La 59 Serie Nacional de béisbol tiene como finalistas a dos provincias que, aunque han alzado el título bajo otros nombres, nunca lo han logrado con su denominación actual. Ambas han vivido por mucho tiempo una especie de maldición en tal sentido.
En Cuba no existen las franquicias, como sucede en otras ligas, y unido a la creación de más de la mitad de las provincias existentes hasta mediados de los años setenta y a la existencia de una Serie Selectiva (1975-1995), ha hecho que la mayoría se resista a unificar o incluir lo sucedido cuando los nombres eran otros.
Algunos, con su razón, dicen que no sería justo señalar que el triunfo de Ganaderos en 1975-76 solo pertenece al actual Camagüey, pues tendría que añadirse también a Ciego de Ávila, por la presencia protagónica de muchos avileños, entre ellos, Omar Carrero, el mejor pitcher de aquel certamen. Después, lo más cerca que tuvo la corona la provincia agramontina fue cuando accedieron a la final de 1991, casualmente como ahora, contra un representante de Matanzas. Allí perdieron 1-4 frente a Henequeneros.
Precisamente, fue esa la última vez que “la Atenas de Cuba” disfrutó un gallardete. Poco después, Matanzas regresó a las Nacionales con se nombre y vivieron muchos años marginados, incluso, hasta de clasificar a postemporada. Desde su avance a semifinales, en 2012, los cocodrilos recuperaron la tradición de antaño al clasificar casi siempre a playoff, pero se han quedado a las puertas del título con dos finales incluidas.
No obstante, en comparación con Camagüey, la situación matancera ha sido diferente: gloriosa por un lado, pero con una combinación de maldiciones, fatalidades, decepciones y muchos olvidos por el otro. Si bien aquellos Ganaderos contaban con la contribución avileña y camagüeyana, los cinco títulos de Matanzas (70, 90 y 91: Henequeneros; 77 y 84: Citricultores) fueron netamente yumurinos. El valor de los mismos fue bien elevado, sobre todo después de 1977, cuando esta provincia tenía que dividir su potencial en casi todos los equipos tenían todo aglutinado en un solo plantel.
La unificación de Citricultores y Henequeneros a partir de 1992-93, un año después de haber llegado estos últimos a su tercera final consecutiva, presagiaba un futuro a la altura de su pasado. Sin embargo, vinieron muchos años de decepciones y hasta llegaron a ser habituales en los puestos sotaneros. Estas frustraciones se han mantenido pese al buen nivel mostrado en la última década, y han sido tan dolorosas como las otras, puesto que han salido como favoritos no pocas veces. Lo que ha pasado en los últimos 25 años con Matanzas ha sido increíble.
Hoy, la gente recuerda, básicamente, los fracasos recientes y ,cuando más, aquellos triunfos de la tropa de “Sile” Junco, “los Mosqueteros” de 1970 o los “Citris” de Juan Bregio y Tomás Soto. Pero se insiste en el pasado reciente, y en que el pasado, por muy bueno que haya sido, es solo eso.
La historia olvidada de Matanzas en el béisbol cubano
Muchos de los sucesos acontecidos antes del surgimiento de las Series Nacionales en 1962 han quedado en un olvido casi absoluto. Ya hoy quedan menos de los que vivieron esa etapa memorable, y casi nadie recuerda lo relacionado con Matanzas, reconocida de forma superficial dentro del béisbol, especialmente por ser una de las cunas de este deporte, luego del famoso juego del Palmar de Junco en 1874, y por algunos de sus peloteros que trascendieron en todos los niveles. Quizá algunos más se acuerden de que existió una liga matancera, la de Pedro Betancourt, sobre todo por el énfasis que hacía en sus narraciones el ya fallecido Eddy Martin.
En Cuba hubo un gran número de torneos y la Liga Profesional y la Liga Nacional Amateur fueron, por amplio margen, los más importantes. En ellos Matanzas participó y sobresalió.
En aquella liga rentada que jugó su última temporada en 1961 con Habana, Almendares, Cienfuegos y Marianao, Matanzas fue uno de sus fundadores en 1878 cuando no era profesional todavía. En esos años iniciales la provincia fue representada, indistintamente, por el Colón, el Progreso y el Matanzas BBC. Este último escribió el momento más glorioso en la campaña 1892-1893 al romper la supremacía habanera por primera vez con el éxito de la novena de Luis Almoina (14-9), que tuvo en el lanzador Enrique García a su baluarte fundamental.
El club tuvo que batallar después, no solo con sus rivales deportivos, sino con las complejas situaciones económicas que volvió inestables su calidad y participación, hasta su adiós definitivo del nivel profesional en 1909, pues aquel elenco que participó como Matanzas en “La Tropical” en 1946-1947 no fue tenido en cuenta como parte de la liga oficial.
En 1914 surgió la Liga Nacional Amateur como alternativa para aquellos jugadores excluidos de firmar como profesionales y, sobre todo, para darle a Sociedades e Instituciones la posibilidad de contar con un torneo de envergadura.
