El pasado domingo 13 de octubre falleció a los 76 años Mayra Gómez Kemp, cubana que se convirtió en una estrella de la televisión española. La famosa presentadora del programa de la TV ibérica Un, dos, tres… responda otra vez y primera mujer en conducir un concurso en la pequeña pantalla de ese país europeo, murió tras sufrir una caída en su domicilio y golpearse en la cabeza.
Por aquel entonces, varios medios de la llamada «prensa del corazón» se refirieron a la situación familiar de la habanera nacida el 14 de febrero de 1948 y no pocos coincidieron en que la mediática había sido abandonada en los últimos tiempos.
Antena 3 citó a un amigo íntimo de la antillana, quien aseguró que a Gómez le «habían molestado mucho personas de su entorno» y, además, luego de la muerte en 2021 de su esposo, el actor argentino Alberto Berco, había decidido aislarse y «dejó de ser ella».
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Mayra, hija de los actores Ramiro Gómez-Kemp y Velia Martínez, salió de Cuba rumbo a Puerto Rico, junto a su familia, cuando tenía 11 años, poco tiempo después del proceso político-social que comenzó en Cuba a partir del 1 de enero de 1959.
«Cuando nos fuimos de casa, mi madre cerró la puerta dejándolo todo dentro. En el aeropuerto, un miliciano rompió la cabeza de mi [muñeca] Nancy buscando joyas de mi madre. En ese momento, ella me dijo que no llorara y no lloré, no quería darles el gusto», reveló en una entrevista para la Cadena SER en abril de este año, la última que concedió.
De acuerdo con el diario El Mundo, luego se establecieron en Miami, donde la joven Mayra empezó a ganarse la vida repartiendo comida que su madre cocinaba. Más adelante quiso convertirse en actriz. Su padre le sugirió que no siguiera ese camino, puesto que dicha profesión carece de estabilidad en cuanto a trabajo y salario. Entonces estudió periodismo, pero igualmente apareció en la cinta The Death Curse of Tartu (1967), bajo el nombre de Mayra Christine.
En la década del setenta se fue a España para visitar a una amiga y terminó asentándose allí para siempre. Una vez en la capital trabajó en el departamento de doblaje de Radio Madrid e intervino en el musical teatral The Rocky Horror Show, donde se puso sobre la piel de Magenta y compartió elenco con el intérprete sudamericano que se convertiría luego en su esposo.
Después comenzó a abrirse paso poco a poco en la televisión. Primero fungió como actriz en Un, dos, tres.., pero cuando su anfitrión habitual sufrió un accidente que lo alejó del plató, la producción decidió contratarla para llevar las riendas del popular espacio y, según refleja el periódico madrileño, se transformó en «la primera presentadora a nivel mundial en estar al frente de un concurso en prime time«. Esa propia fuente indica que, en algunas emisiones, el programa llegó hasta audiencias que rondaban los 24 millones de personas los viernes en la noche, «una cifra récord que no se ha vuelto a superar».
Presentó otros espacios en radio y televisión y recibió varios premios por dicha labor. Incursionó en la música con un trío y más adelante estrenó un disco en solitario. Fue pionera también en la televisión privada, cuando protagonizó la primera transmisión en directo de Antena 3 para recibir el año 1990, refiere el mencionado diario español.
En el actual siglo, a Gómez Kemp le diagnosticaron tres delicadas enfermedades. En 2009 su esposo le sugirió que se hiciera un chequeo y los médicos descubrieron cáncer de lengua. Para suerte suya fue detectado a tiempo y tuvo que pasar por un proceso mediante el cual debió aprender a hablar nuevamente, comer y beber líquidos.
Tres años más tarde le hallaron un cáncer de laringe, provocado por el hábito de fumar que mantenía desde la adolescencia, y en 2018 le encontraron uno de garganta. «En enero de 2021 sufrió la peor noticia de su vida cuando su esposo falleció en sus brazos de un ataque al corazón. A partir de ese momento admitió en reiteradas ocasiones que se sentía tremendamente sola», refleja El Mundo.
En abril de 2024, cuando habló por última vez públicamente en un programa radial, confesó que quería retirarse de la vida pública y deseaba que «la gente se acuerde de la Mayra que vio, la que tenía una dicción casi perfecta y la que se veía joven y guapa».
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