En materia de series, hay pocas opiniones generalizadas. Que HBO casi no se equivoca es una de ellas y, hasta hace un tiempo, algo similar pasaba con Netflix. Pero da la sensación de que poco a poco eso ya no es así.
En 2019 lanzaron la que posiblemente sea la peor producción que jamás hicieron. The I Land fue un bodrio de ciencia ficción carente de sentido, a pesar de que algunos se hayan echado unas buenas risas con su primera (y, gracias al dios de las series) y última temporada.
Si hubo un punto ambiguo en el pasado año, sucedió en diciembre. El extremadamente promocionado estreno de The Witcher, fantasía épica basada en las novelas del polaco Andrzej Sapkowski, terminó dejando un sabor agridulce.
Por un lado, las aventuras de Geralt, Ciri y Yennefer fueron elevadas por el público al estatus de “show mejor valorado en la historia de la plataforma”, colocándola por encima de joyas de la corona como las destacadas Stranger Things y Black Mirror. Hasta ahí, todo bien, pero…
La crítica y una buena parte de la audiencia le dieron unas cuantas sacudidas a la propuesta, calificándola como demasiado complicada de ver por sus saltos temporales, de guión todavía pobre, y evaluaron algunas actuaciones (incluida la del mismísimo super-Henry Cavill) como débiles para un show de esta altura.
No obstante, tampoco podemos decir que The Witcher haya sido un fracaso ni nada parecido, pero sí sacó a relucir varias falencias que se han empezado a notar en Netflix recientemente.
La cuestión está siendo que, en su afán por seguir al lado de la tendencia “cool” de llevar al live action historias basadas en historietas o libros populares, los reyes del streaming están comenzando a pisar demasiado el acelerador, y en el proceso han perdido el sello de calidad que les caracterizó luego de obras como Daredevil y Jessica Jones, enfocadas no sólo en mostrar una versión de los conocidos superhéroes, sino en hacerlo para un grupo específico.
Digo esto último porque al parecer Netflix intenta (a lo mejor sin ser plenamente consciente) crear productos al estilo Disney+, o sea, materiales para todos, sin demasiada segmentación ni excesos. Y eso puede no terminar bien.
Se nota en recientes lanzamientos, como son los casos de October Faction y Locke & Key, dos series nacidas en las viñetas y que dieron el salto al “vivo” con la venia de la compañía. Ninguna de las dos ha estado a la altura, pues se nota un patrón claro en ambas: el de minimizar el contenido violento, sexual y macabro de los originales para transformarlos en algo más soft, que sea “digerible” y apto para más personas.
Lo raro es que antes, con The Umbrella Academy, Chilling Adventures of Sabrina y Ragnarok todo se hizo con más tino, y el resultado fue, al menos, notable. Visto lo visto, deberían volver a esa premisa si no quieren que el tren se descarrile con lo que está por venir.
Resulta que el futuro de Netflix está cifrado ahora mismo en una andanada de adaptaciones comiqueras, gamers y novelísticas que la mantengan en alza.
De momento, se conoce que planean dar forma a dos obras aclamadas por lectores y especialistas, como son The Sandman y El Eternauta. Ambas poseen “material delicado”, pues se trata de creaciones de un nivel artístico y un contenido sumamente profundo. Partiendo de los antecedentes, todos los buenos seriéfilos podríamos pensar que tanta ambición pudiera ocasionar que estos proyectos le exploten en la cara.
Si seguimos con la lista de propuestas en desarrollo, contamos también a Jupiter’s Legacy, American Jesus, Huck, Sharkey The Bounty Hunter y Empress, todas inspiradas en originales de Frank Miller, autor de títulos antológicos como Daredevil: Born Again, The Dark Knight Returns, Sin City y 300.
Luego aparecen planificadas, entre otras, Sister Nun, V-Wars, The Magic Order y una nueva serie animada de He-Man, nombrada como Masters of The Universe: Revelation. Este grupo de shows se incluirán próximamente en su catálogo para nerds, geeks y amantes de historias al estilo de Love, Death & Robots.
En resumen, podemos ver con buenos ojos todo lo que intenta hacer Netflix, y eso tampoco es malo. Pero debemos tener en cuenta que cuando se abarca tanto, no siempre la recompensa está a la altura del esfuerzo que se hace. Tal vez la empresa debería echar el freno y poner más atención a la carretera, no vaya a ser que se pasen un par de pueblos y después no tengan cómo regresar.
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