Matanzas rápidamente se incorporó y ya en 1918 llegó a la élite con el casi desconocido triunfo del club Bellamar. Este equipo tuvo una corta vida, y poco después, en la década del veinte, llegaron el Deportivo Cárdenas y el Deportivo Matanzas, que fue el más importante de los tres. Este último se convirtió en uno de los clubes más competitivos de todo el circuito, donde jugaban alrededor de 20 equipos de cuatro provincias. Sin poder aportar las prebendas de otras sociedades, clubes o compañías, Pipo de la Noval aglutinó un elenco de los más destacados en la historia de estos certámenes que duraron hasta 1960.
En un torneo donde los clubes resolvían con un pitcher estelar ‒quizás dos, porque solo se jugaba los fines de semana‒, los matanceros contaron con tres luminarias de la talla de Rogelio “Limonar” Martínez, Sandalio Consuegra y Ángel “Catayo González”. Los tres llegaron a la selección nacional y los dos primeros a las Grandes Ligas. Ese poderío sobre el box se unió a la maestría de jugadores de posición como el receptor Rouget Ávalos (asistió a cinco Mundiales), el torpedero líder de bateo en el Mundial de 1942, Ángel Fleitas, el intermedista Derubín Jácome y el jardinero Gaspar “Curro” Pérez, padre del reconocido lanzador. Matanzas ganó dos veces en tres años ‒1943 y 1945‒ y, en la mayoría de la llamada etapa dorada del amateurismo cubano (1939-1945), estuvieron en la élite.
De aquellos momentos extraordinarios solo se acuerdan los fanáticos que todavía quedan vivos, ya muy contados, pero fueron triunfos que rescataron una tradición colectiva que inició desde la génesis misma de la pelota cubana. Las individualidades fueron tan constantes y destacadas, que tal vez ningún territorio, ni siquiera La Habana, superó la producción de estrellas beisboleras que tuvo Matanzas en “la etapa olvidada”.
No es posible que ignoremos esa grandeza. Todos debemos ser consecuentes con lo trascendente, por muy lejos que se encuentre en la línea del tiempo.
La desdicha histórica de Camagüey
La historia de Camagüey fue menos afortunada. A pesar de su extensión territorial y a la indiscutible calidad individual, la lejanía de La Habana marginó a la provincia de tomar parte en las dos grandes ligas existentes hasta que llegaron las Series Nacionales. Participaron en varios certámenes azucareros y semiprofesionales, en un torneo profesional en “La Tropical” habanera en la campaña 1946-1947 (Campeonato de la Federación) y en la poco mediática Liga Popular. Pese a la supremacía provincial del Cromo Minning, ese equipo nunca pudo acceder a los niveles nacionales más valorados. Lo más importante del territorio quedó en las decenas de figuras destacadas que surgieron o se desarrollaron en sus entornos.
Dentro de los actuales clásicos, Granjeros siempre fue el mejor equipo de la provincia, y aunque su gran pitcheo lo llevó a coquetear alguna vez con la cima, los fanáticos solo celebraron en esa época con los mencionados Ganaderos de 1976, así como con los “incapturables” Camagüeyanos en la Selectiva de 1977, también de la mano de Carlos Gómez. Con la división del territorio, el paso de los años trajo más esperanzas y desilusiones que conquistas: vieron cómo Ciego de Ávila mejoraba su calidad considerablemente y, pese a su menor extensión y población, ha conseguido tres coronas absolutas.
De haber sido un equipo competitivo desde finales de los ochenta y por buena parte de los años noventa, capaz de poner en jaque hasta a la “aplanadora santiaguera”, la metamorfosis los convirtió en un conjunto que pasaba sin penas ni glorias pese a clasificar a los playoffs. Después de su eliminación en los cuartos de final de 2007 se convirtieron en tradicionales sotaneros.
¿Quién necesita más el título?
Muchos abogan por un título de los Toros para que acaben de concretar su sueño y lleguen, por fin, al más alto nivel después de tanto sufrimiento. A Matanzas también le pudiera tocar lo suyo; llevan años intentando reescribir páginas que, aunque un tanto olvidadas, siguen presentes en nuestro brillante libro beisbolero.
Si los Cocodrilos llegan a ser campeones, no solo el nombre de Matanzas será escrito por primera ocasión como monarca de la Serie Nacional, también ocurrirá otro suceso inédito: en los tres grandes torneos cubanos de la historia (Liga Profesional, Liga Nacional Amateur y Serie Nacional) se habrá repetido un mismo nombre provincial.
De todos modos, gane quien gane, algo cambiará o se romperá ‒llámele maldición, mala suerte o fatalismo‒, pero dejará al perdedor con el mismo saco de decepciones y deudas que nadie sabe cuánto más pueda durar, ni a cuál de los dos le pesará más.
Excelente escrito, ta como nos tiene acostumbrado. Realmente en la Cuba post 59 el unico que mencionaba la parte amateur de la verdadera hostoria del beisbol Cubano era Eddy Martin, tal como lo menciona Porto. Historia que junto con el profesionalismo, demuestran la larga e importantisima vala del beisbol Cubano. Un detalle y me parece un olvido incredible, quizas involuntario, al realtar la historia de Matanzas, el no mencionar a uno de los mas grandes peloteros de Cuba de todos los tiempos, el gran Orstes Miñoso. Gracias Yasser por este excrito….
Excelente