El Murphy-verso, nombrado así en honor a su «divinidad» principal, Ryan Murphy, puede ser visto como una suerte de gran proyecto, al estilo de Balzac y La comedia humana, mediante el cual el creador estadounidense ha explorado el horror, las miserias y la tendencia de las personas a satisfacer sus deseos a toda costa, sin importar cuán bajos puedan ser/caer.
Títulos como American Horror/Crime Story, Scream Queens, Nip/Tuck, Feud o Ratched han servido para narrar, desde puntos de vista diferentes, historias enfocadas en mostrar el lado oscuro de la gente, además de proponernos siempre una estética propia que redondea la calidad de la producción.
En 2022, el bueno de Ryan volvió a tener éxitos en el campo de lo macabro, gracias Monstruo: La historia de Jeffrey Dahmer, show escrito —como otros tantos— junto a su colega Ian Brennan, con el cual generaron un montón de opiniones encontradas y consiguieron aún más visualizaciones en Netflix.
Dos años después de aquel polémico estreno, la dupla de Murphy y Brennan está de vuelta para ofrecernos otra serie basada en uno de los homicidios más terribles registrados en las últimas décadas.
En la segunda parte de esta antología, dedicada a recrear casos de asesinato tan brutales como reales, mediante una mezcla entre realidad y ficción dramatizada, Murphy, conocido por su tendencia a crear contenido controversial, nos presenta el relato de dos hermanos atormentados por una crianza en la que les sobraron el dinero y los maltratos.
Monstruos: La historia de Lyle y Erik Menéndez, estrenada el pasado 19 de septiembre en la principal plataforma de streaming, nos lleva de vuelta a 1989, año en el que estos muchachos, interpretados por Nicholas Chávez y Cooper Koch, respectivamente, decidieron acabar con la vida de sus padres, José (Javier Bardem) y Kitty (Chloe Sevigny), al dispararles más de diez veces con sendas escopetas de cartuchos.
Esta entrega carece de la altísima intensidad de la temporada anterior, pero mantiene la precisión en su ritmo narrativo y es capaz de “enganchar” a la audiencia, de forma que los nueve episodios de una hora no resulten (tan) largos.
En sentido general, el intento de Murphy es un éxito, sobre todo si se lo mira desde la cinematografía y el montaje, pero sobre todo por las actuaciones de Koch y Chávez, quienes igual que Evan Peters antes, se roban la atención gracias a unas representaciones viscerales, complejas y conmovedoras, capaces de hacernos empatizar —hasta cierto punto— con sus alter ego, a pesar de la monstruosidad de sus actos.
El turbio e inacabado caso del asesinato de un empresario cubano que conmovió al mundo
Monstruos… transpira esa aura ochentera tan de moda ahora mismo y, a la par de esa estética, nos ofrece algo menos repulsivo que la experiencia Dahmer, aunque claramente más confuso. El asunto es que nunca queda claro si Murphy y Brennan intentan contarnos la “verdad”, o sea, mostrar los hechos con su enorme gama de matices, o solamente desean explotar el sensacionalismo inherente al aún “vivo” caso Menéndez.
Uno de los principales defectos del relato de Lyle y Erik yace en el tono. En ciertos tramos, el cuento se nos presenta de forma sumamente turbia y escabrosa, mientras que en otros segmentos parece puro drama procesal e incluso adolescente, lo cual significa una torpeza que le baja bastante el caché al audiovisual.
Ahora bien, dejando de lado los aspectos formales de la producción, la realidad es que decepciona bastante en tanto se distancia de lo factual para tergiversar los sucesos que dan origen al relato en función de convertirlo en una historia de hermanos/amantes abusados por sus padres.
La cuestionable sexualización del crimen convierte una historia sumamente rica y con diferentes puntos de vista en un espectáculo predecible y facilista. El hecho de tratar solo ligeramente los atroces tratos de José Menéndez para con sus hijos, quienes lo acusaron de abusar de ellos en todas las formas posibles, pudiera ser interpretado como una forma de revictimizar y hasta irrespetar a dos hombres que aún tienen cosas por decir acerca de su traumático pasado.
Dicho todo lo anterior, es justo reconocer que Monstruos… es capaz de atrapar al público promedio, más aún si se trata de personas que jamás escucharon ni leyeron acerca de la familia Menéndez. En ocasiones demasiado extenso y algo repetitivo, el material cumple con el propósito de entretener a la audiencia, aunque a esta debería servirle además para conocer más de esta historia y sacar sus propias conclusiones al respecto.
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