Leyén Regla Zulueta: “Soy una guerrera sobreviviente a humillaciones y abusos sicológicos en el equipo Cuba de judo”

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A Leyén Regla Zulueta Zamora no pocas personas la identifican por su segundo nombre, incluso algunas no conocen de la existencia del primero. Durante su periplo por la selección nacional de judo, casi siempre los materiales periodísticos que hablaban sobre la espirituana lo hacían refiriéndose a Regla Zulueta o a Regla Leyén Zulueta. En los Juegos Panamericanos de Santo Domingo 2003 ella fue la única deportista cubana con una corona en esa jornada y uno de los titulares era el siguiente: Regla de oro.

En la capital dominicana, mantuvo la tradición dorada de Cuba en la división de 70 kilogramos en juegos continentales, iniciada por Odalys Revé y seguida por Sibelis Veranes. En la final se enfrentó a la estadounidense Christina Yannestsos por primera vez en su vida y la derrotó utilizando con efectividad unos tackles que bastante practicó con su esposo. Puede que haya arriesgado en ese combate, pero Zulueta confiesa que le gustaba sentirse libre haciendo judo.

Un mes después de esa actuación, en septiembre, logró su segunda medalla en Campeonatos Mundiales de mayores, en la edición de Osaka, pero esta vez la suerte fue distinta en la disputa del oro, tras caer frente a la japonesa Masae Ueno. Esa derrota le frustró bastante, pues había desarrollado una excelente preparación. No obstante, existieron factores sicológicos que mucho incidieron en ella y otras compañeras suyas. Más adelante ampliaremos sobre esto en boca de la entrevistada.

Dos años atrás la espirituana debutó en una justa del orbe para mayores, en Múnich, con 21 años, y de allí marchó con una de las preseas de bronce de su división y ayudó a que todas las integrantes del equipo femenino cubano obtuvieran medallas.

“Realicé una apuesta con Yordanis Arencibia. Me estaba bañando y se me quedó mi short y le grité a Arencibia que me prestara algo para ponerme. Él fue a su cuarto y me lo trajo. Le dije que me encantaba su short y aproveché para peguntarle que, si cogía medalla, me lo regalaría. Él me dijo que era mío si lograba la presea. Al otro día estaba cumpliendo mi parte y dándole a Yordanis las gracias por el short”, rememora entre risas.

No obstante, el título que le faltó en Mundiales absolutos lo conquistó durante el certamen universal juvenil celebrado en Cali, Colombia, en 1998, un evento que, como ella dice, le abrió las puertas para ser después medallista del orbe entre mayores. Al término del certamen, había personas vendiendo videos de la competencia, costaban 20 dólares, pero Zulueta, sin importar lo que representaba en 1998 ese dinero, compró un casete por llevarse a casa un recuerdo de su primer gran triunfo fuera de Cuba.

Leyén Regla ingresó en el equipo nacional de mayores en 1996 y se mantuvo hasta el 2003, cuando decidió abandonar el conjunto cubano, junto a la santiaguera Danieska Carrión, en México.

Ese año participó en una gira asiática por Japón y Corea del Sur, donde concursó en una lid que todavía hoy le provoca malos recuerdos. Su división de 70 kg generalmente era una de las últimas en competir, pero uno de sus entrenadores, Javier Rodríguez, le informó que ella saldría al tatami al día siguiente, noticia que la sorprendió mucho.

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Rápidamente caminó hacia el hotel con la intención de hacer ejercicios y perder un kilogramo para estar en su peso. Estuvo también en la sauna y el agotamiento era muy grande en su jornada de acciones. No obstante, llegó hasta la discusión del oro ante una rival muy fuerte de Canadá, con la que perdió en regla de oro.

Después de eso, el entrenador Rodríguez, “marido de Legna Verdecia, me cayó arriba, ofendiéndome, comparándome con Amarilis Savón, que le habían regalado una cámara fotográfica por ganar oro. Discutí con él, le dije que por qué sembraba cizaña con alguien que no era de mi categoría”. Luego se efectuaron otros certámenes, pero la yayabera no quería entrenar, le decían que corriera y ella caminaba. Era tanto el disgusto que sentía, que le perdió el interés a su deporte.

