#checkpoint: «Lost in Play»: de vuelta a la infancia

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Lost in Play no es solo un pequeño videojuego que apela a la nostalgia y a los juegos infantiles. Foto: Captura de pantalla realizada por el autor de este texto.

Llevar la imaginación de los niños a un videojuego no es sencillo. ¿Cómo representar esas aventuras donde uno es el monstruo y el otro el héroe? ¿O atraviesan espacios imaginarios como bosques, o un templo abandonado, con apenas par de palos transmutados en espadas o la mano en forma de pistola? Es complicado, pero Lost in Play (2012, Happy Juice Games) se las arregla para narrar de forma genial un día cualquiera de Toto y Gal, dos pequeños hermanos que se pierden en los escenarios surrealistas de sus juegos y emprenden un viaje de regreso lleno de retos, magia, y personajes que parecen sacados de Gravity Falls (2012, Alex Hirsch), todo animado al estilo de algunas series de Cartoon Network.

La belleza de Lost in Play quizás sea su mayor atractivo cuando decidimos darle una oportunidad. No es exageración cuando lo comparo con Gravity Falls; da la sensación de estar jugando a un episodio de la serie, tanto por el estilo animado como por la galería de personajes que aparecen: hadas madrinas con cara de anciano, goblins de diferente calaña, orcos chatarreros, osos con cuernos de reno, entre otras locuras. El uso de constantes cinemáticas es otro de los motivos por los cuales nos sentimos dentro de una serie animada. No hay diferencia entre la jugabilidad y las animaciones donde no tenemos el control. El movimiento es exactamente el mismo y en lugar de molestar (como ocurre con algunos videojuegos que acuden a la cinemática para narrar), aquí funciona como una herramienta para obtener una mayor inmersión.

Una vez dentro de la aventura, terminamos por enamorarnos gracias al lenguaje inexistente que emplean los personajes para comunicarse, parecido al de Chuchel (2018, Amanita Design), pero más dulce y harmónico, al punto de descubrirme ejecutando la misma acción varias veces solo para escucharlos. Aunque no se entienda qué dicen, algunas palabras se repiten para referirse a determinados elementos, como el monstruo del bosque, y esto provoca la duda de si existe o no un lenguaje, justo como ocurre cuando vemos dos niños jugando y se comunican entre ellos sin que tengamos idea de qué dicen.

A pesar de ser un point and click, género que me hace sudar como pocos por la dificultad para resolver determinados puzzles, Lost in Play nunca deja al jugador enfrentar en solitario una situación complicada. En la esquina superior izquierda tenemos en todo momento una opción de ayuda para saber qué hacer si estamos perdidos. Además, las pistas son siempre muy claras. Cuando interactuamos con un personaje, entendemos qué es lo que desea para darnos un objeto a cambio. Quizás en la primera oportunidad no sepas cómo obtenerlo, pero los elementos con los que podemos interactuar no son tantos y todos están señalizados. No hay riesgo de pasar horas a golpe de prueba y error, es solo analizar el escenario.

Un tema diferente son los minijuegos. Estos podrían alejar a niños de tener una experiencia maravillosa, ya que varios requieren un aprendizaje que no logramos solo con entender las reglas, sino con prueba y error, lo cual no es tan complicado para un adulto. Por ejemplo, las partidas en el tablero de ajedrez y la huida en el bosque del monstruo son bastante difíciles. Los patrones con los que nos reta el pez linterna, y el desafío del goblin piloto con los paticos de gomas (con el cual tuve que revisar la ayuda), son bastante complicados de resolver. A pesar de la dificultad, cuando salimos victoriosos de estos puzzles, la sensación de felicidad es inmensa, quizás aupada por la de frustración de los rivales, quienes por fin perciben lo que sentimos durante varios minutos al ser derrotados por ellos una y otra vez, con risa socarrona incluida.

Lost in Play no entra en ningún tipo de reflexión: son solo dos niños perdidos en su imaginación, divirtiéndose. Foto: Captura de pantalla realizada por el autor de este texto.

A diferencia de otras obras que representan la infancia o la adolescencia, como The Gardens Between (2018, The Voxel Agents), Lost in Play no entra en ningún tipo de reflexión: son solo dos niños perdidos en su imaginación, divirtiéndose, y de paso, contagian a quien juega, ya sea con las absurdas situaciones, la relación entre hermanos, o con el mero placer de sumergirse cuatro o cinco horas sin ninguna preocupación, justo como cuando éramos niños. Por ejemplo, las persecuciones entre el gato y el perro, constantes en casi todos los niveles (y en las cuales no podemos intervenir), son un recordatorio de que todo es pura diversión. Al mismo tiempo, funcionan como ancla a la realidad; no importa dónde ellos crean estar, si el perro y el gato siguen ahí, es porque ellos se mantienen en casa.

La historia es sencilla. Al dejarse llevar por la imaginación, terminaron demasiado lejos del hogar y ahora deben regresar antes de la luna nueva, o les será imposible volver a cruzar el portal mágico por donde se perdieron. Recibirán la ayuda de una pequeña hada, un ser raro, cuya identidad, descubierta al final, agrega una capa extra a la sensación de infancia y nostalgia. No hay un contador con el tiempo; solo vemos en los diferentes niveles cómo la luna se va reduciendo, pero jamás existe una presión, la experiencia es pausada, tanto porque podemos complicarnos en un nivel, como por la naturaleza de los point and click.

Lost in Play no es solo un pequeño videojuego que apela a la nostalgia y a los juegos infantiles, más bien es un recordatorio de que, sin importar la edad, la imaginación puede ser suficiente para divertirse. Las horas que le dediqué se me fueron bien rápido y, aunque hice varias pausas, todo el tiempo sentí una sensación de felicidad y alegría semejante a los momentos en que desconectamos por completo y solo vivimos ese instante. Este tipo de experiencias, donde el disfrute es lo único importante, invitan a tomarnos la vida un poco más a la ligera. No son muchos los videojuegos de puro placer a los que les dedico tiempo, casi siempre busco obras con algún tipo de valor o con un gameplay adictivo. Quizás sea hora de cambiar de método.

Trailer:

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