Al bueno de Mike Flanagan empezamos a tenerlo en cuenta hace más de una década, cuando escribió y dirigió el filme independiente de terror, Absentia (2011), título con el cual se ganó la atención de especialistas y fans del género.
En lo adelante, el oriundo de Salem, Massachusetts, inició una carrera en el cine que fue creciendo a partir de cintas del mismo género, como Oculus (2013), Hush (2016), Ouija: El origen del mal (2016) y El juego de Gerald (2017).
Luego de sumar otros largometrajes de calidad que enriquecieron su currículum, en 2018 Flanagan decidió cambiarse a la televisión con The Haunting of Hill House, miniserie estrenada por Netflix. Aquel material que giraba en torno a una de las casas embrujadas más famosas de Estados Unidos, le permitió al realizador demostrar una vez más sus dotes como contador de historias y también su capacidad para adaptarse a un formato diferente con muchísima fluidez.
Al exitazo que fue The Haunting…, le siguió Doctor Sueño (2019), secuela de la novela El resplandor, de Stephen King, que tuvo otra recepción más que decente tanto de la crítica como del público.
A partir de entonces, se dedicaría en exclusivo a crear shows de formato seriado para Netflix. Por ahí llegó otra pieza memorable como The Haunting of Bly Manor (2020), segunda parte de su antología dedicada a las mansiones malditas, a la cual le siguió la certera —pero algo redundante miniserie— Midnight Mass (2021) y The Midnight Club (2022), relato más “ligero” que sería cancelado por la plataforma tras su primera temporada.
Tras estos dos últimos proyectos, siempre hubo quien pensó que Mike estaba perdiendo algo de su toque. No obstante, un año después, el creador ha vuelto a dejar claro que, altibajos aparte, sigue siendo un maestro de los sustos, gracias a su más reciente estreno en la mayor plataforma de streaming del planeta.
El pasado 12 de octubre llegó a Netflix la miniserie The Fall of the House of Usher, una suerte de mash-up, mediante la cual Flanagan reimagina y moderniza algunos de los cuentos más célebres de su compatriota Edgar Allan Poe para regalarnos un producto que no tiene desperdicio.
El argumento se centra en la familia Usher, poseedora de más dinero que escrúpulos y dueña de una de las compañías farmacéuticas más poderosas e influyentes del mundo. Una noche, después de perder a sus seis hijos en una serie de accidentes inexplicables sucedidos en el lapso de dos semanas, el patriarca Roderick (Bruce Greenwood) decide convocar al fiscal C. Auguste Dupin (Malcolm Goodwin / Carl Lumbly) para revelarle todos los secretos de un pasado que comparten parcialmente.
Usher le cuenta detalladamente a Dupin sobre su dura infancia y juventud junto a su hermana Madeline (Willa Fitzgerald / Mary McDonnell). Así nos enteramos de las penurias económicas de este hombre y de su turbulento ascenso hasta la cima de Fortunato Pharmaceuticals, empresa que, de la mano de Roderick y Madeline, junto su feroz abogado Arthur Pym (Mark Hamill), alcanza el éxito gracias a una montaña de verdades a medias y dosis abundantes de corrupción.
Con el hilo conductor que representa la conversación entre Roderick y Auguste, viajamos del pasado al presente para entender las razones que han desencadenado el principio del fin para la familia Usher, quizás directamente vinculado a una figura sobrenatural llamada Verna (Carla Gugino).
Excepto el primero, los restantes siete episodios se titulan como algunos de los relatos más famosos de Poe (El gato negro, La máscara de la Muerte Roja, El corazón delator, El escarabajo de oro, Los crímenes de la calle Morgue, El pozo y el péndulo o El cuervo). A través de ellos atestiguamos las terribles y sangrientas muertes de la prole Usher, y con ellas la voz del guionista aprovecha para —hacernos— reflexionar en torno a conceptos como la culpa, la obsesión, las adicciones o la venganza, la codicia, el poder o la justicia.
Llama muchísimo la atención cómo Flanagan se las arregla para armar un relato que usa tantos referentes sin resultar confuso ni aburrido. Ayuda que tanto él como Poe sean dos tipos con un sentido el humor muy similar y con una capacidad de juntar las piezas elegantemente sin que se vean costuras. Mención especial para los diálogos, jugosos y ácidos, todos marca registrada de Mike.
Punto aparte merece el entramado técnico que coordina el propio director. Su uso acertado y sin excesos de los planos atrevidos, la colocación magistral de la banda sonora y un montaje que debiera ser enseñado en todas las escuelas de cine, hacen que The Fall… constituya uno de esos ejemplos en donde forma y contenido coinciden a gran altura.
Lo del elenco es un espectáculo. Greenwood, a quien la mayoría conoce por hacer del Presidente de Estados Unidos (hasta en tres filmes diferentes) nos da aquí una de las mejores actuaciones de su carrera. A la par de este, McDonell y Lumbly son pilares en una narración donde destaca el Hamill que hace mucho dejó atrás al joven Luke Skywalker y ahora es capaz de darnos tantos matices como sean necesarios.
Más que correcto es el trabajo de los “hijos”, interpretados por varios de los “regulares” de Flanagan: Rahul Kohli (Napoleon), Henry Thomas (Frederick), Samantha Sloyan (Tamerlane), Camille (Kate Siegel), Victorine (T’Nia Miller) y Sauriyan Sapkota (Prospero). Y luego, también el de la entidad Verna, quien en manos de Gugino es misteriosa, etérea y terrible a partes iguales.
Del resto del amplio reparto, me quedo con Michael Trucco como Rufus Griswold, el anterior CEO de Fortunato, y Ruth Codd (Juno Usher, la ex adicta y joven esposa de Roderick).
The Fall of the House of Usher es una serie que se ve prácticamente de una sentada, pese a que cada capítulo dura aproximadamente una hora. Es verdad que podría tener menos metraje y abreviar ciertos segmentos retrospectivos, pero tampoco es algo que genere molestias excesivas.
Para Mike Flanagan es un nuevo gran acierto luego de las divagaciones y cambio de tono que tuvieron sus dos últimas creaciones. Aquí lo tenemos de vuelta “a lo bestia”, con mucha sangre, justicia poética y esa mordacidad que se agradece tanto como contrapeso a lo inherentemente trágico de la historia. Si le gusta el terror, va a disfrutar el show. Y si no, pues puede que este sea un buen lugar para empezar a hacerlo.
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