Moisés Leonardo Esquerré Valdés, el matancero que ha sacrificado mucho por la pelota a sus 24 años, asegura con los ojos aguados que si hoy el béisbol le sigue gustando y que si todavía continúa siendo un joven de béisbol, es gracias a su padre. Dice que él le ha inyectado el espíritu beisbolero cada vez que la vida ha insistido en hacerle creer que ese deporte no es cosa de su presente ni futuro.
Sin imposiciones, solo amparado por la exigencia de ser buen hombre, Moisés ha cumplido con obediencia sana de hijo los consejos de un padre al que considera lo más grande del mundo. Los baches han sido muchos, afirma, pero el camino marcado por su progenitor más de una vez “me ha devuelto el alma al cuerpo”.
Fue él uno de los que más lo apoyó cuando regresó a Cuba a finales de 2018 e intentó vestirse nuevamente con el uniforme yumurino, mas no aceptó concesiones y decidió enrumbar su carrera en la pelota cubana con otro elenco, Artemisa. Después de cuatro temporadas ausente, con los Cazadores en la Serie 59 acumuló 31 encuentros como primer bate, con promedio ofensivo de .302, 32 imparables, cinco tubeyes, un jonrón, 13 impulsadas y una importante cantidad de boletos.
“Creo que fue una buena campaña, a pesar de no haberme encontrado bien con el guante, a causa del cambio brusco de los terrenos. No estuve a la altura de mi defensa, lo reconozco, pero demostré que puedo batear en esta pelota. Nos faltó clasificar, me hubiera gustado mucho eso”, declaró a Cubalite sobre su actuación como alumno de Manuel Orlando Vigoa.
“Quien se detiene ante un golpe no ve el final de la batalla”, es la frase con la que concluyó la entrevista. Precisamente esa frase tiene mucha similitud con su presente, pues como ustedes leerán en breve, el matancero ha sido un atleta con varios contratiempos durante su trayectoria deportiva, pero la tenacidad lo ha llevado a observar el desenlace de una batalla con una sonrisa oronda.
Jugará la Serie 60 con los Cocodrilos, después de que las autoridades del equipo se acercaran a él —y no al revés como mal se informó— y lo convencieran de retornar al conjunto que lo recibió por primera vez hace siete años, cuando el director era Víctor Mesa y Esquerré era uno de los primeros prospectos de nuestro béisbol. El infielder accedió a responder varias preguntas para nuestra revista acerca de su camino empedrado en el béisbol.
Tu tránsito por las categorías inferiores es impresionante y el año 2013 significó la guinda.
“Una etapa muy hermosa de mi vida, particularmente la categoría juvenil. En el primer año logramos ser campeones nacionales, un resultado espectacular si tenemos en cuenta que en el torneo previo Matanzas ocupó el puesto 16. Recuerdo que se decía que esa generación levantaría el béisbol en mi provincia y creo que yo soy de los pocos que quedan luchando en la Serie Nacional”.
“En el segundo año, quisiera agradecer a mi director Luis Cuba, que me dio la confianza para defender el campo corto de mi país en el Mundial juvenil de Taipei de China, en 2013, y considero que no lo defraudé, pues integré el Todos Estrellas del evento como torpedero y fui guante de oro. Para obtener desempeños individuales, soy del criterio de que es necesario el trabajo en equipo y siempre vivo orgulloso de ese grupo de amigos muy talentosos”.
En ese entonces eras un gran talento a nivel de país, pero después de dos contiendas en la Serie Nacional, primero con tu provincia y luego con Cienfuegos, sales de Cuba…
“Salí de Cuba, si mal no recuerdo, el 1 de marzo de 2015, motivado por jugar en una pelota de mayor nivel o tocar el sueño de las Mayores. También influyó que en Matanzas, la provincia donde nací, no encontré muchas oportunidades. Conformé la selección nacional al Campeonato Mundial juvenil de Taipei de China, como te dije quedé en el All Star, y al regresar a Cuba y comenzar los entrenamientos para la Serie Nacional, me encontré que trajeron a un pelotero establecido como Moreira. Ahí empezaron los tropezones”.
