Hacia finales de los años 60 y durante los 70, la escena cubana se vio sacudida por la irrupción de dos grupos que cambiaron la música popular bailable como se conocía hasta ese momento. La llegada de Los Van Van e Irakere significó un nuevo comienzo en muchos sentidos y, entre otras cosas, marcó el inicio del fin para el boom del mozambique, género creado por Pello El Afrokán.
Justo en este 2023 se cumplieron 90 años del natalicio de ese artista, nacido en el habanero de barrio de Jesús María el 7 de enero de 1933, y también seis décadas del estreno en TV de aquel ritmo pegajoso que él ideó, un éxito de masas e influencia para futuras generaciones de artistas.
Pedro Izquierdo Padrón vio la luz en un hogar de música y tambores. Su padre, Roberto Izquierdo Morales, había sido percusionista en la banda de Belisario López; sus hermanos, Roberto y Gilberto, eran consumados rumberos; y su primo, Mongo Santamaría, llegaría a ser una de las principales estrellas del jazz latino. Tan prematuro fue con las tumbadoras que solo contaba 12 abriles cuando debutó en el escenario en el Teatro Martí.
Alrededor del 59 se dedicó a los jingles comerciales y poco después creó su primer grupo, aunque no logró destacar demasiado con esa iniciativa. Por ahí también fue llamado para convertirse en profesor de la Escuela Nacional de Arte.
En 1963, el célebre coreógrafo de Tropicana, Roderico Neyra, alias Rodney, presentó el show Senseribó, basado en motivos afrocubanos e incluyó en el espectáculo al entonces joven percusionista, a quien todos ya conocía como Pello.
De ese momento existe testimonio audiovisual gracias al filme Soy Cuba (1964), realizado por el soviético Mijaíl Kalatózov en la Isla. En un momento del metraje se ve a Pedro dominando los tambores con una maestría fabulosa, la misma que poco después aplicaría a la creación de un género que revolucionó la música cubana para siempre.
Antes de refundar su grupo, Pello fue parte de Los tambores de Trinidad Torregosa y el conjunto de Jesús Pérez, entre otras agrupaciones que tocaban en plazas y cabarets. Tras estas experiencias y tomando como punto de partida la sonoridad de la orquesta Los tambores orientales que trajo Enrique Bonne desde el este del país, empezó a darle forma a su propio sello.
En julio de 1963, el Afrokán lanzó al mundo el mozambique en el programa Ritmo de Juventud, y meses después ya todos le conocían. Sin embargo, el hecho que marcó su verdadero salto a la fama absoluta sucedió durante los carnavales del 64, cuando al frente de la Comparsa de la FEU lideró un recorrido conguero por La Colina y la escalinata que sirvió como génesis del cercano fenómeno sociocultural que venía.
Según el investigador Emir García Meralla: “además de tambores, incorpora un instrumento que dentro de la música popular cubana estaba fuertemente arraigado en las fiestas de carnavales y las jazz band: el trombón. A ello incorporó como parte de su experimentación el diseño coreográfico necesario para que el público se sumara a su propuesta. Fue muy particular la utilización de modelos y bailarinas blancas, rubias o teñidas de ese color, en lugar de danzarinas negras y mulatas sensuales y voluptuosas”.
Así describió Pello su puesta en escena musical: “coloqué un set de 12 tambores, dos bombos, tres campanas, una sartén y tres trombones. Yo situaba 5 tumbadoras a las que hacía sonar como un piano. El ritmo mozambique es una fusión de estilos con un pasillo de baile, como caminar a tiempo, que después estilizó un coreógrafo profesional llamado Guanari Amoedo. Seleccioné algunas bailarinas diversas, para romper con las divisiones”.
Cuando el rocanrol empezó a causar furor en la juventud cubana, apareció el mozambique, de la mano de Pello El Afrokán. Pronto aquel hombre pondría a bailar a muchos y sus canciones se convertirían en estandartes en la batalla cultural contra la —mal— llamada música “extranjerizante”.
“El mozambique no detuvo a Los Beatles, pero le hizo su resistencia. Desde luego, no olvidemos, son los herederos de África los que más han defendido el folclor nacional, nuestra identidad. Mucha gente en Cuba, venidos de España, quería ser más españoles que Don Quijote (…) Fue la apoteosis, el ritmo que se enfrentó, por un tiempo, a la avalancha del pop electrónico de The Beatles con su galaxia eléctrica”, declaró Pedro en una oportunidad.
En 1965 salió a la calle el primer vinilo de larga duración (LP, por sus siglas en inglés) de Pello, titulado —obviamente— Mozambique, bajo el sello Egrem. Según la opinión de la musicóloga e historiadora Rosa Marquetti, lo que sucedió a continuación fue más o menos así:
“El ritmo creado por El Afrokán se propagó como un auténtico virus musical, gozable, mutante, imitable y polémico. Pudo disponer de la mayor difusión mediática, pues en momentos de nacionalismos desbordados, nada pudo ser más oportuno para capitalizar la atención popular hacia una música auténticamente cubana, cuando desde el poder político se ponían todos los empeños para cercenar el camino del rock y el pop anglosajón, que ganaba también adeptos y fanáticos en Cuba”.
