Hace tres años llegaba a los hogares cubanos, en el tan esperado espacio de la telenovela, En fin, el mar. Este audiovisual cumplía con todo lo establecido para ese género: conflictos familiares, intriga, villanos, galanes y una protagonista que fue revelación: Marina conquistó a todos.
Quizás como hacía mucho tiempo no se lograba, en esa ocasión, la actriz principal cautivó a distintas generaciones, ya fuera por su físico, las circunstancias del personaje, su manera de ser, la ropa que usaba, el nombre… hasta el pelo. De Marina gustaba todo.
En ese entonces sorprendió, además, cómo esa joven, aparentemente de la nada, fue capaz de asumir tal rol. De la supuesta desconocida comenzaron a aparecer algunos datos. Había nacido en Matanzas. Su formación académica estuvo relacionada con la música. Los conservatorios Alejandro García Caturla y Amadeo Roldán, algunos talleres, cursos de teatro y cortometrajes en la Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV) de San Antonio de los Baños figuraban en su historial.
Quisimos conocer qué ha sucedido con la vida de esta muchacha después de la popularidad y éxito que trajo la telenovela. Conversamos con Dalaytti sobre muchos temas: el futuro profesional, la etapa de pandemia y hasta acerca del origen de su nombre.
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En sus publicaciones en Instagram aparece la palabra Agitaná. Le preguntamos sobre eso. Agradeció la pregunta.
“Agitaná soy yo. Es la palabra que me identifica, habla sobre mi mundo. Tengo una mezcla de raíces que tienen ver con lo folclórico español, lo arabesco, el mundo oriental también, que me fascina y tiene vínculos con mi esencia espiritual. Agitaná es la música que me gusta, la que quiero hacer; así percibo, veo y siento, de una manera libre, intensa, apasionada. De cierta forma, no soy gitana propiamente, sino que tengo influencias de muchas culturas: la cubana, que es muy diversa y tiene de África, de Brasil… Llevo dentro la música riquísima de nuestro país. Agitanando la música, mi arte, yo vengo agitaná.
“Mi mamá fue quien escogió mi nombre. Lo sacó del libro Oros Viejos, de Herminio Almendros. Ahí hay un cuento sobre una princesa china que era raptada por un ‘Kokoloro‘ malvado y me puso como a la princesa. Me encanta Dalaytti: es raro, diferente, y al final sí que me marcó. En el cuento hay una raíz oriental que tiene que ver mucho con mi personalidad”. Recuerda, entonces, un verso que su madre le repetía y lo recitó.
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Después de la telenovela En fin, el mar, que llegó a popularizar su imagen, ha pasado por varias facetas. “Desde el punto de vista de la actuación hubo mucho: Tras la huella, cortos para estudiantes de la EICTV, un lugar precioso al que siempre me encanta ir a experimentar, a moldearme. Conocí ese sitio gracias al maestro Eduardo Eimil, al que estaré eternamente agradecida.
“Me vinculé a una compañía que se llama Verdarte, dirigida por Jorge Pedro Hernández, enfocada en rescatar el musical en Cuba. Ha sido un reto. Me encanta porque mezcla mis dos pasiones, la música y la actuación, además de incorporar el baile, que también me gusta. Formé parte del elenco de Colba, que narra la historia de Cuba y es impresionante ver nuestro concepto de los hechos a través de la danza, de canciones, observar personajes que se nos van haciendo cercanos.
“Como conductora y presentadora de espectáculos también he trabajado. Estoy muy agradecida con Alexis Matos y José Moreno, dos directores artísticos que vieron potencialidades en mí, me dijeron que podía y querían probarme en esa área. Me gusta mucho interactuar con el público y sentir la energía que ya había percibido en el teatro. Todas las experiencias en vivo traen un gran desafío para una.
“También me desempeñé como vocalista de un grupo llamado HabanaSer. Conozco a su director, Sergio Jiménez, desde que estudiábamos juntos y reconectamos. Decidimos poner en práctica esas ideas que teníamos en común e hicimos rumba flamenca, jazz, balada, bossa nova. Me he me sentido muy realizada en la parte musical”.
En medio de todos esos proyectos, llegó el 2020 y la pandemia. Sobre esta etapa, nos cuenta: “más allá de la incertidumbre y el desasosiego, todos los planes se han visto frenados. El arte es de mucha retroalimentación, demanda contacto físico. Yo soy muy hiperactiva y me gusta hacer varias cosas, esta etapa ha sido muy difícil. Me he sentido coartada por eso, aunque siempre trato de sacar lo mejor de cada situación.
“Ya entendemos lo que antes nos paralizó y estamos tratando de crear de una manera diferente. En lo personal, he aprovechado el tiempo para reconectar conmigo misma. Tenía trabajo pendiente, que había estado evadiendo y era trabajo duro. Empecé a hacer yoga, a meditar, a hacer cosas que necesitaban mi cuerpo y mi espíritu, que me han acercado más a mí.
