Hoy se abren las cortinas de la 41ra. edición del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, o como preferimos llamarle los simples mortales, el Festival-de-toda-la-vida. Muchos en la capital cubana ya tienen listos sus “pasaportes” para darse un “viaje” invernal frente a la gran pantalla.
Como nos calificara en una ocasión el humorista Otto Ortiz, los cubanos somos gente “de eventos”, (ver: Feria del Libro/Fiart/Arte en La Rampa), motivo por el cual cada diciembre la euforia cinéfila se nos mete al torrente sanguíneo y nos hace movernos en turba hacia las salas.
Así ha ocurrido desde la inauguración de este evento en 1979 y desde entonces son muchos los títulos que han quedado grabados en la memoria del público que confluye en la —ahora— “ciudad de los 500 años” para darse un baño de buen cine.
Como aquí en Cubalite también somos parte de esa masa que sobrevive días enteros a base de pizza y refrescos instantáneos con tal de no perderse lo mejor que trae cada edición, hemos decidido recopilar un decálogo de algunos de los filmes más memorables estrenados durante la cita festivalera.
Fresa y chocolate
Mezclar homosexualidad y política a inicios de los 90 resultaba una idea quizás descabellada para la Cuba de entonces. Pero Titón y su fiel escudero asumieron el reto de contar esta historia, basada en un cuento de Senel Paz, gracias a la cual abrieron una brecha que les permitió colocar sobre la mesa de discusión temas como la tolerancia, el patriotismo y la amistad, asuntos medulares e ineludibles en la vida de cualquier nación.
Ciudad de Dios
Nunca antes la vida dentro de una favela de Río de Janeiro había sido narrada de una forma tan realista e innovadora. La historia de Zé Pequeño, Mané Galhina y sus vecinos fue el pretexto para hacer una radiografía de la vida marginal en los cerros cariocas desde los años 60 hasta el momento de filmación de la película. Los planos y el montaje son un escándalo. En resumen: nadie debería morirse sin antes haberla visto.
Suite Habana
Muchos creen (y son de los que coincide con esa idea) que Fernando Pérez dejó lo mejor de sí en esta enorme obra, que es, sin dudas, el mejor retrato de la realidad habanera que jamás se filmará, probablemente. A través del lente guiado por este maestro del cine cubano, conoceremos personajes pequeños que crecerán ante nuestros ojos como estandartes vivos de la resistencia y las ganas de vivir. Rodeándolo todo, tendremos a la verdadera protagonista de la historia, una ciudad que se deshace del edulcorado maquillaje publicitario y nos muestra sus entrañas sin pudor.
El secreto de sus ojos
Un crimen horrible atormenta durante décadas a un investigador, estancándole la vida hasta que no logre castigar al culpable. Lo anterior bien pudiera servir como resumen para el guión de esta inolvidable historia, originalmente concebida como una novela por Eduardo Sacheri y que Campanella clavó por toda la escuadra —cinematográficamente hablando— hace exactamente una década. Ricardo Darín vuelve a lucirse como Benjamín Expósito, aunque hay que decir que sin la compañía de Soledad Villamil en el rol de Irene Menéndez-Hastings y del sensacional Guillermo Francella en el de su alcohólico asistente, Pablo Sandoval, nada hubiera resultado igual.
No
Si una palabra hace que se apriete el pecho de este continente, esa es DICTADURA. Por ahí va más o menos esta narración, que se centra la campaña mediática y política que rodeó al plebiscito nacional chileno de 1988, un K.O. definitivo para Augusto Pinochet y el régimen de terror con el que gobernaba Chile desde 1973. Un brutal Gael García Bernal es René Saavedra, publicista que se encarga de dar forma al mensaje televisivo del NO. La escena final lo dice todo.
Whisky
El cuentos de los dos hermanos: Herman, el emprendedor, y Jacobo, el achantado, es el pretexto que usa esta dupla de creadores uruguayos para transmitirnos el verdadero leit motiv del filme: el lastre que significa la rutina para la vida de cualquier persona. Un viaje del exitoso a casa de su aburrido colega vendedor de medias, hará que este último decida inventarse un plan para no lucir inferior a su fraterno visitante. Por el camino, irán dándose cuenta de que nada es lo que parece.
Luz silenciosa
Visitemos Cuauhtémoc, pequeña urbe del estado mexicano de Chihuahua, en donde una comunidad menonita vive en paz y armonía dentro de su mundo de fe y sacrificio. Todo cambiará cuando a un padre de familia le da por engañar a su esposa con otra señora, un suceso que desencadenará un «tsunami social» al interior de ese “circuito cerrado”. Hablada totalmente en plautdietsch o bajo alemán menonita, aquí Reygadas repite su fórmula de usar actores improvisados que, en esta ocasión, serán los propios miembros de grupos menonitas procedentes de distintas partes del planeta.
La teta asustada
Fausta Isidora es una mujer llena de miedo, directamente legado por la leche materna, supuestamente maldita por una violación sufrida en los años de la llamada Guerra Civil peruana. Traumatizada por las historias que le cuenta su madre, la protagonista decide usar un método poco ortodoxo para proteger su sexo de la posible violencia masculina. En lo adelante, deberá hacer un tortuoso viaje que le transformará su visión del mundo y le hará descubrir que una papa no es siempre la solución más acertada a tus problemas.
El lado oscuro del corazón
Las películas de Subiela no fueron jamás del tipo que nos resultan cómodas y simples de ver como espectadores. Pero jamás eso hizo que la gente se alejara de su obra, marcada por una suerte de surrealismo mágico que sirve como método para narrar el complejo mundo interior de sus personajes. En esta cinta en particular, conoceremos a Oliverio, un poeta con miedo a morir que se mueve entre Buenos Aires y Montevideo, siempre con la idea fija de encontrar a la mujer que lo haga volar, literalmente hablando. Como cereza del pastel, a lo largo del metraje podemos hallar constantes retazos poéticos de dos cracks como Mario Benedetti y Juan Gelman.
Relatos salvajes
Seis cuentos distintos, simplificados al máximo en favor de la catarsis, constituyen más o menos la esencia de este hito del cine rioplatense que en 2014 nos dejó clavados al asiento durante exactamente 122 minutos. Estos relatos son, según su realizador, Damián Szifron, un reflejo de “la difusa frontera que separa a la civilización de la barbarie, del vértigo de perder los estribos y del innegable placer de perder el control”. Porque todos llevamos dentro un ingeniero como Bombita. Y lo saben.
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