El próximo 27 de agosto se cumplirán 100 años del nacimiento en el caserío de Matas, actual provincia de Villa Clara, de quien originalmente fue bautizado como William Newton Calasanz Rolando Laserie Rodríguez, pero que luego sería conocido en el mundillo del espectáculo como Rolando Laserie.
Así se refirió a él el escritor Guillermo Cabrera Infante, compatriota y amigo suyo: “…en aquel momento (1958) estaba en la cúspide de su fama. Se vestía con un traje blanco de lino y un sombrero estilo Panamá. Acostumbraba tomar café en las calles de La Habana de una manera muy cuidadosa, para no manchar su vestimenta». Y agrega: “cantando, él era muy grande, en segundo lugar, después de Benny Moré”.
Durante sus años en Cuba, fue uno de los vocalistas que consiguió convertirse en rival para El Benny en cuanto a popularidad y prestigio, aunque sin lugar a dudas el Bárbaro del Ritmo mantuvo con el tiempo una supremacía mediática que llega hasta nuestros días.
La estelar carrera de Rolando Laserie en Cuba fue corta, pero eso no le impidió convertirse en una suerte de mito de la música popular, que siguió siendo el favorito de muchos, a pesar de su adiós a la Isla hace más de seis décadas.
Un debut tempranero y sorprendente
Su historia artística comenzó más o menos antes de cumplir los 10 años, cuando el muchacho dominaba el humilde oficio de arreglar zapatos y también había aprendido de su hermano mayor lo básico de tocar las pailas. No obstante, las academias de baile fueron el lugar en donde descubrió el gusto por convertirse en cantante.
Mientras llegaba su momento, se dedicó a tocar la percusión en la Banda Municipal santaclareña y ejerció como suplente de otros grupos en el teatro La Caridad. Por ahí, el violinista Orestes García se fijó en él y lo sumó a su alineación, en donde lo colocó a cargo del timbal y la tumbadora, e incluso le permitió cantar algunos temas.
Cuenta una leyenda, confirmada entre otros por Tony Pinelli, que en cierta oportunidad, cuando Laserie tenía 20 años, la famosa orquesta Arcaño y sus Maravillas fue a Santa Clara. Ante la ausencia de su cantante estrella, Miguelito Cuní, fue Rolando quien se subió al escenario para sustituirle, pues se sabía de memoria el repertorio de la banda. Más adelante siguió con ellos hasta Santiago de Cuba, donde se curtió en muchos bailables al servicio de la banda de Mariano Mercerón.
Tras esas enriquecedoras experiencias, en 1946 vino a probar suerte a La Habana y al principio no le fue nada bien, pero eventualmente logró despuntar. Primero colaboró con el cómico Enrique Arredondo en su compañía y en lo adelante trabajó también en el Teatro Martí y en varios cabarets, además de tocar en la orquesta Hermanos Palau y en el grupo de Yoyo Casteleiro.
A la altura del 53, Rolando tenía su propia orquesta, Los hijos de Arcaño, y actuaba en el cabaret Sans Soucí, pero poco más. Sin embargo, Benny Moré se enteró de su talento y lo sumó como baterista para su Banda Gigante, en donde, con el tiempo, le dio todo su apoyo para que se abriera paso como solista.
Solista con apodo incluido
Paralelamente a su vínculo con Benny, Laserie apareció en el espacio radial que tenían Olga Chorens y Tony Álvarez en Radio Progreso y también llegó a la televisión con El Show de Garrido y Piñeiro, que conducía entonces la conocida Consuelito Vidal. Poco después fue invitado al Show del mediodía, de Germán Pinelli, quien lo sacó a cantar y, de acuerdo con una anécdota contada por el hijo de este último, lo bautizó como “El guapo de la canción”.
En la segunda mitad de los 50, inició su recorrido como solista gracias a Ernesto Duarte y los hermanos Guillermo y Rafael Álvarez Guedes, dueños del sello discográfico Gema, quienes lo descubrieron en su época del Sans Soucí.
A pesar de que algunos tildaron de locos a los empresarios musicales por darle un chance a un joven desconocido, en 1957 salió el primer álbum de Rolando, titulado Sabor.
Duarte fue el arreglista de todos los temas y quien insistió desde la producción para que el vocalista cantara con su estilo natural, sin intentar copiar el acento perfecto que la gente chic de ese tiempo buscaba implantar como el único válido.
El fonograma incluyó su primer gran hit, Mentiras tuyas, de Mario Fernández Porta. Aunque en un inicio al autor no le gustó el modo de cantar que tenía Laserie, cuando se vendieron 30 mil copias del sencillo en una semana, la historia cambió. Asimismo, eso sirvió para establecer la “marca registrada” de Rolando, o sea, la inclusión de frases coloquiales y diálogos en las letras de las canciones, algo que años después inspiraría a los cultivadores del llamado filin.
Además de su particular sello vocal y su gorra inglesa (rebautizada por muchos como “gorrita Laserie”), él se caracterizó por frases como “¡De película!”, la cual usaba para mostrar asombro, y “¿oíste eso, Tita?”, para referirse a su esposa Gisela. Debido a ello se ganó la saña de unos pocos y el amor de la mayoría.
Por una parte, fue blanco de las críticas de algunos “expertos”, quienes lo calificaron injustamente de vulgar. Sin embargo, su arte genuino le permitió ganarse rápidamente al público nacional, que empezó a referirse a él como “El guapachoso”.
Osadía y despedida
Si ya en Sabor se había atrevido a versionar con acento cubano y en forma de bolero el tango Las cuarenta, de Gorrindo y Grela, mediante el cual se ganó al mismísimo público bonaerense, más adelante Rolando osó interpretar una versión de Lágrimas negras, del legendario Miguel Matamoros.
A esto se refiere un texto de Last.fm, en donde se cuenta que él optó por repetir dos veces la primera parte de cada verso y también agregó una improvisación en el segmento en que la canción se “desencadena”:
Nace el pez para nadar,
la yerba para el ganado
y yo para decimar.
No lo estimen como hazaña,
yo soy Rolo y con mi maña
hago la tierra temblar.
Yo soy Rolo y con mi maña
hago la tierra temblar.
A comienzos de los 60, “El guapo” estuvo en México con Bebo Valdés, trabajó para Televisa y actuó en centros nocturnos como Montparnasse, Blanquita y Terraza Caribe. A continuación fue hacia Estados Unidos, en donde colaboró con Tito Puente y llegó a tocar en el Lincoln Center de Nueva York.
En el 65 volvió a México y luego siguió para Venezuela, en donde se estableció durante unos años. Después de este ciclo, en los 70 se mudó a Miami y allí pasó el resto de sus días.
El corazón le falló el 22 de noviembre de 1998 en un hospital de Coral Gables, Miami. Como parte de su legado, nos quedan más de 30 de álbumes e incontables temas, entre los que destacan El muerto vivo, Hola soledad, Esta noche me emborracho, Son de máquina, Pena en el alma, Historia de un amor, Tenía que ser así, Para mi Isla un son, Flores negras, Vagabundo, La primera piedra, La palma de coco, Negrura, Por eso no debes, Que es lo que pasa, Domitila, Estás equivocada, A eso llegarás y Suelta el pollo gavilán, por citar solo una fracción mínima.
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