Cierto fue que Pello y su nuevo ritmo tuvieron el apoyo de la radio, la televisión y la prensa impresa, pero también que sus creaciones tenían por sí solas la magia suficiente para llegar a los bailadores. Tanta llegó a ser su fama que, según se cuenta en una suerte de leyenda urbana, El Afrokán llegó a compararse en popularidad y relevancia con ciertos personajes de la élite política nacional.
Con su orquesta de gran formato, el mozambique recorrió Cuba de un extremo a otro, y también llegó hasta el famoso Teatro Olympia de París, se codeó con lo más brillante de la música latina en Nueva York, “calentó” la gélida Moscú, movió a los japoneses y también recorrió parte de la entonces Europa socialista.
Su currículum incluyó un total de siete LPs, entre los que aparecen Y su ritmo Mozambique, Congas por barrio, Mozambique en París y Mozambique a bordo.
Además, entre los sencillos —de autoría propia o ajenos— que “pegó” en tiempos en que este término no estaba de moda en Cuba, se encuentran Teresa (Dónde está Teresa), Sé que me llaman, Nace en Cuba el mozambique, Centro de Cuba, Qué es esto que llega, María Caracoles, El santo del encargado, Coja el paso, Arañaquiñá y Arrímate pa’cá, reformado casi de inmediato como Mozambique de la caña.
Su música fue usada por Tomás Gutiérrez Alea en la antológica cinta Memorias del subdesarrollo y le sirvió a Nicolás Guillén Landrián para matizar dos de sus cortos documentales: el celebérrimo Coffea arábiga y Los del baile.
Junto con su impacto exclusivamente musical, Pedro tuvo la oportunidad de estar durante cuatro años como principal figura del programa televisivo Ritmos de Juventud, lo cual le permitió afianzarse aún más como celebridad nacional.
Conocido fue, además de por sus dotes sobre los escenarios, por formar parte de la hermandad Abakuá y practicar la religión yoruba, en la cual llegó a ostentar el rango de Babalawo, nombre con el que se conocen a los sacerdotes de Ifá.
Luego de que pasaran sus mejores años, Pello entró en una suerte de silencio mediático que duraría hasta el día de su fallecimiento, el 11 de septiembre de 2000, pero nunca dejó de hacer música.
En aquellas décadas fuera del foco de atención, él transmitió sus enseñanzas a muchísimos percusionistas de todas partes del mundo y continuó desarrollando varios proyectos independientes. A finales de los 80 se sumó al colectivo del Salón Rojo del Capri, en donde fue parte de una peña de salsa en donde luego debutaría como solista el mismísimo Isaac Delgado.
Hoy se habla poco o nada de este gran artista, un rumbero humilde que, a partir de los ritmos afrocubanos se convirtió en uno de los ejes centrales, en torno al cual la música cubana se convirtió en un referente mucho más internacional. Gracias a su nieto, el músico Omar Merencio Izquierdo, conocido artísticamente como Pellito El Afrokán Jr, todavía podemos disfrutar en las redes sociales de testimonios visuales y escritos poco conocidos sobre el hombre que puso a Cuba a gozar hace más de medio siglo.
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El ariculo está bien pero tiene varias inexactitudes. Primero todo comenzó más o menos en el 62, al igual que los zafiros. Eso que habla de bajar la colina lo viví personalmente porque yo fui uno de ellos, saliendo de un concierto que se dio en el stadium universitario y la conga tumultuosa que se formó fue detrás de la carroza y los tambores de Enrique bonner. Repito salió del stadium, dobló por infanta hacia el malecón y en algún momento se disolvió. Final, llevo más de 50 años hablando de música en la radio y jamás he escuchado un destaque especial a pello como tamborilero. Otro, todo el que vivió esos días sabe que, casi al igual que los zafiros, el final del afro kan y su ritmo fue un disparate personal. Eso lo supo y lo sintió toda cuba. Otra, en aquellos días del Mozambique, el pilón y el pa ca, el de pello era el menos valioso y si, para su éxito aplastante fue factor fundamental el inmenso apoyo de la televisión, que lo tenía en sus programas hasta tres veces por semana, en franca confrontación con la música extranjera que comenzaba a llegar. Esto fue a partir del 65 y van van y años desoues irakere tuvieron que esperar un poco, porque muchos comenzaron a despreciar lo nuestro e incluso esgrimieron el absurdo elemento que nos querían robar el son. Es historia y la viví muy de cerca, primero como trampero y desoues trabajando en la radio desde el 70. Pello demostró sensatez e inteligencia y logró mantenerse, pero en el 70 ya no era ni por asomo lo que había sido. Hracias.
Quise decir rampero.