Mercedes de Acosta, la mujer que despertó pasiones lésbicas en la élite de Hollywood

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Mercedes de Acosta. Foto tomada de El País.

Para medir la magnitud de Mercedes de Acosta, escritora neoyorquina, quizá basta mencionar que su nombre aparece en repetidas ocasiones en las biografías de uno de los iconos de Hollywood en los años 20 y 30: Greta Garbo.

Otro dato para acercarnos a la idea de quién fue esta mujer es que Mercedes, a pesar de la fama que alcanzó como poeta, escritora, comentarista de sociedad y guionista de Hollywood, falleció pobre y esta situación pudo cambiar si accedía a vender o publicar las cartas de amor que conservaba de la Garbo, cosa que nunca hizo. Donó algunas con un contenido muy sencillo a un museo en Filadelfia, con la condición de esperar a que pasaran 10 años desde la muerte de la actriz sueca para revelarlas. Más allá de su quehacer literario, para muchos pasaría a la posteridad como «la amante cubana de Greta Garbo».

Mercedes no solo se llevó a su tumba los secretos de Greta Garbo. En su listado de conquistas figuraron Isadora Duncan (bailarina estadounidense), Eva Le Gallienne (actriz británica), Tamara Karsávina (bailarina rusa) y Marlene Dietrich (actriz y cantante alemana), entre otras cuyos amoríos fueron revelados en su polémica autobiografía Aquí yace el corazón, que apareció en Nueva York, en 1960. Después de que este libro llegara al público, muchas actrices se sintieron ofendidas, negaron lo narrado y retiraron su amistad a de Acosta.

Esta mujer de ascendencia santiaguera, nacida en Nueva York, ha trascendido, mayoritariamente, por su vida privada. Nunca ocultó su sexualidad y eso pudo haber sido lo que sedujo a la élite femenina de Hollywood en una época -años 20 y 30 del pasado siglo- donde muchas se atrevían a experimentar la bisexualidad, pero a escondidas.

Aunque algunas de sus relaciones fueron fugaces, como la aventura que mantuvo con la actriz y productora ruso-estadounidense, Alla Nazimova, otras perduraron. Pasó cinco años junto a Le Galliene, con quien se iba de vacaciones y viajaba por el mundo visitando a otras “amigas”.

El cronista Ciro Bianchi la describe con una personalidad arrolladora, celosa y posesiva y reproduce un fragmento de la carta que escribiera la narradora norteamericana Gertrude Stein a la escritora Anita Loos: «No puedes deshacerte de ella tan tranquilamente; ha tenido a dos de las mujeres más importantes de Estados Unidos: Greta Garbo y Marlene Dietrich”.

El temperamento de esta mujer dura y dominante comenzó a forjarse desde su infancia. Nació en 1893, en un hogar marcado por la depresión. El padre, Ricardo de Acosta, tuvo que huir de su Cuba natal por su relación con la causa independentista. Se refugió en Nueva York. Allí se suicidó. La madre, española, Micaela Hernández de Alba, deseaba un hijo varón, por lo que la llamaba Rafael y la vestía como tal. Hasta la adolescencia, ella fue Rafael, el niño que su madre había idealizado.

A pesar de este carácter, en su relación con la Garbo, todo se hacía según la voluntad de la sueca. Con intermitencias, se veían en ciertos períodos muy intensos. Greta fue el gran amor de Mercedes de Acosta y la amó hasta después de su muerte.

Mercedes, según se dice, se vanagloriaba de poder arrebatarle la mujer a cualquier hombre. Sobrados ejemplos tenía. Consiguió seducir a Barbara Apolonia Chalupiec (Pola Negri), actriz polaca, diva del cine mudo. Esta europea estaba comprometida, supuestamente, con Rodolfo Valentino, uno de los primeros sex-symbols del cine mundial.

Casi paralelo a sus aventuras, Mercedes estuvo casada con el pintor Abram Poole. Durante 15 años mantuvo este matrimonio “por conveniencia”. Uno de los principales motivos de esa unión era mantener las apariencias: ambos eran homosexuales.

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