El 2023 comenzó muy interesante en materia de series, pues desde el mismo día 1 de enero salieron al aire algunas propuestas prometedoras. Uno de los estrenos programados para esa fecha fue Kaleidoscope, producción de Netflix que despertó muchas expectativas por su forma de contar tan inusual.
La serie, escrita por Eric García, conocido por las novelas Matchstick Men, Anonymous Rex o The Reposession Mambo, nos fue vendida como un show, cuyos ocho episodios no venían enumerados de forma cronológica, sino que estaban identificados por un color, de forma que era posible verlos en cualquier orden y entender la historia perfectamente.
A priori, la idea es brillante y hay que decir que en la práctica funciona bastante bien, pues, sea cual sea la secuencia que elijamos (siempre dejando el capítulo Blanco para el final), podremos entender el relato sin demasiadas dificultades. Aunque cada quien puede elegir el orden de visionado, el consenso general recomienda, antes de llegar a Blanco, ver primero Amarillo, luego Verde, Azul, Naranja, Violeta, Rojo y Rosado.
En esencia, la historia es bastante sencilla: Ray Vernon, alias Leo Pap (Giancarlo Esposito) es un ladrón experimentado que decide armar un equipo de especialistas para robarse siete mil millones de dólares de la aparentemente inexpugnable bóveda de la empresa SLS. Detrás del robo hay una historia de venganza y, sobre todo, una suerte de espada de Damocles que pende sobre la cabeza de Ray/Leo.
Dentro del grupo de ladrones que se juntan para el golpe, están la abogada y armera Ava Mercer (Paz Vega), el contrabandista Stan Loomis (Peter Mark Kendall), la química Judy Goodwin (Rosaline Elbay), el “rompe-cajas” Bob Goodwin (Jai Courtney) y el chofer RJ Acosta (Jordan Mendoza).
Del otro lado del asunto, aparecen Roger Salas/Graham Davies (Rufus Sewell), dueño de SLS, y su empleada, Hannah Kim (Tati Gabrielle), quien resulta ser la hija que Ray/Leo dejó atrás hace muchos años. Además, los intrépidos criminales tendrán que pasar por encima de la agente del FBI, Nazan Abbasi (Niousha Noor), dueña de un instinto fabuloso que le permite seguirles la pista adonde quiera que vayan.
Una de las primeras impresiones que nos deja Kaleidoscope son sus puntos en común con la exitosa serie española La casa de papel (LCDP). Más allá de tratar un tema casi idéntico, es notable cómo se asemejan ambos shows, debido a los saltos temporales que usan —cada uno a su forma— para romper la linealidad y mantenernos atentos a lo que sucede en todo momento.
También, al igual que LCDP, se perciben lugares comunes como el del la mente maestra, fría y calculadora; el personaje bruto, molesto e irreflexivo que funciona como catalizador de nuevos conflictos y enredos, a veces inverosímiles; la policía rota pero incansable; la tensión sexual entre varios integrantes del equipo; los personajes “ocultos” o las soluciones de último minuto a problemas que parecen insalvables.
Ahora bien, si por un lado es cierto que la puesta en práctica de las ideas del guionista resulta bastante eficaz, por otro, los mismos malabares que hace para que todo encaje, a pesar de la aleatoriedad de los capítulos, es algo que lastra la calidad general del audiovisual.
El asunto es que, detrás de una serie muy interesante desde lo formal, que nos propone un sinnúmero de posibilidades para personalizar el disfrute de la experiencia narrativa, desgraciadamente se esconde un argumento simplón, predecible y carente de profundidad.
Tras ver toda la temporada, nos sentimos un poco decepcionados al encontrar que el premio, después de casi ocho horas frente a la pantalla, se acerca más a ser un trozo de carbón que un diamante.
A García le dieron un elenco brutal, que cumple maravillosamente con su trabajo y le pone mucho “sabor” a lo que sucede. Porque eso sí, la serie es muy entretenida y tiene un ritmo que ya quisieran otras, pero ni siquiera el carisma de sus personajes, ni el vértigo del argumento, bastan para que hagamos la vista gorda ante esta suerte de fast food audiovisual.
Pese a sus errores, queda claro que Kaleidoscope es un producto que cumple con su objetivo de divertir y ofrecernos un resultado de buena calidad en líneas generales. Si no fuera porque su historia tiene menos giros que una carrera de 100 metros planos (y los que tiene se ven venir desde el otro lado del estadio), podría haber terminado en la lista de las mejores ofertas del año.
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