Debo confesar que, hasta hace unas pocas horas, el asunto de los refugiados no me preocupaba más de lo normal. El desconocimiento y la enorme distancia cultural en torno al tema impidieron que durante demasiado tiempo pasara por alto un problema que involucra a millones de personas —la mitad son niños.
El mérito de abrir mis ojos y los de otros tantos es de una tal Cate Blanchett, quien, además de ser productora y parte del elenco de Stateless, también es activista del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
La serie limitada, producida originalmente para ser lanzada en exclusivo a través de la cadena australiana ABC a partir del 1 de marzo de 2020, fue adquirida luego por Netflix y re-estrenada a escala mundial el pasado 8 de julio. Aunque muy posiblemente esta movida de los reyes del streaming estuviera marcada por la presencia de una estrella mundial como Blanchett en el “paquete”, la realidad es que colocar frente a su enorme audiencia semejante historia es algo digno de aplaudir.
Para entrar de lleno en la trama, les diremos que gira básicamente alrededor de la verídica odisea de Cornelia Rau, alemana con residencia permanente en Australia, quien vivió durante varios meses de 2005 en un centro de inmigrantes y cuyo caso motivó una investigación a gran escala para aclarar hasta 200 posibles detenciones ilegales por parte de las autoridades migratorias de esa nación.
En la serie, Cornelia es renombrada Sofía Werner e interpretada —magistralmente— por Yvonne Strahovski (Mass Effect 2, The Handmaid’s Tale). Su relato, el de una azafata con trastorno bipolar y esquizofrenia, se ve exacerbado como consecuencia de su participación en una inescrupulosa secta liderada por Gordon (Dominic West) y Pat (Blanchett). La historia sirve como pivote para reflejar los conflictos que rodean al ¿ficticio? campamento de Barton.
Al interior —y también fuera— de ese sitio, aparentemente olvidado para Canberra, conocemos al refugiado afgano Ameer (Fayssal Bazzi), al guardia de seguridad Cam Sandford (Jai Courtney), y a Claire Kowitz (Asher Keddie), trabajadora estatal designada por el gobierno para arreglar los problemas mediáticos y organizativos de Barton.
Si bien, por un lado, la intención de los guionistas Elise McCredie y Belinda Chayko es crear una narración coral que sirva para explicar las complejidades en torno al fenómeno de la migración ilegal y los fallidos mecanismos para lidiar con ella en el país austral, durante los seis episodios del show se nota demasiado una gran falta de equilibrio a la hora de repartir el protagonismo.
Por un lado, Cam y Claire parecen bastante bien elaborados, e incluso se nos presentan en diferentes facetas de sus vidas más allá del trabajo en el centro de detención. Ambos son seres llenos de contradicciones, rotos o en proceso de reparación, pero con características que los hacen reales más allá de un simple audiovisual.
Sin embargo, no podemos decir lo mismo de Ameer, quien más allá del dolor y la frustración que se reflejan constantemente en su rostro, parece tener pocas emociones y mucho menos background. Bazzi está fantástico como el atormentado padre de familia que huye de los talibanes, pero la verdad es que tiene poco con lo que trabajar.
En sentido general, hay que decir que la serie es excelsa en prácticamente todos los sentidos de su producción. Pese a ello, falla por epidérmica en el tratamiento de su leit motiv. Si el tema son los refugiados, ¿por qué no son ellos los verdaderos centros de la historia?
Está bien que se tome a Werner/Rau y su historia como punto de partida, pero ¿acaso no son iguales y hasta más terribles las experiencias de esos millones de desamparados que temen ser devueltos como mercancía defectuosa a su lugar de origen? En Stateless falta oír más la voz de los desplazados, los «sin estado» que con dolor tuvieron que abandonar su tierra en busca de un porvenir diferente, y que aquí son como una masa torpemente definida que sólo sirve como pretexto en un relato que pretende ser sobre ellos pero no los incluye de la forma que debería.
No obstante, la serie es totalmente digna de ser vista, pues, defectos aparte, es un intento por presentar al público mayoritario un tema que todavía necesita ser más visibilizado dentro de un panorama mediático que pondera la muerte de una celebridad por encima del calvario de millones que sufren sin que nadie los escuche.
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