«The Winter King», un relato mágico-histórico que se las arregla para salir a flote

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Los mitos artúricos han sido material de constante inspiración para creadores e investigadores de toda índole desde la Edad Media en adelante. Novelas, pinturas, ensayos, documentales, análisis historiográficos, filmes, historietas y series de televisión han tomado como punto de partida la leyenda sincrética del poderoso monarca, que unificó a las tribus británicas y sentó las bases de lo que sería el reino que aún existe en nuestros tiempos.

En los últimos años, varios han sido los intentos desde el audiovisual por darle una vuelta de tuerca a estas historias. Entre 2008 y 2012, BBC One emitió Merlín, una reimaginación de todo este universo, que increíblemente contó con muchísimo más éxito que las multimillonarias Camelot (2011) y Cursed (2020), ambas canceladas luego de una sola temporada.

Desde el cine también nos llegaron obras como El rey Arturo: la leyenda de la espada (2017) o El niño que pudo ser rey (2019), dos filmes con aproximaciones interesantes que pasaron sin hacer demasiado ruido por las pantallas mundiales.

Sin embargo, una y otra vez los realizadores y guionistas se vuelven hacia la literatura como el mejor punto de referencia a la hora de readaptar las tramas sobre Arturo y sus leyendas. De ese vínculo surgió una de las mejores propuestas en ese sentido: la miniserie Las nieblas de Avalon (2001), basada en la célebre novela homónima de Marion Zimmer Bradley.

Ese mismo camino siguieron los guionistas Kate Brooke y Ed Whitmore, quienes usaron la trilogía literaria, Crónicas del señor de la guerra (The Warlord Chronicles), de Bernard Cornwell, para crear The Winter King, serie cuya primera parte de 10 episodios debutó el pasado 20 de agosto a través de las cadenas ITVX y MGM+.

El show, titulado igual que el primer libro de la saga, nos lleva de vuelta a la Gran Bretaña del siglo VI, un sitio fragmentado en facciones que peleaban entre ellas por la supervivencia, el poder y los recursos naturales que había a mano. En ese contexto, Uther (Eddie Marsan), Alto Rey de Dumnonia, luego de vivir incontables batallas, empieza a mirar la muerte como un futuro cada vez más cercano.

Sin embargo, luego de que su hijo legítimo, Mordred, muera en un enfrentamiento con los sajones, el monarca destierra a su bastardo, Arturo (Iain de Caestecker), y da paso a una etapa de gran inestabilidad. Años después, al traer otro hijo al mundo, al cual bautiza igualmente como Mordred, Uther muere y entonces la guerra y el caos parecen cada vez más inminentes.

Al ver lo que se aproxima, Merlín (Nathaniel Martello-White) parte en busca del heredero mayor del fallecido rey con la idea de que él, a quien considera como una suerte de “elegido”, vuelva a casa para restaurar el orden antes de que estalle la tempestad.

En primer lugar, The Winter King es el relato de un mundo cambiante, en el cual se libra una batalla invisible entre los ancestrales ritos paganos y la cada vez más poderosa fe cristiana. En la era posromana, el propio Merlín y el obispo Bedwin (Steven Elder) representan las figuras más relevantes de dos universos que eventualmente se unirán mediante el sincretismo.

Si bien la mayor parte del tiempo Brooke y Whitmore pasan por alto puntos claves en la obra de Cornwell, se centran en presentar una visión más realista de la génesis británica. Es muy destacado el diseño de producción, escenografía y vestuario que, (muchísimas) licencias aparte, nos muestran una narración sin los romanticismos ni las burdas cuestiones que abundan en productos similares.

A la par de lo “real”, como es lógico, no faltan las pinceladas mágicas. Druidas, hechiceros y sacerdotisas recorren y habitan lugares místicos como Avalon, que aquí no es una isla etérea e inmortal, sino un pueblo consagrado a la fe que agoniza. Sin abusar de la tentación que representan los elementos fantasiosos como posibles “palancas” argumentales, la dupla de escritores se vale de estos para enriquecer y matizar la crudeza de otros eventos.

De Caestecker se despoja aquí del halo de nerd bonachón que le conocimos como el agente Leo Fitz en Marvel’s Agents of Shield. Aunque su Arturo también es parco, reflexivo y sabio, cuenta con una ferocidad que el actor de origen escocés es capaz de darle con poco más que una mirada.

Los dos primeros episodios son una introducción lenta pero bien armada que, a pesar de distanciarse en cuanto a tono y a algunos hechos de las novelas, pone las piedras en su lugar para que el resto de la temporada tome el impulso necesario. A la altura del tercer capítulo todo cobra mucho más sentido y luego del quinto —estrenado el último domingo—, el “gancho” está garantizado.

Si hay algo que de momento chirría, y mucho, es la presencia de Stuart Campbell como Derfel, quien originalmente es un viejo monje que nos cuenta la historia y aquí parece reducido al sitio de “joven con ganas de luchar y cero carisma”. Sin dudas Campbell queda a deber, pero no tiene toda la culpa. El cambio en la posición desde donde todo se cuenta es innecesario y no solo desaprovecha la riqueza de una óptica distinta, sino también lastra el rendimiento de un personaje que debería ser fundamental.

Fuera de los sinsabores que deja el rol de Derfel, el resto del elenco es tan sólido como las murallas de Caer Cadarn. Además de lo bien que se perciben roles como los de Arturo, Merlín y Uther, hay que reconocer el trabajo de Ellie James, la druida Nimué, así como de Valene Kane (Morgana), Simon Merrells (Gundleus),Daniel Ings (Owain), Ken Nwosu (Sagramor) y Billy Postlethwaite (Cadwys).

Si usted disfrutó series como El último reino (The Last Kingdom), también inspirada en una saga de Bernard Cornwell,  Vikingos o Juego de Tronos (Game of Thrones), encontrará algo de terreno común en esta pieza de ficción histórica que, aunque peca de algo plana a veces, se disfruta y nos mantiene atentos casi todo el rato.

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