«Diablero», una serie que mezcla con soltura el horror y la comedia

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*Esta reseña contiene spoilers.

De vez en cuando debuta en Netflix algún show que a primera vista luce como un disparate, pero que logra sorprendernos gracias a su manera de contar y revitalizar fórmulas que parecían agotadas. En esa lista de joyas inesperadas podríamos citar a la alemana Dark, las surcoreanas Squid Game (El juego del calamar) y Kingdom, la española Machos Alfa o la argentina División Palermo.

Junto a esos títulos, unos más conocidos que otros, en 2018 la gente del tudum sumó otra serie de terror sobrenatural que significó una grata sorpresa para buena parte del público, sobre todo latinoamericano.

La primera temporada de Diablero llegó el 21 de diciembre de 2018 y pronto esta suerte de Supernatural “al chile” convenció a la empresa de renovarla para una segunda parte —lanzada en 2020—, que terminaría por ser la última.

Escrita por el local Gibrán Portela (Familia de medianoche, Las viudas de los jueves) junto al español Pablo Tébar (Mar de plástico, Herederos), la historia nos lleva a Ciudad de México, megalópolis detrás de cuyo bullicio y colores se libra una batalla entre las fuerzas ancestrales de la luz y la oscuridad.

Todo empieza cuando Luna, hija ilegítima del cura Ramiro Ventura (Christopher Von Uckerman), es secuestrada por un demonio y el padre decide buscar ayuda para encontrarla. Mientras eso ocurre se cruza con Heliodoro “Elvis” Infante (Horacio García Rojas), un diablero o cazador de criaturas malévolas, quien intenta ganarse su dinero derrotando y capturando a seres infernales.

Elvis le cuenta a Ramiro que los demonios llevan muchísimo tiempo inclinando la balanza en su favor, así que, a falta de ángeles que bajen a ayudarlos, les toca apretarse bien el cinturón y salir a “partir madres” demoníacas a como dé lugar.

Lo que no le cuenta Elvis a su nuevo socio es que, además de su vocación por eliminar chamucos, nombre alternativo que le da a las entidades malignas, él tiene una deuda con Isaac, alias El indio (Humberto Busto), su impulsivo excuñado, quien resulta ser dueño de una arena en donde celebran peleas entre personas poseídas.

Luego el padre y el diablero se unirán con Nancy (Gisselle Kuri), una chica que es capaz de controlar a los demonios que intentan poseerla, y con Keta (Fátima Molina), la hermana de Elvis, una enfermera con habilidades sobrenaturales y un enorme pesar en su alma.

Detrás del drama intrínseco, la sangre y otras situaciones de índole macabra, la serie fluye fácilmente y se enriquece con muchos elementos de comedia que ayudan a equilibrar las cosas. Además, también se alimenta de ese coloso que es la Ciudad de México, un sitio ideal para servir como anfitrión a una historia llena de “jugo”.

De forma similar a lo sucedido con la celebérrima Supernatural, la madre de este género, los personajes protagonistas tienen profundidad y matices, que ya es más de lo que podríamos decir sobre muchas otras propuestas similares.

Igual que los Winchester, aquí la mancuerna de Elvis-Ramiro maneja los tonos; mientras el primero es, como Dean en el audiovisual estadounidense, más dado a las situaciones cómicas, su compañero aporta sin esfuerzo la misma cara de circunstancia que solía poner el bueno de Sam.

En donde Diablero se separa de sus colegas norteamericanos es en el formato “monstruo de la semana”, pues apuesta por una narrativa más “a largo plazo”, con conflictos que perduran a lo largo de las temporadas.

Por otra parte, los personajes se mueven en una suerte de escala de grises que los hace reaccionar orgánicamente a las diferentes situaciones. A la vez, esto les permite ser más cercanos al público y provoca de este lado una empatía casi inevitable.

La narración de Portela y Tébar peca por tener tramos irregulares, que terminan por darle una forma algo sosa a algunos episodios. Esto repercute igualmente en las temporadas, las cuales puedan sentirse como innecesariamente largas a pesar de sus ocho y seis episodios, respectivamente.

A nivel interpretativo, la serie es un aprobado bastante básico. García Rojas, Kuri y Busto son quienes sobresalen dentro del elenco estelar, a la vez que Von Uckerman y Molina quedan a deber un poco más. Con el resto del reparto, la situación es similar, y aunque no hay desaciertos catastróficos, tampoco hay muchas flores que lanzar en su favor.

En sentido general, debemos decir con toda honestidad que este show no entraría en ningún ranking de “las mejores series de…”, pero a la vez hay que celebrarle el descaro de atreverse a abordar un género tan manido y salir de la prueba con menos rasguños de los esperados.

Diablero es perfecta para amantes del terror y la comedia sin altas expectativas, y con el deseo de disfrutar de una producción con sello latinoamericano de arriba abajo. Lejos de la perfección, al menos rebosa carisma y fluidez que le permiten entretenernos durante dos entregas compactas, capaces incluso de hacernos suspirar pensando en la cancelación que sobrevino luego del episodio 14.

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