Lisbán Correa carga sobre su espalda una pesada cruz desde el 28 de febrero de 2010. Y creo, sobradamente, que será eterna. En menos de un año se cumplirá una década de aquel escandaloso incidente que lo tuvo como principal protagonista. Como un loco, bate en mano, el capitalino atravesó, desde home, casi todo el estadio José Antonio Huelga en línea recta al jardín central, para capturar al lanzador espirituano Yanier Sosa. Sosa, en el noveno inning de un juego de la Serie Nacional 49, advertido además, le lanzó un pelotazo intencional al desenfrenado agresor.
En cuestiones de segundos, la casa de los Gallos se convirtió en un legítimo manicomio. Desde las gradas, varios celulares grababan las escenas que acontecían en el center field. Escenas que duraron algunos minutos. Peloteros de Industriales y Sancti Spíritus armaron una batalla campal, a la que, inmediatamente, se sumó la policía. En el tumulto, algunas caras eran reconocibles. Calmado el problema colectivo, la bronca trascendería, para no ser absoluto, como una de las tres más violentas de la pelota cubana.
Un escándalo, más que todo, para un evento deportivo que siempre ha predicado la disciplina y el espectáculo competitivo de nivel. Los principales implicados recibieron sus respectivas sanciones y la polémica, como siempre, comenzó a arder. Lisbán, la oveja negra del show, primero fue separado del campeonato, pero luego, la Comisión encargada de analizar el caso, agravó el fallo y sancionó al receptor azul a seis meses sin participar en eventos deportivos. Sosa, en cambio, fue alejado de los tres juegos siguientes de su selección.
Al final del torneo, Industriales vence a Villa Clara y levanta una corona esquiva desde hace cuatro años. Correa vive la apoteosis desde la distancia.
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Julio de 2015. Lisbán Correa está en Haití y puede que ya ni recuerde aquel 28 de febrero. Al término de su sanción, jugó cinco contiendas más. En total, estuvo en 10 Series, hasta que decidió salir de Cuba con el fin de ser un jugador profesional. Salió tarde, con casi 30 años, y sus opciones de acordar con algún equipo de las Mayores parecían limitadas, aunque el hijo del temido Iván Correa tuviera una fama de castigar pelotas parecida a la de su padre.
En un magistral reportaje de ESPN, firmado por el periodista Scott Eden, se describe el vía crucis del capitalino y otros peloteros cubanos en su trayecto por lograr el sueño que los empujó a salir del país. En el consulado dominicano en Puerto Príncipe, capital haitiana, escuchaba de la voz de un abogado las condiciones de su contrato. No entendía mucho de lo que aquel señor hablaba, pero sabía que se trataba de un acuerdo que lo involucraba con su futuro inversionista.
Antes de salir de la Isla, varios contrabandistas lo pusieron a bailar en la danza de los millones y le aseguraron que una franquicia de Grandes Ligas contrataría sus prestaciones. Una falacia total que comprobó nada más tocó territorio haitiano y supo que su inversionista había desistido. Esa persona no pudo pagar seis trámites expeditos de residencia haitiana, pues, además de Lisbán, necesitaban el proceso de otros cinco peloteros cubanos.
Aproximadamente un mes demoró Correa y sus compañeros en llegar a República Dominicana, tras un recorrido escabroso. Según cuenta el extenso reportaje, en determinado momento se negó a firmar el contrato presentado por el abogado de su inversionista. En el documento se explicaba que tendría que costearse necesidades como la alimentación, el gimnasio y el alquiler. Indocumentado, sin dinero y sin un lugar seguro a donde girarse, terminó cediendo. De lo contrario, estaría a cuenta y riesgo y muy probable que lo deportaran a Cuba o a Haití.
En poco tiempo pasó por la mano de varios inversores y pudo reunir cerca de 100 dólares. Esa cantidad era su fondo de emergencia y lo empleó para recorrer buena parte de República Dominicana en busca de alguien interesado en sus habilidades. En 14 días sus gestiones no fructificaron. Lisbán repudiaba la idea de volver a Cuba. Lo avergonzaba que lo vieran como un fracasado.
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Hace poco más de un mes, según confirmó a Cubalite una fuente, el diestro Lisbán Correa está en Cuba y no precisamente de visita. Después de más de tres años fuera, regresó porque se convenció de que su vida allá no iba a mejor y que con 33 años difícilmente firmaría en las Mayores. Regresó antes de la ruptura del convenio entre la MLB y la Federación Cubana de béisbol, quizás su última oportunidad hacia las Grandes Ligas pudieran creer algunos. Yo, al menos, me resisto a darle crédito a esa posibilidad.
Como otros tantos, ha vuelto con la intención de incorporarse a la Serie Nacional venidera con Industriales. ¿Podrá ser regular un hombre que batea de por vida .285, con 140 dobles, 79 jonrones y 372 impulsadas? ¿Se ganará la titularidad alguien que promedia casi 46 ponches por temporada y fácilmente pudieran ser más?
Correa aspira a conformar Industriales en un momento en que su posición natural, la receptoría, está bastante reforzada. Frank Camilo Morejón ha posicionado bien su nombre dentro de nuestro béisbol y su defensa poca resistencia encuentra a la hora de ser nombrada como la mejor. Oscar Valdés, por otro lado, es un pelotero en ascenso que tuvo en la Serie 58 su campaña consagratoria y se ganó ser incluido en la selección nacional. Además, Lisbán, como todos conocen, no resuelve muchos problemas al guante que digamos.
Con el retiro de Alexander Malleta, el natural de Arroyo Naranjo pudiera alternar en la inicial con Yordanis Samón, aunque es necesario apuntar a que esa dinámica tenía efecto al ser Malleta zurdo y Samón derecho. Sin embargo, el puesto que parece estar más hecho a su medida es el de designado, aunque varios nombres también suenan para esa función, entre ellos el de Jorge Luis Barcelán, quien se prepara con todo en pos de su regreso a la nave azul.
En definitiva, nadie tiene más peso para mover las piezas en los Leones que Rey Vicente Anglada. Veremos en qué casilla ubica a Lisbán, si por fin está listo para el campeonato próximo. Eso sí, pocos dudan que sea un bateador emergente de respeto.
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