartel que dice “Candy Camera”; asco de vida]. La idea era que enviaras dinero a una cuenta bancaria que ellos te ponían al final del video. Si transferías una suma mayor a los 500 dólares, escenificaban para ti la fantasía que les pidieses. Dice Chadwick que hubo gente que les pidió que hiciesen el amor como si Tommy fuera Neil Armstrong con atuendos similares a los que llevaba en el Apolo 11 y Tina, en el rol de Caster Semenya [Tina era rubia, ojos azules, 1.69, nalgas imprescindibles en cualquier lista de reproducción de carpeta oculta]. Ese dinero recaudado sería traspasado a una ONG que se encargaría de hacerlo llegar a las madres de las niñas que Boko Haram había secuestrado en 2014. Ahí finaliza la entrada en la que Chadwick cuenta la historia del porno filántropo. He omitido, como es lógico, anécdotas engorrosas como la de un tipo que escribió por correo electrónico a Monica Lewinsky con la tesis de que, en alguna parte, ella debía tener el vestido azul manchado con el semen de Clinton –del que hablarían en las noticias luego– y que él conocía a alguien capaz de pagar mucho por tenerlo (él mismo, obviamente). Un porcentaje de ese dinero iría a parar al bolsillo del hombre que le consiguió el email de Lewinsky. Ese señor lo emplearía en ayudar a financiar estudios sobre el VIH. Pónganse a pensar: Chadwick cuenta esa fabulilla como si fuese un suceso menor (el porno, en ese caso, no era la vía mediante la cual se había logrado un objetivo, pero, si uno meditaba ligeramente: Monica arrodillada en el despacho oval, vestido azul; el glande de Clinton y un plano cenital; la secretaria de Clinton que lo llama al teléfono porque lo busca el Secretario de Defensa, William J. Perry, para actualizarlo de las típicas situaciones de las que se actualizan a los presidentes; Monica, que levanta el auricular y lo cuelga sin hablar; Clinton, con los ojos blancos de los clichés, cerca del orgasmo –abstraerse es el cliché más perfecto que existe; olvídense de lo demás–; Clinton y el orgasmo; Monica, que se limpia la boca con el borrador de una Orden Ejecutiva…).

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Nunca supe si el botón de “Donate” en el blog de Chadwick era para donar dinero para que se mantuviera publicando, al menos, entradas semanales, o si era para que él mismo se filmara penetrando a otra persona, objeto, animal, vegetal… y enviara esa suma, digamos, a un movimiento de izquierdas en un país tercermundista. Chadwick no tenía foto de perfil, pero sí había puesto información sobre él en “About me”. Podías saber que era marxista y melómano, quizás por eso narrase la historia del porno filántropo con la misma cadencia de las canciones de trabajo. Escribió, por ejemplo, que había conocido a Philomena Earving y que ella misma le había mostrado algunos videos y cartas de la gente. Había una que llevaba consigo a todas partes, como muestra del alcance que habían tenido aquellas cintas: el remitente era un tipo de Nebraska, Clayton Nosequé, un señor que vivía en una casa sin instalación eléctrica en 1980 y le decía que había robado una videocasetera y un televisor para poder reproducirlas en casa de un amigo. El resto de la carta es prescindible.

Nunca supe cuál era la función del “Donate” porque Chadwick cerró el blog. La última vez que accedí, lo hice desde el móvil de Ana. No me apareció el banner de Herbalife. Lo que veíamos en la misma posición del banner era un video en 3D de cómo pudiera haber ocurrido el disparo de Kurt Kobain. Le enseñé a Ana una captura de pantalla que hice el primer día que entré al sitio. Ahí estaba el banner de Herbalife, para que compraras todos los suplementos que quisieras.

– ¿Por qué ahora no sale el cartel de Herbalife? – me preguntó Ana.

– Quizás Chadwick haya decidido cambiarlo ayer en la noche – dije, como si no supiera lo que pasaba.

– No tiene sentido.

– Sí lo tiene, Herbalife no está en su mejor momento.

– ¿Cómo puede una cosa así no estar en su mejor momento?

– La gente critica demasiado.

– Igual sigo sin entender por qué no aparece Herbalife ahí.

– Es el “sistema”. No lo entenderías – me acordé de Magda y de cuando pronunciaba Brazzers como si fuera “bléiser”. Una persona que rellenaba planillas para entregar en la embajada de Estados Unidos.

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