“Es buen momento para replantearse nuevos caminos, proyectos; una lo piensa todo mejor. Estoy analizando muchísimo: si ese nuevo plan me hace vibrar o no, porque todo este clímax de excitación que hay te hace valorar más la vida, cuestionarte por qué has tardado tanto tiempo en ir por lo que quieres”.
No obstante, la artista adelanta: «van a saber de mí muy pronto en varias facetas: música, actuación y hasta otras que tienen que ver más con corte humanitario. Desde mi posición puedo ayudar y servir a la humanidad”. No dijo más, pero nos prometió exclusivas en su momento.
En varias etapas de la conversación se definió a sí misma como “inquieta” y asumimos que esa forma de ser también la tuvo de pequeña. “Mi mamá dice que la primera vez que me subí a un escenario tendría tres o cuatro años. Fue en el liceo de Bolondrón en Matanzas. Había una actividad con artistas y yo me puse a llorar porque quería subir. Mi madre, con mucha pena, pidió permiso y me subieron. Ahí canté mi primera canción: El cocherito Leré.
“Me gustaba aprender cosas nuevas y variadas. Para ello tuve la suerte de tener mucho apoyo familiar. En la escuela era la jefa de actividades y promoví todo lo que tuviera que ver con el arte. Cuando terminaban las clases en la primaria me iba al baile español. Formé parte de grupos de danza contemporánea, de teatro y de danza árabe, que ha estado en mi vida siempre. Integré el grupo Cuban Soho. Tomé algunos cursos de artes plásticas: adoro la pintura y las artes plásticas en general, soy buena dando ideas de formas y colores, pero soy mala ejecutando”. Al parecer, según nos dijo, toda esa energía se centró en una sola cuestión cuando comenzó a estudiar música -flauta específicamente, el instrumento que la apasionó.
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Sería imperdonable en una entrevista con Dalaytti no hablar del personaje de Marina y la telenovela que cambió su vida. De esta etapa resalta el apoyo recibido por todo el equipo y, especialmente, por “personas sumamente importantes: Luisito Padrón, el coordinador; Eddy, el director de fotografía, y Carmelo Rubio, director a quien estaré eternamente agradecida.
“De la novela tengo anécdotas preciosas. Recuerdo que una vez iba caminando por La Rampa y veo a una señora que desde la esquina me estaba mirando con una cara un poco rara. Cuando pasé por donde estaba, me dijo: «yo quiero que tú arrastres a esa mujer, a Baby, para creer en ti, para que ella no sea más falta de respeto y ladrona de maridos». Yo no pude hacer otra cosa que reírme.
“En otra ocasión, salí de casa y no era mi mejor día. Una mujer se me acercó, y sin decir nada, me dio un abrazo: fue uno de esos momentos hermosos que te arreglan el día. Me dijo bellas palabras para Marina y para mí”.
“De la experiencia con los niños lo que cuente es poco: derroche de amor, donde me veían corrían a abrazarme; parece que se sintieron muy identificados con el amor que le profesé a mi hijo, Marcelo, que ya es un hombrecito, pero lo veo y sigue siendo mi niño. Yo estaba preocupada antes de conocerlo en la novela, pues era muy pequeño, tenía cuatro años, pero cuando lo vi todos los miedos se fueron. Somos del mismo signo, nos entendimos muy bien. En el estudio me buscaban para que me encargara de él hasta para comer, no comía con nadie más.
Cuando al inicio nos referíamos a cómo caló el personaje de Marina en todos los públicos, no exagerábamos. “Muchas mujeres me paraban en la calle y me decían que se veían reflejadas. La energía femenina fue muy fuerte. Algunas me decían que les encantaba mi imagen, los vestidos, las sayas, que eran el sello de Marina. Otras se sintieron identificadas con el pelo. Una muchacha me comentó una vez que vivía aferrada a estirarse el pelo, y gracias a mí, había aceptado el rizo. Esas cosas me llenaban de luz, de energía.
“Me he sentido muy amada por el público cubano porque percibieron el amor y la pasión que puse en un personaje que tenía mucho de mi personalidad. Voy por la calle y me llaman Marina, y yo orgullosa, porque es un nombre muy bonito que tiene que ver con el mar. Creo que seré la eterna Marina, fue esa mi carta de presentación más fuerte para el público cubano, y pienso que, si se sienten muy identificados con tu trabajo, si logran conectar con él, entonces sigo siendo ese personaje y no me molesta, me siento muy feliz”.
En entrevistas anteriores ha hablado sobre el desenfado con que asumió el casting. “Lo hice muy relajada. El estrés vino después, durante los ensayos. Sufrí mucho. Recuerdo que uno de esos días llegué deprimida y mi mamá me dijo que no pasara por eso, que ya yo era músico”.
Pero en Dalaytti Martín nada se puede desligar: no fue una cantante que se probó como actriz; tampoco una experta en interpretación con conocimientos de canto. Es una artista con diferentes facetas: algunas, incluso, en las que aún no la hemos descubierto.
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