Entre 1936 y 1956 se vivió la “época de oro” del cine mexicano y, dentro de esta, varias cubanas dejaron su huella. Las nacidas en la isla resaltaron particularmente en el subgénero identificado como “cine de rumberas”, bajo el cual se agrupaba una serie de filmes centrados en bailarinas con cuerpos sensuales, quienes se contoneaban al ritmo de música tropical..
Entre los nombres de aquellas antillanas resuenan María Antonieta Pons y Morales, Emilia Pérez Castellanos (Ninón Sevilla), Amalia Aguilar, Rosa Carmina y Carmita Ignarra. Sobre la vida de esta última te hablaremos hoy y, por supuesto, también de su carrera, que se vio truncada por la influencia de su esposo.
Carmita, descendiente de una acomodada familia de hacendados de la región central de Cuba, nació en Cienfuegos en 1927, y tuvo una infancia ligada al arte. Desde pequeña le encantaba actuar y cantar, e indican en Infobae que su trayectoria artística en Cuba comenzó cuando apenas tenía 16 años y le ofrecieron grabar un disco con cuentos, donde ella debía hacer gala de su talento y poner voz a los distintos personajes que aparecían.
Según reseñan en la web de Terra, mientras se desempeñaba como actriz en una obra de teatro, conoció a Santiago Reachi Fayad y su vida cambió.
Este era un empresario de la industria del cine azteca en aquella etapa y había trabajado con actores como Mario Moreno, Cantinflas. Luego de varios intentos por cortejar a Carmita, la convenció para marcharse hacia territorio azteca y convertirse en parte de la gran maquinaria del séptimo arte: le prometió presencia como actriz en varios filmes destacados y la consecuente fama que ello suponía.
Se le dijo incluso que participaría en una cinta dirigida por el director español Luis Buñuel, uno de los más grandes de todos los tiempos, pero la realidad de Carmita fue otra. La cubana se casó con Santiago, con quien tuvo una hija. Ese hombre le consiguió algunos pequeños papeles en largometrajes menores y, según ella misma reconoció, fue engañada. La gran película de la que le hablaron nunca llegó, e incluso su esposo frenó su carrera.
Cuenta la cubana que entre los papeles que él rechazó en su lugar, estuvo uno que le ofrecieron desde la Metro-Goldwyn-Mayer hollywoodense. Pese a eso, la cubana llegó a actuar en películas como El ángel caído (1949), Siete muertes a plazo fijo (1950) y Trío de damas (1960), entre otras.
En su momento, llegó a ser reconocida entre las actrices más bellas de Cuba y acaparó atención más allá del cine y su época dorada, pues también fue una de las musas del artista plástico Diego Rivera, esposo de Frida Kahlo.
Para la década del 60 logró divorciarse, aunque ya parecía demasiado tarde para recuperar su carrera. Se mudó a la ciudad de Monterrey y lo siguiente que se conoce sobre sus últimos años de vida es que los pasó entre una residencia para ancianos y precarias condiciones económicas hasta su fallecimiento, sucedido el 1 de agosto de 2017.
Cerca del final de sus días se le propuso filmar una película sobre su historia, pero, de acuerdo con una información publicada en Clarín, finalmente se presentó un documental realizado por la pareja de cineastas Laura Amelia Guzmán y Emilio Cárdenas, quienes comentaron: «ella, a sus 85 años, tiene ganas de hacer una película, pero nuestras condiciones de producción no llenan sus expectativas, y nuestra manera de hacer cine no tiene nada que ver con el cine con que ella sueña, entonces decidimos centrarnos en el personaje, en su historia, utilizando material de archivo y fotografías».
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