“Love, Death & Robots Vol. 2”, una continuación espectacular que nos deja a medias

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Si un lanzamiento de Netflix había sido esperado durante este 2021, era la segunda tanda de cortos que forman parte de la antología Love, Death & Robots (LD+R). Hace un par de años atrás, la serie se había ganado al público y la crítica gracias a la fabulosa combinación de historias y técnicas de animación que pudimos apreciar en las 18 obras presentadas entonces.

Cuando el 14 de mayo vieron la luz en esa plataforma de streaming otros ocho capítulos, más de uno se lanzó a ver qué de nuevo traía el volumen número dos de LD+R.

Lo primero que no gustó mucho de inicio, fue el hecho de que, a diferencia de su predecesor, esta vez hubiera solamente ocho partes para ver. Todos queríamos saciar nuestra sed de buen material y parecía que esa cantidad no sería suficiente. Ciertamente, no lo fue, aunque esa reducción en el tiempo de disfrute (casi 100 minutos menos que la vez anterior), no hicieron demasiada mella en la calidad de lo que se nos ofreció.

Desde el episodio inicial, Automated Customer Service, y su particular estilo en el diseño de personajes, supimos que estábamos de regreso a ese pequeño universo en donde no solo se cuentan buenos relatos breves, sino que además existe la posibilidad de pensar y reír ocasionalmente. La escena final, muy al estilo de Mad Max o The Walking Dead, resultó increíble, sobre todo con la imagen de una señora huyendo del apocalipsis tecnológico en un carrito de golf.

No hay dudas de que, a nivel de originalidad en la forma de animar, fueron los segmentos Ice (#2) y The Tall Grass (#5) los más impresionantes. El primero, una mezcla entre 2D y dibujo simplista con CGI de primer nivel, representó un espectáculo visual, incluso a pesar de tener un uso mínimo del color. Luego, en el restante, además de recordarnos los relatos de Lovecraft, el realizador Simon Otto (jefe de animación de personajes en la trilogía How To Train Your Dragon) también nos regaló un diseño muy semejante al de la pintura al óleo: con una paleta atractiva le dio a las caricaturas un mayor atractivo y elevó la trama un poco más allá.

Por su parte, la tríada que conforman Pop Squad (#3), Snow in the Desert (#4) y Life Hutch (#7) nos lleva por un camino más apegado a esa ciencia ficción que tenemos bastante calada, una que trata sobre la interacción del hombre con la máquina y las consecuencias del ritmo de vida actual en el futuro lejano.

Inicialmente, tenemos una presentación menos realista, aunque el tema probablemente sea uno de los más duros. La sobrepoblación creada por la inmortalidad de los humanos y la obligación de eliminar a los que nacen nuevos, es el dilema fundamental de este clip dirigido por Nejjifer Yuh Nelson, encargada principal de las dos secuelas de Kung Fu Panda.

Entre Snow… y Life… tenemos, además de par de historias correctamente narradas, con diálogos y secuencias de acción increíbles, dos casos de animación hiperrealista, de esa que constantemente te hace cuestionarte si realmente estás viendo un live action, pese a que tu cerebro pueda estar consciente de que se trata de puro CGI (casi todo el tiempo). En el segundo ejemplo sí hay dos planos en donde el actor Michael B. Jordan es él y no una versión realizada con captura de movimientos, lo cual hace que nos resulte aún más confuso saber qué es real y qué ha sido generado por un ordenador.

Luego, tenemos All Through the House (#6), alivio cómico-terrorífico en donde una pareja de niños descubre un lado oculto de la navidad. Creado a partir de una suerte de stop motion con “ayuda” de la generación por computadora, es encomiable el trabajo de escenarios y las expresiones de los hermanos protagonistas.

El episodio que cierra esta “temporada”, The Drowned Giant, resulta la aproximación más profunda y filosófica. Los ojos de un académico atestiguan un extraño fenómeno en la costa británica y, de paso, filosofan alrededor del significado efímero de cualquier suceso extraordinario en la vida de las personas. En fin, una alegoría al ciclo de la vida, muerte y decadencia que nos rodean constantemente.

Las críticas han llovido contra el volumen dos de LD+R (busque Rotten Tomatoes y verá), pero realmente no lo entendemos del todo. De hecho, quienes han votado pobremente por estos recientes episodios, parecen ser, en su mayoría, parte de ese público que sigue la moda de la inconformidad y el “si no me gusta no es bueno” que tanto daño hace al audiovisual de hoy. Está claro que hay detalles que no son perfectos en cada uno de los ocho cortos, pero el ejercicio estético y creativo son lo suficientemente brillantes como para quitarse el sombrero y desear que Netflix siga utilizando sus billones en contenidos de este tipo.

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