
Danny Miranda Agramonte ha sido siempre una figura respetada dentro del béisbol cubano, primero como jugador y luego como director del equipo Tigres de Ciego de Ávila en la Serie Nacional y flamante campeón de la III Liga Élite. Sin embargo, detrás de sus éxitos como pelotero y timonel se esconde una historia de supervivencia que pudo haber tenido un desenlace trágico.
El oriundo de Chambas, quien brilló como uno de los mejores inicialistas defensivos de su generación y alcanzó la gloria olímpica en Atenas 2004, vivió durante años con un enemigo silencioso que gradualmente fue minando sus capacidades físicas hasta poner en riesgo su propia existencia.
En una reveladora entrevista concedida al periódico avileño Invasor en octubre de 2023, Miranda repasó, entre otros, los momentos más difíciles de su carrera como pelotero, particularmente aquellos que lo llevaron al retiro en 2008. Una de las situaciones más complicadas para él, según contó, fue la disputa por ocupar la primera base con Yogey Pérez, un joven talento recién llegado a la Serie Nacional tras integrar la selección juvenil cubana.
«En los últimos años no la pasé bien en el equipo», confesó el excampeón olímpico. La directiva de los Tigres quería moverlo de posición para que ambos pudieran coexistir en la alineación, incluso sugiriendo su regreso a la receptoría, puesto que había ocupado en sus inicios.
Sin embargo, Danny experimentaba fuertes dolores de columna que le impedían cumplir con esa función. «Me dijeron que era mentira», recordó con amargura.
Lo que parecía ser una excusa o una simple molestia resultó ser algo mucho más grave. «Al final fue un tumor de treinta y pico de libras que no me permitía rendir como antes», reveló el exjugador, describiendo cómo esta masa había estado creciendo silenciosamente en su cuerpo durante años.
El impacto del tumor en su rendimiento fue devastador. «Ya no era el Danny rápido, el swing no era el mismo. El tumor me fue quitando habilidades. No sabía nada, pensé que era gordura», explicó, evidenciando cómo la enfermedad había afectado gradualmente sus capacidades atléticas sin que él comprendiera la verdadera causa.
En 2019, once años después de colgar los spikes, el chambero fue sometido a una compleja intervención quirúrgica en el Centro de Investigaciones Médico-Quirúrgicas de La Habana. La operación fue exitosa, pero los médicos confirmaron que su vida había estado en grave peligro. Esta experiencia le dio una nueva perspectiva sobre aquellos últimos años como jugador, cuando su rendimiento había comenzado a declinar sin una explicación aparente.
Durante su carrera de doce temporadas en la Serie Nacional, Miranda compiló números respetables: promedio ofensivo de .290, porcentaje de embasado de .376 y slugging de .428, con 124 dobles, 36 triples, 88 jonrones y 542 carreras impulsadas. Su versatilidad le permitió jugar todas las posiciones e incluso lanzar ocasionalmente.
Sin embargo, su legado va más allá de las estadísticas. Es recordado especialmente por aquella medalla de oro olímpica conquistada en Atenas 2004, cuando Cuba aún dominaba en eventos internacionales, y por haberse establecido como uno de los mejores inicialistas defensivos de su generación (fildeó para un astronómico .994).
Hoy, como director de los Tigres de Ciego de Ávila, Danny ha encontrado una nueva forma de contribuir al béisbol cubano. Su reciente triunfo en la III Liga Élite demuestra que su conocimiento del juego y su capacidad de liderazgo siguen intactos.
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