Hablar de sencillez y modestia es fácil para Narciso Rodriguez. Cuando decidió que lanzaría su línea de ropa y perfumes, mundialmente famosa, no pensó en ningún nombre pretensioso ni ocultó su identidad tras iniciales o alias: lució con orgullo sus raíces latinas. Narciso es un nombre legado, de generaciones. Narciso se llamaron su abuelo y su padre.
De ellos le llegó el poder de los emigrados. Su abuelo materno, español de Islas Canarias arribó a Cuba con la esperanza de un futuro mejor, algo por lo que muchos cruzaban el Atlántico. Sus padres, nacidos en Cuba, también emigraron siendo muy jóvenes hacia un país donde no entendían el idioma, pero con el propósito de dar a sus hijos un futuro mejor.
… y vaya si lo lograron. El hijo de Narciso Rodríguez II y Rawedia María Rodríguez, se convirtió en un diseñador aclamado en el mundo entero. Su éxito lo ha llevado a comparaciones con el neoyorquino Calvin Klein.
Narciso Rodriguez ha vestido a primeras damas. Estaría mejor decir que primeras damas como Michelle Obama consideran sus prendas como amuletos de buena suerte. En 2008, para el discurso de victoria presidencial de su esposo, y en 2017, para la que fuera su última alocución como primera dama de los Estados Unidos, usó vestidos del diseñador. Cuando mencionábamos el cargo de primera dama en plural, no lo hacíamos por grandilocuencia, sino porque otra de las reconocidas, aunque solo en la ficción, Claire Underwood (Robin Wright, actriz de House of cards) también vestía ropa de Narciso.
Hasta 2014, la lista de personalidades que habían llevado sus prendas era interminable. Jennifer Aniston, Jessica Alba, Salma Hayek, Charlize Theron, Sarah Jessica Parker, Emma Watson y María Sharapova, entre otras. Ese año fue reconocido por la revista Vanidades como Icónico Hombre de Estilo. En una entrevista realizada por esas fechas describía sus diseños como “arquitectónicos en el concepto, pero prácticos, pues no creo ropa solamente para la pasarela ¡No hago extravagancias ni mis desfiles presentan modelos imposibles de llevar! Diseño modelos para que la mujer se sienta muy bien y más atractiva”.
Para 2019, en un momento en que “el nivel de artesanía y originalidad (era) reemplazado por la producción ‘en masa’ y los excesos”, reafirmaba su postura de diseñar cada vez más apegado a “la realidad; vestir a la mujer para la vida real, y me interesan menos los grandes eventos. He mostrado mis diseños en grandes desfiles y lugares enormes, igual que más pequeños. Pero ahora me concentro en buscar un entalle perfecto, cortes precisos, la mejor calidad posible y un terminado ideal. Son detalles que las mujeres que llevan mi ropa buscan en mis diseños, y los aprecian”.
De manera general, las prendas que llevan el sello de Narciso, la ropa, los perfumes, gritan sensualidad. Esto quizás venga de su herencia latina. A Narciso le gustan las mujeres fuertes y empoderadas, como las de su familia, costureras trabajadoras. Se empeña en resaltar cierto halo de la feminidad, dándole protagonismo a las siluetas y a los detalles sutiles en los hombros y los escotes.
Narciso Rodriguez, quien se graduó de la escuela de diseño Parsons de Nueva York y trabajó con Calvin Klein y la casa de moda española de lujo Loewe, se considera apegado a la corriente minimalista. Esta tendencia le asumió, quizás, desde que era niño, cuando dormía en una habitación donde todo era blanco y negro.
El que naciera en Newark (New Jersey), en 1961, y fuera criado en un ambiente de cubanos emigrados, pero que llevaban su tierra en el corazón, le otorga un peso fundamental a la familia. Se ha referido a Cuba como “nuestra isla” y ha dicho que “la traemos en la sangre”. En 2018, con motivo del 20 aniversario de su firma de moda y la celebración de los 15 años de su primer perfume Narciso Rodriguez for her, el diseñador solo tenía palabras sobre la paternidad. Acababa de ser padre de unos gemelos y se pasaba día y noche cambiando pañales.
Si se lo menciona en alusión a la revolución de la moda, también hay que hacerlo en el mundo de la perfumería. Ha conseguido otorgarle a los aromas el mismo poder que a las prendas. Los considera cartas de presentación. Su primera y más emblemática fragancia apareció en 2003, con una mezcla quizás demasiado romántica para la época, pues el ingrediente principal era el almizcle egipcio en un momento en que todo olía a dulce y a flores. Este aroma sutil era el perfume favorito de Samantha en Sex and the City (interpretado por Kim Cattrall y Lindsey Gort; este personaje representaba a las mujeres maduras y seguras de sí mismas) y es reconocido como “el perfume de las novias”. Pure Musc y Santal Musc son otra de sus creaciones.
Los vestidos de boda son otro tema. Ha cambiado los encajes y tules por seda, tirantes y escotes en los diseños que creó especialmente para una de las bodas más célebres de los noventa: la de Carolyn Bessette y John F. Kennedy Jr. (hijo del expresidente), en 1996; y en 2012, para el enlace exclusivo de Marta Ortega, hija del empresario español, Amancio Ortega, y heredera del imperio de moda Inditex al que pertenece Zara, con el jinete Sergio Álvarez.
Narciso Rodriguez no cree en la tendencia de usar y tirar, no le gustan los objetos ni las personas de paso. Aún conserva la primera silla de Le Corbusier que se pudo comprar, por lo que representa y por ser el primer mueble que adornó su apartamento vacío.
Su marca ha crecido. Su firma y su sello aparecen en disímiles productos. Sin embargo, Narciso no tiene, como otros diseñadores, un gran equipo detrás. Las colecciones de ropa, bolsos, zapatos y los perfumes son hechas en un atelier, de manera sencilla. “Me hace más feliz hacerlo yo mismo (…) Y creo que la gente reconoce que está hecho por la misma mano y lo valora”, ha dicho.
Portadas de la revista Vogue, alfombras rojas y gala de premiaciones de los premios Oscar y Globos de Oro han visto a reconocidas personalidades llevar sus prendas. Sin embrago, él se inspira en gente común. Ha vestido a Jennifer López y a Angelina Jolie para ceremonias de alto nivel, probablemente, pensando en una mujer con el pelo regado, agitada, que intenta tomar un taxi en las calles de Manhattan para llegar a tiempo a uno de sus tres trabajos.
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