La obra de Bruce Lee es una de las más conocidas, estudiadas y explotadas mediáticamente en el cine de artes marciales. Su carrera, a lo largo de la cual fue cineasta, actor, productor, maestro y filósofo, también se ha convertido en un símbolo para personas del mundo entero, quienes lo admiran como uno de los mayores, si no el mayor paradigma del kung-fu en la modernidad.
Entre todos los proyectos surgidos de la mente de este hombre hay uno en particular que, desde su salida al aire en formato de serie televisiva, ha conseguido mantener más vivo que nunca el legado del señor Lee. Nos referimos a Warrior, estrenada en Cinemax en 2019 y que toma como punto de partida un grupo de notas inconclusas de Bruce.
El show, producido por Shannon, viuda de Lee, y Justin Lin (Rápido y furioso), cuenta con guion de Jonathan Tropper, quien ya se hizo conocido por su trabajo en Banshee.
La historia, poco original de inicio, sigue a Ah Sahm (Andrew Koji), un emigrante chino que llega a San Francisco a finales de la década de 1870 en busca de su hermana Mai Ling (Diane Doan). Nada más llegar al puerto californiano, el protagonista es prácticamente forzado a entender que para él hay pocas opciones más allá de unirse a uno de los tongs que viven en constante pugna por el control de los bajos mundos de Chinatown.
Pronto, Ah Sahm descubrirá algo más impactante, y es que su plan de reunificación familiar no va a poder llevarse a cabo, pues su parienta, a quien dejó de ver cuando era una joven inocente, ahora se ha convertido en toda una señora del crimen en ciernes, que no teme poner el barrio patas arriba con tal de imponerse en un entorno dominado mayormente por hombres.
Más allá del personaje principal, cuya concepción y estética resultan un clarísimo homenaje al propio Bruce Lee (verlo en acción nos lleva de vuelta a clásicos como Fists of Fury o Way of the Dragon), existen dentro de la “fauna” sanfranciscana otros personajes (incluso más) deliciosos que dan forma a un reparto coral repleto de tramas mucho más interesantes de lo que uno podría imaginar.
El baile cubano que ayudó a Bruce Lee a revolucionar las artes marciales
En la medida en que la historia tejida elegantemente por Tropper comienza a desenredarse, descubrimos que, a la par de la rivalidad entre los tongs que lideran Padre Jun (Perry Yung) y Long Zii (Henry Yuk), también están los dilemas del joven Jun (Jason Tobin), el mejor amigo de Ah Sahm; además de los del policía irlandés “no tan sucio como parece” Bill O’Hara (Kieran Bew) y su “correcto” compañero sureño, Richard Lee (Tom Weston-Jones).
A estos se les unen el contrabandista Wang Chao (Hoon Lee), Dylan Leary (Dean Dagger), veterano de guerra y líder de la mafia irlandesa y el alcalde Samuel Blake (Christian McKay) y su ayudante Walter Buckley (Langley Kirkwood).
No obstante, y sin que ello implique menos relevancia para la parte masculina del relato, hay que destacar la riqueza argumental que aportan mujeres como la propia Mai Ling o la matrona/vigilante nocturna Ah Toy (Olivia Cheng); Penelope Blake (Joanna Vanderham), atrevida mujer de negocios y esposa del alcalde, y más adelante Nellie Davenport (Miranda Raison), adinerada viuda que ayuda a las prostitutas emigrantes a cambiar sus vidas. Todas, desde la élite citadina hasta los burdeles, dan al show referentes femeninos que son capaces de abrirse camino sin necesidad de un “macho alfa” que venga a salvarlas.
Si, por una parte, el atractivo de la serie -que tras dos temporadas fue rescatada de la cancelación por HBO Max– radica en el excelente despliegue de las coreografías de combate, tanto individuales como a gran escala, las cuales aportan adrenalina a casi todos los episodios, también resulta gratificante descubrir cómo, detrás de las patadas, hachazos y la sangre derramada, el texto brilla por sí solo, de forma que la acción vertiginosa y el correcto guion se complementan para crear un espectáculo entretenido y jugoso a partes iguales.
Detrás de todo el artificio y las posturas de pelea, yace un subtexto que viene a ser el punto en que más se nota la mano creadora de Lee. El tema es que estamos ante un cuento de gentes que intentan ganarse un lugar en territorio ajeno sin perder su identidad, tal y como le sucedió a él en su tiempo. En este caso, no solo entran en juego la cuestión geográfica y cultural, sino también la del género, ahora mismo en el centro de importantes debates por razones más que obvias.
Que la serie gire en torno a chinos, irlandeses y otros tantos emigrantes que llegaron a San Francisco hace más de un siglo en busca de mejores oportunidades, no es más que una metáfora construida por el guionista para expresar realidades bastante vivas hoy. Los puñetazos y los nunchakus aquí son, además de un homenaje a Bruce, la forma en que se manifiesta el mecanismo de resistencia de aquellos que desean romper las cadenas de la esclavitud simbólica con tal de construir un hogar nuevo, usando como argamasa el legado de sus antecesores.
A la espera de que lleguen más episodios, posiblemente hasta el año entrante, disfrutar de los 20 que componen a Warrior hasta la fecha será seguro un placer sorprendente para aquellos que se atrevan a ver más allá de la fachada.
0 Comentarios