La tristeza de Yulieski Gurriel

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Yuli Gurriel. Foto tomada de The Crawfish Boxes.

Llego varios años tarde a escribir sobre Yulieski. A mucho he llegado tarde en la vida. Llegué tarde, por ejemplo, al momento culminante de Ben Sheets en Sydney, tan frenético como estrafalario: el héroe termina en el suelo, rodilla en tierra, lejos de las cumbres idílicas. Había –entendería luego– algo ridículo en aquella escena: todos los héroes son, de cierta forma, tipos sentimentalmente predecibles.

I

Nunca fui un defensor de Yulieski. Por aquella época, recuerdo, no defendía nada ni a nadie. Me gustaba el swing de Yobal Dueñas y poco más. Hasta que Yobal Dueñas se fue como se iban algunos ídolos de esa infancia: nadie me decía, verdaderamente, por qué no los volvería a ver. Eso es –si se pone en contexto– una sensiblería trascendental: el héroe, más que predecible, comenzó a ser efímero. El héroe prolongado era, de acuerdo con esa lógica trivial, menos héroe, más precario.

Yulieski jugó en Cuba mucho tiempo. Quizás me molestaba eso. Quizás también me molestaba su manera de caminar desde el círculo de espera hacia el home; su botón desabrochado; sus dedos apuntando a las venas después de un extra base. A pesar de ello, Yulieski me parecía –fuera de su sonrisa de dugout– un tipo excesivamente triste.

Nunca vi a alguien tan abatido como Gurriel. El desconsuelo de “el Yuli” era –salvando enormes circunstancias– similar al de Ronaldinho: tipos joviales que se iban cansando, sobre la marcha, de que la alegría estuviese demasiado limitada por los entornos y las decisiones de otros.

En 2006 corrió el rumor de que Yulieski y Paret habían abandonado el equipo nacional en los Centroamericanos de Cartagena. Desde ESPN llamaron a la casa de los Gurriel en Sancti Spíritus. Habló Yulieski: “mi compromiso es con mi familia, la que me ha educado desde que era pequeño y con la Revolución, que me ha garantizado todo lo que he necesitado para convertirme en un jugador de béisbol. Eso es todo lo que necesito como persona. Tengo convicciones definidas (…) Me reí cuando vi esos reportes”. Veintidós años: mejor pelotero de Cuba, cinco series nacionales y un futuro enorme. Veintidós años: aún feliz e imberbe. Tal vez nunca haya sido tan honesto Gurriel como aquel día. ESPN tampoco tendría por qué haberlo construido como un tipo casto.  

II

Durante años, la tristeza del “Yuli” fue un síntoma oscuro, como tantos otros. Era una angustia perceptible a ratos. Después de un doble sin hombres en base, por ejemplo. Después de un jonrón ante el último equipo de la tabla de posiciones. Son pequeños instantes que escapaban de la algarabía popular en un país que se enfila desde una algarabía hacia la próxima.

A inicios de febrero de 2016, aparece Granma con una nota: “Abandonaron Yuliesky y Lourdes Gurriel la selección cubana de béisbol”. “En franca actitud de entrega a los mercaderes del béisbol rentado y profesional” (un sintagma para analizar dentro de unos años), decía el texto antes de “aclarar” que el hecho fue “inmediatamente rechazado por los integrantes de la selección cubana, quienes emitieron una declaración”. Estuve dos días o algo más buscando la declaración, pero eso ahora no viene al caso.

Se había marchado, como otros ídolos, el héroe último. Los héroes no se convierten en héroes por el tiempo en que permanecen, sino por la tristeza.

III

No existe, seguramente, imagen más triste que la de Yulieski con la bandera cubana en Los Ángeles, después del triunfo en la Serie Mundial de 2017. No sé por qué no logro verla de otra manera: hay, siempre, una especie de sufrimiento en medio del júbilo. Un desconsuelo breve, quizás. Esto lo vemos, luego, cuando lo entrevista un reportero de ESPN todavía sobre el terreno y responde: “si no hubiera estado en Cuba, habría sido muy difícil”.

El entusiasmo o el orgullo, a veces, no nos dejan entender una desolación que sería fácilmente previsible en otras circunstancias. Es esta –la predecible en condiciones felices- la peor de las tristezas.

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Yuli Gurriel luego del triunfo de su equipo en la Serie Mundial. Foto: Agencias.
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5 Comentarios

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  1. Excelente artículo de Aynel…. aunque alguno no lo entiendan… hemos perdido entender lo humano de las personas, lo sentimental…

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