Al concluir la gira, ella quiso quedarse en Canadá, pero no pudo. Luego continuaron para México y Rodríguez les dijo a Zulueta y a Carrión (quien también tuvo problemas por Asia) que no podían salir de donde se hospedaban, mientras el resto de sus compañeras fueron autorizadas a salir de compras. Pero ambas judocas ya habían determinado que se quedarían en ese país. Se trasladaron hacia otro hotel y tres días después cruzaron la frontera a través de la ciudad, por Houston, Texas.

Dijeron que querían acogerse a la Ley de Ajuste Cubano. Estuvieron pocos días en un campo donde le realizaron pruebas médicas y luego Regla contactó con un pastor conocido de Cuba, quien las recibió en su casa, en el norte de la Florida, donde permanecieron poco más de un mes hasta marchar rumbo a Miami.

Leyen Regla Zulueta junto a su esposo. Foto cortesía de la entrevistada.

Rápidamente se percató de que el judo no era un deporte muy popular por aquel entonces en territorio norteamericano y vivir de él iba a resultar muy complejo. Su prioridad se convirtió en traer a su esposo a los Estados Unidos, hasta que lo consiguió.

En 2010, cuando su hijo tenía seis meses, compitió en el U.S. Open de Miami, en el que quedó campeona en los 78 kg. Esa fue su única lid como judoca estadounidense, en tanto el sueño de acudir a unos Juegos Olímpicos se fue apagando poco a poco hasta desaparecer, sobre todo por la carencia de sponsors que costearan sus competiciones.

En abril de este año, la ex atleta de 40 abriles realizó una transmisión en vivo desde su perfil de Facebook, muy polémica y que generó numerosos comentarios, acerca de cómo era su vida deportiva y la de otras compañeras suyas en el equipo nacional cubano.

“Ese video en vivo lo hice sabiendo que era lo correcto y hasta hoy no siento ningún arrepentimiento. Prácticamente todos los comentarios eran de apoyo y muchas de esas personas hablaban con conocimiento de todo lo que nosotras habíamos sufrido. Me inspiré a hacer ese video por los chantajes de dos entrenadores hacia nosotras, los abusos sicológicos debido a la falta de moral de ellos. Considero que la historia de nuestro judo merece ser contada con sus manchas y no solo por su gloria. A mí me criaron en un ambiente sano, en el que no existían las malas palabras, por lo que yo sabía que lo que ocurría estaba mal.

“Un entrenador como Ronaldo Veitía, hablándonos en una forma déspota, me creó un choque. Siempre he sido alguien de muchas leyes y varias veces me defendí y a las muchachas también, desde una manera respetuosa. Hice saber, en ese video, buena parte de los abusos sufridos, principalmente en el equipo que acudió al Mundial juvenil de 1998. Antes de aquel torneo, participaron en una gira europea varias chicas y las pelaron bajito, que parecían varoncitos, y ninguna protestó. Cuando regresaron, que vi aquello, no podía creerlo.

“Entonces Veitía nos dijo a las que no fuimos a la gira y nos quedamos entrenando con Becali, que también nos pelarían. En México lo intentó y le dije que no, que eso era parte de mi cuerpo y me dijo que por esa vez me la dejaría pasar. Para él todo era indisciplina. Al final no me pelé y fue tal el nivel de cizaña que una de mis compañeras, en vez de apoyarme, se rio de mí.

“Regresé para Cuba y perdí en el Nacional, pero ellos insistían en que me pelara o retornara para Sancti Spíritus, y me fui para mi provincia. Después mi esposo me llamó y me pidió que regresara, y por él lo hice y me pelé, porque lo amaba. Te digo más, mi medalla de plata del 2003 yo no la tengo en mi poder, él se quedó con ella, acostumbraba a devolvérnoslas un tiempo después.

“Nunca quise que ese sufrimiento empañara mis resultados, pero lo conté porque es parte de mi historia. Ahora, de adulta, me doy cuenta de que fueron muchas las cosas que pasamos, muy tristes. Creo que algunos de los deportistas que nos hemos quedado lo hemos hecho porque la parte educativa de los entrenadores no ha sido correcta y eso conlleva a frustraciones. Yo nunca quise dejar mi país, mucho menos meses antes de mis primeros Juegos Olímpicos”, declaró la yayabera.

En la actualidad vive en una ciudad estadounidense junto a su esposo Felipe, sus tres hijos y su madre. Es intérprete de Inglés y Español y esporádicamente ofrece clínicas y entrenamientos privados a atletas de judo.

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