“Mi idea nunca fue probar suerte fuera de Cuba, pero algunas circunstancias me obligaron. Estás en un lugar donde no puedes desarrollarte y te encuentras con un director, en aquel momento, que te dice «tú vas a empezar a jugar a los 23 años», cuando tienes 17. Te replanteas muchas cuestiones, las circunstancias de la vida te hacen cambiar algunas cosas”.
Fuera de la Isla juegas en República Dominicana y antes representas a los Indios de Urracá, en el circuito principal de Panamá.
“Fue una experiencia que marcó mi vida porque me hizo madurar como persona y atleta. Aprendí cuáles son las características del pelotero profesional, bastante diferentes a las de un amateur. Es una realidad muy bonita y a la vez delicada, porque cuando abres los ojos chocas con aspectos que muchas veces no imaginabas. En Panamá coincidí con el industrialista Irait Chirino y jugar fuera de Cuba con ídolos de la Serie Nacional, que luego se convierten en amistad, es algo estimulante”.
“República Dominicana marcó un antes y un después en mi carrera, porque conocí un sistema para jugar al béisbol diferente al que yo tenía incorporado. Allí me modificaron como jugador, pero conservé la picardía y el aprendizaje del pelotero cubano, que es muy preparado. El primer año jugué con los Arroceros de San Francisco de Macorís, bateé .368 y fui el mejor segunda base de la final. Me enfrenté a lanzadores que en determinado momento llegaron a Grandes Ligas y jugué contra Ricardo Nanita, que estuvo en el Clásico Mundial con Dominicana”.
Pudiste debutar en el béisbol profesional, lograste algo que muchos desean ¿Qué determinó tu regreso a Cuba?
“Decido regresar a la Isla en diciembre de 2018 porque consideré que mi etapa en República Dominicana había concluido, además de que echaba de menos a mi familia. En Panamá recibí varias ofertas de organizaciones de Grandes Ligas, pero tuve la desdicha de que alguien no decidió aceptar ninguna y no logré firmar. Ya en Dominicana el mercado había bajado su valor y entonces mi objetivo se complejizó mucho más. Aquí tengo un hijo, a mi madre, a mis hermanas, los extrañaba bastante. Además, quería demostrar que sí puedo jugar regular en la Serie Nacional”.
Artemisa y Dany Valdespino te abrieron las puertas cuando tu carrera lo necesitaba.
“Deseaba volver a jugar con mi equipo Matanzas. Luego de mi retorno, me incluyeron en la preselección, pero nuevamente tuve que probar suerte en otra provincia debido a varias dificultades que surgieron. Fue así que el equipo de Artemisa y el inolvidable profe Dany Valdespino, que Dios lo tenga en la gloria, me acogieron con los brazos abiertos”.
“La oportunidad de jugar con ese equipo surgió un día que estaba sentado en el Parque de la Plaza con un amigo y hermano mío que es entrenador. Le comenté mi situación y él me dijo que había que buscar soluciones porque no me veía sentado en el banco de Matanzas. Decidimos hablar con Dany y lo primero que me dijo fue que sí, que en los Cazadores iba a estar tranquilo y podría jugar mi pelota. Y así fue en todos los meses que estuve en esa gran familia”.
“El precio de jugar fuera de tu provincia es bien caro, porque estás alejado de la familia, sin el bienestar de terminar un entrenamiento y llegar a casa y que te pregunten cómo te fue. Por lo menos en mi hogar es así, la pelota rige en mi casa. Las condiciones a veces no son las óptimas, pero lo que más golpea es la distancia de la familia”.
“En mi estancia con los Cazadores tengo mucho que agradecerle a mi amigo y excompañero en preselecciones nacionales Liam Camilo Rodríguez. También a otros jugadores que en muy poco tiempo se convirtieron en buenos amigos como José Carlos Padrón, Yohan Moreno, José Antonio Jiménez, Reinier Ramos, Sandro Torner, Dayron Alpízar, Misael Villa, Andy Cosme, Dayán García, Michael Ortiz y todo el resto de la banda”.
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